Actualizado 21/09/2014 21:02

Un enfermo de Alzheimer necesita el apoyo de su familia

Alzheimer, demencia
Foto: GETTY

MADRID, 21 Sep. (Notimérica/EP) -

   Este domingo 21 de septiembre se celebra el Día mundial del Alzheimer, un evento instituido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y auspiciado por Alzheimer's Disease Internacional (ADI) en 1994.

   Una vez que el Alzheimer ha mostrado los primeros síntomas, la familia tiene un papel fundamental para ayudar a ralentizar la evolución de esta enfermedad incurable que este domingo celebra su Día Mundial. Este mal se caracteriza en su forma típica por una pérdida de la memoria inmediata y de otras capacidades mentales.

   Tratar a estos pacientes no es fácil, cuando se descubre la enfermedad en fases leves carecen de recursos terapéuticos adecuados, de modo que se ven obligados a esperar a que la enfermedad avance para acceder a un Centro de Día en el que puedan recibir terapias que mantengan su autonomía y su funcionalidad.

   Es aquí dónde se debe apoyar a la familia y trabajar con ella, de modo que se evite aislar al paciente hasta el punto de verse incomprendido y deprimirse. "Es fundamental cuando se hace el diagnóstico dar atención también a la familia y explicarles cuáles son los cuidados al enfermo; es fundamental cogerlos cuánto antes para que ayuden en el retraso del Alzheimer", señala el doctor Javier Gópez Pavón, que recomienda atender a la familia al mismo tiempo que al enfermo, desde el primer momento.

    Además de reforzar la psicoestimulación y adaptación a los déficits, el cuidador tiene el papel de tratar que el enfermo no se aisle, ya que "eso va a provocar en el paciente mayor depresión e incluso situaciones disruptivas (irá, agresividad, delirios, trastornos del sueño, etc), que "no solo agudizan la enfermedad sino que desestructuran a la familia".

   En las fases más avanzadas "la fuerza del amor", es decir mantener la parte emocional que une a la familia, también ayuda a conectar al enfermo con sentimientos que reconoce, devolviéndole de algún modo a sensaciones positivas ya vividas. "El enfermo con Alzheimer es una persona apática, cambia según avanza la enfermedad, parece que no tiene emociones, se van aislando pero necesitan continuamente esa emoción, el poder de los besos, los abrazos, etc", afirma.

   "Uno se vuelve desorientado, reconoce a su marido o a su mujer pero no sabe que es su marido o su mujer, reconoce la casa pero no sabe dónde está, el cerebro está alterando pero reconoce un acto o el estar de una persona que le da confianza, y eso lleva consigo que el paciente esté tranquilo", añade.

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