Zapatos y juguetes junto a un centro de reclusión de migrantes en Estados Unidos
REUTERS / MIKE BLAKE

   WASHINGTON, 22 Jun. (Reuters/EP) -

   Las experiencias de los niños que han pasado por un centro de detención para inmigrantes del sur de Texas oscilan entre la pena y el miedo, con menores que dejan de comer, que empiezan a reclamar a su madre que les coja más en brazos pese a saber andar o que comienzan a morder a otros niños.

   Estos cambios han sido experimentados por niños que han pasado únicamente tres semanas en un centro de detención para familias en la localidad texana de Dilley, uno de los tres habilitados en Estados Unidos para acoger juntos a padres e hijos interceptados en la frontera con México.

   Así lo han contado a la agencia Reuters abogados y voluntarios que han alertado de las consecuencias de una férrea aplicación de las restricciones migratorias. Solo el mes pesado, la guardia fronteriza estadounidense detuvo a 9.400 personas de grupos familiares por entrar en el país de forma ilegal.

   "Ningún niño o unidad familiar con hijos debería estar nunca bajo arresto", ha reclamado el cofundador de la ONG Terra Firma, Alan Shapiro, que ha constatado retrasos en el desarrollo y cuadros de nerviosismo entre los menores recluidos en estas últimas semanas.

   Una abogada que acude cinco días a la semana a Dilley, Katy Murdza, ha advertido de que los problemas mentales ya son evidentes entre las familias detenidas durante las últimas tres semanas. "Vemos a niños de dos años cogiendo el teléfono de la pared y diciendo: '¿papá?'. Ven un agente varón y le preguntan dónde está su padre", ha contado.

   Las instalaciones de Dilley tienen salas de juego, gimnasio, juguetes y libros, con los que, según la compañía privada de prisiones CoreCivic, se quiere ofrecer "un ambiente seguro y apropiado" para los padres inmigrantes y sus hijos. La agencia de fronteras también mantiene que se toma "muy en serio" la seguridad y el bienestar de los internos.

CAMBIOS DE POLÍTICA

   El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, promulgó el miércoles un decreto para terminar al menos con la política de separación de los niños, en base a la cual más de 2.000 menores fueron arrebatados de sus padres. Esta orden permite que las familias permanezcan juntas mientras duran los procedimientos, lo que puede tardar meses o incluso años.

   Esta concesión puede añadir a los centros de retención un nuevo problema: el de la saturación. Las instalaciones de Pensilvania y Texas, las únicas habilitadas para familias, tienen una capacidad de unas 3.300 camas y se encuentran actualmente a un 79 por ciento de su capacidad.

   El Departamento de Sanidad y Servicios Humanos ha analizado ya tres instalaciones de Texas como potenciales bases para reclusiones y, según el Pentágono, también se revisará una base aérea de Jacksonville, en el estado de Arkansas.

   Una portavoz de la Women's Refugee Commission, Michelle Brané, ha advertido de que, aunque los centros de Texas y Pensilvania no están llenos lo estarán "si comienzan a enviar a gente", por lo que ha instado a las autoridades a habilitar bases militares cuanto antes.

   Un experto del John Jay College of Criminal Justice de Nueva York, Daniel Stageman, ha advertido de que podrían ser necesarios tres meses para que el Gobierno o algún contratista privado habilite centros seguros y con las atenciones necesarias.