Actualizado 10/10/2016 11:06

Director de cine argentino Federico Godfrid: "No me interesa contar universos que no me pertenecen"

   SAN SEBASTIÁN (ESPAÑA), 10 Oct. (Notimérica) -

   El director de cine Federico Godfrid viajó recientemente desde Argentina al Festival Internacional de Cine de San Sebastián (España) para presentar su nueva película, 'Pinamar', una historia de vínculos emocionales y fraternales. Lo hizo en la sección 'Nuev@s director@s', que junto con la cinta de Moroco Colman, 'Fin de Semana', componían el panorama cinematográfico iberoamericano en dicha categoría.

   Nacido en Argentina, Godfrid se graduó como Diseñador de Imagen y Sonido en la Universidad de Buenos Aires, un camino que ha seguido recorriendo a través de la presentación de otra película, 'La Tigra, Chaco' (2009), codirigida y escrita junto a Juan Sisiaín. En el apartado televisivo ha colaborado con dos documentales: 'Piedra y Camino' (2001) e 'Igualmente Amor', presentado el pasado año 2015.

   En esta ocasión propone 'Pinamar', un relato que parte de la historia de dos hermanos, Pablo (Juan Grandinetti) y Miguel (Agustín Pardella), quienes vuelven a esta ciudad para vender su apartamento familiar tras la muerte de su madre. Mientras que, en un principio, Pablo quiere terminar lo antes posible, Miguel quiere disfrutar de la visita junto con una vieja amiga, Laura (Violeta Palukas), unos roles que pronto sufrirán diferentes transformaciones.

   Durante su estancia en España, Godfrid concedió una entrevista a Notimérica en la que compartió algunas percepciones del largometraje recién estrenado.

   Pregunta: Cuando vemos Pinamar no parece establecerse dentro de los 'cánones' del cine latino, en el que es frecuente la representación de la pobreza o la desigualdad. ¿Cómo nace 'Pinamar'?

   Respuesta: Parece que las historias vinculantes solo las hace Francia. Para muchos, los latinoamericanos tenemos que hacer películas en las que se trafique droga, haya muertes y se viva en favelas o 'Villas miserias'. Es un discurso que han instalado muchos festivales lamentablemente, que el cine que corresponde con cada región y los premios responden a un estilo de cine determinado.

   Me interesa el cine de vínculos, el que me toca. La película es lo que ocurre entre las miradas de los que están ahí y es su propia realidad retratada. Las ves y, como espectador y persona, te sientes en el mismo mundo que esos personajes.

   P: ¿Podría decirse que existe el 'género latinoamericano' propiamente dicho? y ¿qué se busca con ello?, ¿abrirse o cerrarse a los espectadores?

   R: Yo no creo que las películas de violencia sean cine documental porque hay que partir desde quiénes construyen esa mirada, teniendo en cuenta el cine americano y los festivales. Los eventos que presentan estas películas son extranjeros, no son latinoamericanos, y esa es la contribución del cine de nuestros países que en realidad tiene mucho más repertorio.

   Muchas veces el problema viene de que se filma lo que no se conoce. Por ejemplo, la gente de clase alta no puede retratar problemas de clase baja de forma real porque no se identifican con ellos. A mí no me interesa contar un universo que no me pertenece, soy sincero con lo que cuento.

   P: ¿Eso quiere decir que es autobiográfico lo que escribe y dirige?

   R: No, aunque el lugar donde se lleva a cabo la acción sí pertenece a mi familia. No es mi vida pero es personal y me describe. Sin embargo, hay muchas películas que venden pero no representan a quien las realiza. Mi objetivo es transitar el espacio y el tiempo en el que vivo a través de la realidad más o menos manipulada desde el punto de vista de la ficción.

   P: Si hay algo que define a 'Pinamar' es que se trata de una película de cambio, ¿quiere representar la madurez?

   R: Lo que le pasa a Pablo es que siempre ha vivido con un plan y llega un momento en el que no sabe cómo avanzar. Es el mayor y a lo largo de la película se ve cómo cambia su forma de pensar, cómo su hermano pequeño se convierte en mayor.

P: La historia narra la vida de tres adolescentes, ¿cómo fue trabajar con los actores?

   R: Para mí, eso supone el 80 por ciento de la película. En 'Pinamar' hubo un trabajo constante con ellos desde el casting, en el que se presentaron cerca de 300 chicas y 150 chicos, que los vi uno por uno. Hasta que no apareció Pablo no encontraba a quien podría hacer de su personaje pero sí descubrí cuál era la decisión de una película: escoger la cara que te representa. Te tienes que enamorar de él y para eso tienes que creer en él.

P: Y una vez formado el elenco, ¿qué vino después?

   R: Ensayamos mucho en Buenos Aires con todo el equipo de preproducción y después fuimos 15 días antes de filmar la película los actores y yo, el resto se quedó en la capital. Convivimos en la casa donde transcurre la película en equipo reducido para crear vínculos entre nosotros y con el resto de personas que aparecen en la película que en realidad viven allí, para que después no fueran extranjeros de la película, ni ellos ni yo como director.

   P: En esos días de convivencia seguramente cambiaron muchas cosas, ¿hubo transformaciones de guión?

   R: Esos siete días de convivencia fueron como dos meses ensayando porque lo hacíamos todo juntos. Pensamos en cuál era la efectividad de las escenas, como por ejemplo la última. Había una muestra de amor, un te quiero, que fue sustituido por el silencio. Esa declaración estaba en el abrazo.

   P: Muchos directores utilizan las pausas vocales en sus películas, como Jim Jarmusch o John Cassavettes, ¿cuál es el valor del silencio en su película?

   R: Nos dimos cuenta en el montaje de que muchos diálogos decían cosas que el espectador ya sabía y que la mirada era la propia voz a través del silencio.