CIUDAD DE MÉXICO, 21 Ago. (Notimérica) -
El apoyo de México al legítimo Gobierno de la II República española fue patente desde el inicio de la Guerra Civil. Se erigió como el único territorio a su favor, manteniendo rotas las relaciones diplomáticas hasta la llegada de la democracia.
El estallido de la Guerra Civil española en 1936 constituye el antecedente directo del peor conflicto que asoló la Tierra, la II Guerra Mundial. La lucha se consideró como una pugna interna, en la cual el resto de países no debían de intervenir en pro de rebajar la tensión.
Los regímenes fascistas de Alemania e Italia mandaron tropas, armas y dinero al bando sublevado, mientras que el lado republicano no encontró apoyó alguno. Tras el tibio posicionamiento de la Unión Soviética, México fue el único país que verdaderamente defendió los intereses de republicanos, socialistas y anarquistas españoles.
De 1936 a 1939, miles de personas migraron huyendo de la guerra. Francia, Portugal y Holanda fueron algunos territorios europeos donde buscaron asilo. Cruzar el océano Atlántico estuvo en manos de muy pocos.
MEDIO MILLÓN DE ESPAÑOLES EN MÉXICO
Las políticas de apertura del presidente mexicano Lázaro Cárdenas favoreció que miles de niños, mujeres, hombres y, sobre todo, intelectuales, se cobijaran en el país azteca. Cientos de políticos mantuvieron la esperanzada de continuar allí con un gobierno paralelo pero legítimo.
Los primeros años de la dictadura de Francisco Franco coincidieron con el estallido de la II Guerra Mundial, por lo que los primeros movimientos republicanos no llegaron hasta el final del conflicto, en 1945. La derrota de la Alemania nazi les hizo creer una quimera, que el fascismo sería borrado de Europa.
El 21 de agosto de 1945, en el salón del Cabildo del Antiguo palacio del Ayuntamiento, se creó el 'gobierno de la esperanza', el ejecutivo legítimo de España presidido por José Giral.
LA ESPERANZA QUE NO TRIUNFÓ
Pese a las discrepancias internas, intentaron presentarse ante la Organización de Naciones Unidas como un único bloque bajo un documento en el que acusaban a Franco de dictador, pretendiendo su aislamiento internacional. Esto, sin embargo, fue visto como una carta amenazante en el ámbito mundial, por lo que no consiguieron ningún tipo de reconocimiento.
Sin jurisdicción, el alto valor simbólico no fue suficiente para mantener vivo un ejecutivo sin eficacia. A comienzos de 1947, el Gobierno se disolvió, aunque la II República no moriría hasta 1977.
Bajo el pretexto de que los gobiernos son elegidos y depuestos por los ciudadanos, no por los ejércitos, México mantuvo rotas las relaciones diplomáticas durante toda la dictadura, reabriendo su embajada cuatro años después de la muerte de Franco, en 1978.
En un ejemplo de solidaridad política y humanitaria excepcional, cientos de ciudadanos españoles rehicieron su vida en México. El ámbito académico, científico y social del país azteca se revitalizó y modernizó, propiciado por una España que nunca pudo ser.