Por Sonia Agudo, del Departamento de Proyectos de la Fundación Internacional Baltasar Garzón (FIBGAR) Hay razones para el optimismo en América en las relaciones entre los Estados y las poblaciones indígenas. Es hora de dar valor a su identidad. En América, el vínculo entre los estados y su población indígena se ha construido de manera tan desigual como lo es la geografía que comprenden sus fronteras. Los pueblos indígenas de Latinoamérica comparten un largo proceso de despojo de tierras y recursos naturales. Padecen discriminación, pobreza, territorios violados sistemáticamente y tierras insuficientes en las que habitar. Esto determina el tipo de relación que cada pueblo establece con el Estado que ha de protegerle. Es imposible que una nación conviva en paz con sus pueblos indígenas mientras no reconozca el derecho a reclamar, recuperar y reconstruir sus tierras ancestrales. Muchos gobiernos siguen sin asumir que dicha reconstrucción de sus territorios patrimoniales es una labor sumamente compleja de la cual son garantes principales. Sin embargo existen razones para el optimismo. Hay avances muy positivos para la vida, las tierras y los valores de estos pueblos, que promueven la relevancia de su identidad y creencias en la actualidad.