Actualizado 07/07/2015 20:15

ENFOQUE-Cansados argentinos se preparan para un nuevo default

Por Eliana Raszewski y Richard Lough

BUENOS AIRES, 29 jul, 29 Jul. (Reuters/EP) -

- El industrial Norberto García estaba a punto de lanzar una nueva serie de juguetes este año tras haber trabajado duramente durante la década pasada para reconstruir su negocio tras la crisis argentina del 2001-2002 y su monumental default.

Pero, al final, decidió protegerse de una posible segunda cesación de pagos del país recortando sus planes de inversión y sus objetivos.

"Había planes para lanzar nuevos productos, de 11 vamos a sacar tres", dijo a Reuters García, de 70 años, dentro de un enorme depósito repleto de cajas de muñecas, pelotas y conejos de goma

"El dinero tiene que quedar por si baja el consumo", agregó.

En vez de destinar 2,8 millones de pesos (342.000 dólares) a la expansión de líneas de producción, el empresario planea invertir 1,8 millones de pesos.

La actitud precavida de García es típica entre los empresarios en Argentina, que prevén una desaceleración de sus ventas en un país que lucha contra una alta inflación, pese a que están convencidos de que la crisis económica será moderada.

Aunque causa inquietud, la actual crisis de deuda está muy lejos de poder provocar la debacle económica que desencadenó el default de 100.000 millones de dólares argentino de 2002.

García es optimista y cree que las cosas, al final, mejorarán.

"Lo del 2001 fue devastador. Vivimos el 2002 con una angustia terrible, no se sabía qué hacer, a dónde ir", dijo el empresario, cuya compañía Turby Toy SA tuvo que desprenderse de maquinarias, despedir personal y vender propiedades para sobrevivir hasta que amainara la tormenta.

En un acto desesperado para frenar una masiva corrida bancaria y el colapso del sistema financiero, las autoridades en ese momento congelaron primero las cuentas bancarias y meses después devaluaron el peso. Casi 30 personas murieron en las calles a fines de 2001 por un estallido social que hizo desfilar por el gobierno a cinco presidentes en 10 días.

La cesación de pagos, que marcó un récord mundial, afectó a los mercados de capitales internacionales y provocó que millones de argentinos perdieran sus empleo en medio del colapso de la economía.

García dijo que estuvo tres días tirado en la cama, abatido, hasta que su esposa lo sacó "de pelos" y lo mandó a trabajar.

"Lo que perdimos en pesos es inconmensurable. Lo que perdimos fue la ilusión", resaltó.

OPCIONES LIMITADAS

El tiempo se está acabando para que Argentina pague a sus acreedores "holdouts", que demandaron a la tercera economía latinoamericana para recuperar el valor de los bonos en cesación de pagos desde hace más de una década, o gane más tiempo para evitar un nuevo default.

Una delegación argentina se reunirá este martes en Nueva York para realizar negociaciones de último minuto con un mediador judicial, pero los expertos creen que Argentina podría haber calculado que un default es más conveniente que un acuerdo con los "holdouts".

Esto último, argumenta el país sudamericano, implicaría arriesgarse a recibir demandas de bonistas con títulos públicos reestructurados que podrían costarle miles de millones de dólares.

Cuánto daño puede causar un nuevo default sobre la economía dependerá de cuán rápido Argentina pueda salir de esa situación.

"La posibilidad de un default, la cotización del peso y la inflación son como una bomba de tiempo", dijo Miguel Rizzo, director de una compañía importadora de componentes para grandes empresas de servicios públicos.

Pero, el ejecutivo afirmó que había pocas cosas que hacer para reducir el riesgo. Rizzo está acumulando toda la mercadería que puede, especialmente cables, a modo de seguro contra una potencial devaluación del peso.

Pero, restricciones a las importaciones están limitando la cantidad de componentes que puede traer al país y un control de cambios hace más difícil adquirir dólares para compensar el riesgo de devaluación.

La amenaza de un default combinado con la debilidad del peso está aumentando los temores entre los proveedores internacionales de empresas argentinas, que temen que se rompa la cadena de pagos. Por eso están imponiendo duras condiciones para vender mercadería a las empresas del país sudamericano.

La presidenta Cristina Fernández suele calificar a los fondos de cobertura que demandaron a Argentina como "buitres".

