Actualizado 08/09/2016 18:10

Serán revolucionarias, pero ya no estarán armadas

Paz en colombia
REUTERS

   BOGOTÁ, 25 Ago. (NotiméricaMT - Lara Lussón) -

   Desde la lejana Habana llegaron en la noche del 23 de agosto los primeros indicios de que el fin estaba cerca. "Estamos a las puertas de importantes anuncios", aseguraba 'Timochenko'. Las campanas sonaban desde hacía varios meses, pero esta vez sí se sabía de donde venían. Tras la intentona fallida del 23 de marzo, fecha anunciada a bombo y platillo por el Gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla como el día en que Colombia descansaría por fin de una guerra que se alargó más de cincuenta años, al anuncio del líder de las FARC le siguió un mensaje a la mañana siguiente del presidente que no dejaba lugar a dudas. "Hoy espero dar una noticia histórica". E histórica fue.

   Sobre las seis de la tarde del día 24 Santos habló. Salió a la Casa de Nariño y, desde la sala más importante del palacio de Gobierno y arropado por más de una decena de banderas colombianas, le comunicó al mundo, pero fundamentalmente a los suyos, que por fin todo estaba acordado. Atrás quedaron cuatro años de esfuerzos y de negociaciones en las que el presidente repetía como un mantra que "nada está acordado hasta que todo esté acordado".

   "Hoy hemos llegado a la meta. La firma de un acuerdo final con la guerrilla de las FARC es el fin del conflicto armado. La mejor forma de ganarle a la guerra fue sentándonos a hablar de la paz", pronunciaba poco después el jefe negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, desde Cuba, mismo escenario en el que su homólogo por parte de la guerrilla, Iván Márquez, gritaba al mundo que habían ganado "la más hermosa de las batallas, la de la paz".

   El 24 de agosto de 2016 no será solo la fecha en la que las delegaciones del Gobierno y las FARC firmaron la paz definitiva ni el 2 de octubre será únicamente ese día en que ojalá los colombianos ratifiquen el esfuerzo de más de cuatro años de conversaciones y trabajo mediante el esperado plebiscito. Ambas fechas supondrán, para la historia, la culminación de aquello que empezó el 26 de agosto de 2012, el día en el que las dos partes firmaron el 'Acuerdo General para la Terminación del Conflicto' y se sentaron a dialogar. Porque ese día, la guerrilla más activa de Latinoamérica decidió que era hora de abandonar la lucha armada. Y aquel día, también, un presidente dio su brazo a torcer y comenzó la pedagogía con su pueblo para hacerle entender que "para favorecer la paz había que sacrificar algo de justicia". Ese día, ambas partes decidieron que había llegado el momento de resarcir a las víctimas de esta guerra que deja más de 220.000 muertos, más de 45.000 desaparecidos y cerca de 6,6 millones de desplazados internos.

   Aquel 2012 comenzaban las negociaciones para definir la nueva política sobre el desarrollo agrario integral, para buscar solución a los cultivos de drogas ilícitas, para alcanzar un acuerdo sobre las víctimas y sobre las condenas que cumplirían los guerrilleros, para establecer la garantía de la dejación de las armas y para decidir de qué manera las FARC abandonarían la lucha armada para insertarse en la política.

   Hoy todos esos acuerdos se han alcanzado, hoy ya no quedan flecos que cerrar y a Colombia solo le falta la ratificación por parte de los ciudadanos, el 2 de octubre, de este proceso de paz histórico que sirve como ejemplo para el mundo entero y que libera a América Latina de la guerra.

   Las FARC entrarán, si el referéndum concluye con un 'Sí', en el Congreso y el Senado. Por el momento lo harán "con voz pero sin voto" y podrán presentarse, ya constituidos como partido político, a las elecciones de 2018. Tanto en esos comicios como en los de 2022 la nueva agrupación tendrá que alcanzar el 3 por ciento del apoyo civil para tener asegurados cinco escaños en cada una de las cámaras.

   Lo dijo claro Iván Márquez. "Termina la guerra con las armas y comienza el debate con las ideas". Ahora las nuevas FARC continuarán su lucha por la vía democrática, por la de la integración y el diálogo, y sus ideas de vieja revolución latinoamericana se transformarán en propuestas de ley. Aún no se sabe con qué nombre se presentarán para dar comienzo a su participación en la vida política, pero lo que hoy sí es definitivo es que en su revolución ya no cabrán las armas.