Actualizado 21/02/2017 09:32

Cabrera Infante, indispensable de la cultura cubana que convirtió el lenguaje habanero en literario

Guillermo Cabrera Infante
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   LA HABANA, 21 Feb. (Notimérica) -

   Guillermo Cabrera Infante fue un escritor y guionista revolucionario cubano considerado uno de los "indispensables de la cultura cubana", del que este martes se conmemora el duodécimo aniversario de su muerte.

   Nacido en la ciudad de Gibara, actual Holguín, el 22 de abril de 1929, este escritor de origen canario se trasladó con su familia a la Habana en 1941 donde comenzó a estudiar Medicina, estudios que dejó para formarse como periodista, pues ya empezaba a descubrir que sus aficiones, la literatura y el cine, serían las pasiones a las que dedicaría su vida.

   En 1952 la censura del régimen de Fulgencio Batista dictaminó a Cabrera culpable por incorporar obscenidades en un cuento que él mismo había escrito ese año. Se le prohibió publicar con su nombre, por lo que pasó a hacer uso del seudónimo G. Caín, una contracción de sus apellidos.

   Dos años después, Cabrera Infante se convirtió en crítico cinematográfico de la revista cubana 'Carteles' en la que firmaba con su seudónimo --que posteriormente utilizaría en algunos de sus guiones-- y con la que colaboraría hasta 1960.

   Tras la llegada de Fidel Castro al poder, el escritor, que había apoyado la revolución cubana, fue nombrado director del Consejo Nacional de Cultura, ejecutivo del Cine y subdirector del diario 'Revolución' --actual 'Granma'--.

   En este diario, Cabrera Infante se encargaba del suplemento literario 'Lunes de Revolución', en el que pretendía llevar a cabo los sueños de libertad y desarrollo cultural de la revolución.

   A pesar de sus buenas relaciones con el régimen, estas se deterioraron pronto debido al corto que el actor cubano Orlando Jiménez Leal y su hermano, Alberto 'Sabá' Cabrera Infante, rodaron a finales de 1960. De indefinida estructura, dicho corto describía las maneras de divertirse de un grupo de habaneros durante un día a finales de la década.

ÉXITO EN EL EXILIO

GUILLERMO CABRERA INFANTE

   Tras la prohibición del filme de corta duración, el escritor fue enviado a Bruselas dos años después como agregado cultural de la embajada cubana. Sin embargo, en 1965 regresó a la isla, donde fue retenido por el Servicio de Contrainteligencia durante cuatro meses, hasta que finalmente fue exiliado.

   En un primer momento se trasladó a España, pero las dificultades económicas y la negativa del régimen franquista le llevaron a mudarse a Londres, donde se instaló definitivamente.

   Fue en esta ciudad donde publicó su primera novela de repercusión: 'Tres tristes tigres', "TTT", como él la llamaba, que originariamente se denominó 'Ella cantaba boleros'. Se trata de una versión, notablemente retocada, de su anterior trabajo, 'Vista del amanecer en el trópico'.

   'Tres tristes tigres' está basada en una recreación nostálgica de La Habana de 1958, y en especial en su vida nocturna. Cabrera Infante recrea y mitifica a la capital cubana y reescribe la cultura habanera a través de una galería de voces. El texto ha sido calificado de críptico y confuso por el extraño registro del habla cubana que muestra, casi una suerte de 'spanglish'.

   En cuanto a su rol de guionista, a principios de 1970 se instaló en Hollywood para dedicarse al mundo del cine, donde adquirió un discreto éxito. Trabajó para la película 'Bajo el volcán', de John Huston, basada en la novela de Malcolm Lowry.

   En 1979, año en el que obtuvo la ciudadanía británica, publicó su segunda obra más reconocida, la novela autobiográfica 'La Habana para un infante difunto'.

   El escritor, que ganó el Premio Cervantes en 1997 y el galardón Internacional de la Fundación Cristóbal Gabarrón en la categoría de letras en 2003, fue ingresado por una fractura de cadera, motivo por el que contrajo una septicemia --síndrome de anormalidades fisiológicas, patológicas y bioquímicas asociadas a una infección-- por la que falleció el 21 de febrero de 2005.

   Cabrera Infante está considerado "un indispensable de la cultura cubana", pues "tiene el gran mérito de haber convertido el lenguaje habanero en lenguaje literario", en palabras del novelista cubano Leonardo Padura.