La mandataria no ha mostrado en público que esté dispuesta a ofrecer a los "holdouts" mejores condiciones que al casi 93 por ciento de los acreedores de Argentina, que reestructuraron su deuda en default en el 2005 y el 2010 a cambio de fuertes quitas.

Si Argentina cae en cesación de pagos este jueves será por una cuestión de principios. Esta vez, el Gobierno tiene recursos para llegar a un acuerdo con los "holdouts".

Esa no fue la situación en el 2001-2002. Durante semanas, manifestantes se enfrentaron diariamente con las fuerzas de seguridad y convirtieron a la zona comercial y financiera de Buenos Aires en un campo de batalla, con la policía disparando balas de goma.

Los bancos fueron cubiertos por paneles de metal para protegerlos de ahorristas desesperados por rescatar su dinero. El presidente Fernando de la Rúa renunció a fines de diciembre del 2001 y abandonó la casa de Gobierno en un helicóptero para escapar de la muchedumbre.

Tras el default, un nuevo Gobierno devaluó el peso y retuvo los dólares depositados en las cuentas bancarias, cambiándolos por pesos. Rizzo vio, desesperanzado, como las tenencias en dólares de su firma se evaporaron de la noche a la mañana.

"Perdimos casi todo", dijo.

SIN PANICO

Hoy, la única señal de protesta son unos pocos carteles en esquinas que muestran unos buitres sobre una bandera de Estados Unidos con leyendas como "Buitres versus Patria".

Contrariamente, la queja más escuchada es por el aumento de los precios al consumidor. Los argentinos, con mucha experiencia en toda clase de crisis, suelen decir que cada 10 años la economía del país tambalea.

Una de las tasas de inflación más altas del mundo, alimentada por pobres niveles de inversión y un alto consumo doméstico, ha desgastado el poder de compra de los argentinos.

Economistas privados estiman que la tasa de inflación podría alcanzar el 40 por ciento este año. Eso, más la amenaza de un default, está cambiando los hábitos de consumo.

"Reduje los gastos innecesarios", dijo Carlos Panero, un contador de 47 años. "No hago más viajes de fin de semana a la costa y compro más productos no perecederos", explicó.

Si bien algunos aprovechan ofertas en los supermercados y almacenan sus compras donde pueden, incluso en los baúles de sus automóviles, no hay pánico.

Tampoco hay indicios de una corrida bancaria.

Panero tuvo suerte en el 2001. Su falta de confianza en los bancos le hizo esconder sus dólares en otros lugares, aferrándose a sus ahorros, lo que le permitió comprar un departamento después de que los precios de las propiedades valuados en el billete verde cayeron fuertemente.

Como otros, Panero está resignado a que Argentina tenga arreglarse más tiempo sin acceso a los mercados de deuda globales si Fernández y los "holdouts" mantienen sus posiciones.

"Esto significará menos inversiones, menos puestos de trabajo, menos dólares que lleguen al país. Entonces el Gobierno va a ajustar más los controles de capitales y de importaciones", dijo Panero, quien tiene dos hijos.

Aún así, hay señales de que Fernández pueda tener un rebote en su popularidad.

Una encuesta de Poliarquía Consultores publicada la semana pasada mostró que un 47 por ciento de los argentinos creían que la mandataria estaba llevando adelante la negociación con los acreedores de manera "positiva", comparada con un 38 por ciento un mes antes.

Sólo uno de cada cuatro consideraron que la crisis estaba siendo manejada de manera "negativa".

La retórica nacionalista de Fernández puede estar funcionando entre los argentinos que se benefician de los generosos subsidios del Gobierno y de los planes sociales.

La economía argentina se recuperó después de la crisis del 2002, gracias a las lucrativas exportaciones agrícolas y a la emisión monetaria, que ayudó a estimular el consumo doméstico. Pero la demanda por psicólogos también aumentó.

"El 2001 fue una situación traumática", dijo la psicóloga Cristina Gartland.

"Ahora la situación es diferente. La gente está más confiada porque ahora tienen trabajo, hay planes sociales para los más vulnerables y los trabajadores ganaron más derechos. En terapia los pacientes pueden hablar de la economía, pero se concentran más en sus vidas personales", describió.

(1 dólar = 8,1825 pesos argentinos)