Actualizado 26/08/2016 10:44

¿Qué puede enseñarnos El Padrino del proceso de paz colombiano? Razones para un optimismo moderado

Paz colombia
REUTERS

Por Carlos Martínez Sánchez*, investigador del Instituto Universitario de Estudios Latinoamericanos (IELAT) de la Universidad de Alcalá (UAH).

   LA HABANA, 25 Ago. (Notimérica) -

   Tras muchos años de cruel enfrentamiento civil, Colombia alcanza un acuerdo de paz histórico con las FARC, iniciando el camino de lo que puede ser un próspero futuro para el país sudamericano. Sin embargo, pese a las manifestaciones de júbilo y el horizonte prometedor que este acuerdo ofrece, también hay motivos para no ser tan optimistas y para reflexionar sobre algunos de los problemas que el post-conflicto puede acarrear.

   Si reducimos el conflicto a términos exclusivamente políticos, el acuerdo de paz es un éxito sin duda para la sociedad colombiana. Ahora bien, hace falta preguntarse por los motivos estructurales que han sostenido una contienda durante 52 años. Si bien la exclusión del terreno de la política convencional de un sector de la sociedad ha sido uno de los motivos (no hay que olvidar el exterminio de la Unión Patriótica), no ha sido el único que ha permitido la permanencia del conflicto. En cierta ocasión escuché a un colombiano decir que en Colombia había más territorio que Estado. La imposibilidad del Estado colombiano de garantizar una incorporación eficaz de los ciudadanos al Estado puede ser uno de los escoyos que se encuentre en el proceso tras la firma de la paz. En efecto, no se trata sólo de garantizar los derechos políticos como el sufragio libre o la presentación de candidaturas, sino también la posibilidad de desarrollar una vida digna basada en unas condiciones sociales mínimas. Sin duda, esos rincones oscuros del Estado colombiano donde no hay Estado, o donde no hay más que miseria, han sido parte del combustible que azuzó el conflicto durante más de 50 años.

   Cabe preguntarse ahora si esas zonas oscuras desaparecerán con la firma del tratado de Paz. Si no es así, quizás debemos mirar cómo ciertos conflictos en lugar de ser canalizados por vías políticas (aunque sean armadas, no hay que olvidar a Clausewitz), pueden serlo mediante estructuras sociales paralelas que generen inclusión en oposición al Estado. Si entendiéramos los cárteles en México exclusivamente en términos de criminalidad sin relación con la estructura social o económica del país, no podríamos entender la fuerte implicación de sus miembros en su estructura, incluso su sentimiento de pertenencia. En efecto, es la no inclusión en el Estado la que posibilita la existencia y la perduración de los cárteles. Éstos proporcionan trabajo, sanidad y seguridad para los suyos, bienes que, en ocasiones, el Estado no es capaz de garantizar. Conviene recordar uno de los diálogos más brillantes de la historia del cine para ilustrar bien la importancia de las estructuras paralelas:

   "Creo en América. América hizo mi fortuna y he dado a mi hija una educación americana. Le di libertad, pero le enseñé a no deshonrar a su familia. Conoció a un muchacho, no era italiano. Iba al cine con él, volvía tarde. Nunca protesté.

   El mes pasado la llevó de paseo con otro amigo suyo. Le hicieron beber whisky. Después, trataron de abusar de ella. Ella se resistió, defendió su honor y le pegaron como a un animal. Cuando llegué al hospital tenía la nariz rota y la mandíbula destrozada y sujeta con un alambre. No podía ni llorar a causa del dolor. Pero yo sí, porque lloré. Ella lo era todo en mi vida, una chica preciosa y nunca volverá a serlo.

   Yo fui a la policía como buen americano, los dos tipos fueron procesados, el juez los sentenció a tres años de prisión y dejó en suspenso la condena. Suspendió la condena y los puso en libertad. El mismo día. Yo me quedé en la sala como un imbécil y los dos canallas se reían de mí. Le dije a mi mujer, "la justicia nos la dará Corleone"".

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   Esta escena, con la que abre el film de Francis Ford Coppola "El Padrino", cuenta a la perfección cómo estas bandas criminales son mucho más que eso. En efecto, la Mafia o los cárteles de la droga son estructuras sociales paralelas al Estado donde los individuos encuentran bienes que en ocasiones el Estado es incapaz de suministrar. En la cinta de Coppola, Bonasera pide un bien público como la justicia a Vito Corleone ante la incapacidad del Estado de Nueva York de garantizar lo que él considera justicia. Lo importante de esta escena y lo que la une con el proceso de paz en Colombia es que esas estructuras paralelas proporcionan bienes parecidos a los que un Estado bien organizado debería suministrar. Dentro de estas estructuras uno puede tener "justicia", pero también si Bonasera hubiera necesitado un empleo con el que mantener a su familia hubiera podido demandárselo al Padrino o al Capo. Además, si no encuentras motivos para sentirte parte de un Estado, posiblemente la estructura de la mafia te proporcione un fuerte sentimiento de identidad, pertenencia y te ubique ante una sociedad en la que no encuentras tu hueco.

   La firma de la paz no soluciona el conflicto social latente que ha posibilitado la existencia de las FARC. Si el Estado colombiano no es capaz de gestionar el post-conflicto extendiendo la ciudadanía y llenándola de contenido no sólo político sino también garantizando los derechos sociales, el conflicto puede reaparecer de otra manera. En Guatemala los acuerdos de Paz entre el Gobierno y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca no trajeron consigo el fin de la violencia sino su desplazamiento. Lo que ayer se expresaba en términos políticos entre facciones políticas enfrentadas mediante las armas, hoy se expresa de manera social entre estructuras sociales paralelas que compiten con el Estado. Las maras y las pandillas han crecido notablemente a raíz de la finalización del conflicto ante la incapacidad del Estado guatemalteco de generar inclusión.

   Uno de los principales retos que tiene el Estado colombiano por delante es garantizar la inclusión de sus ciudadanos, proporcionándoles bienes públicos de calidad y extendiendo el Estado hasta los límites de sus fronteras. Si su sociedad acompañada de sus gobernantes lo consigue, el post-conflicto habrá dado un paso de gigante hacía un futuro sin violencia. Ahora bien, quedarán otros problemas por resolver en el post-conflicto como el papel de los paramilitares. Por el bien de Colombia y de los colombianos, esperemos que no se creen las condiciones sociales para que un nuevo Pablo Escobar nazca en el país latinoamericano.

   *Carlos Martínez Sánchez es licenciado en Historia y posee una maestría en 'América Latina y la Unión Europea: una relación estratégica'. En la actualidad, se encuentra realizando un doctorado que lleva como título 'Desafección política y movimientos sociales en las ciudades de Madrid, Barcelona y Guadalajara (2011-2015)' en el IELAT, en la UAH. Además, es miembro de la Asociación Visuahl, que tiene como fin renovar los lenguajes de divulgación académica dentro de las ciencias sociales, incorporando recursos audiovisuales.