Actualizado 02/09/2017 09:03

La respuesta centroamericana a la violencia de las maras

Mara Salvatrucha (MS-13) gang members wait to be escorted upon their arrival at
REUTERS / JOSE CABEZAS
   

   SAN SALVADOR, 2 Sep. (Notimérica) -

   Las maras se han convertido en uno de los principales problemas públicos, protagonizando una violencia sin fronteras en Centroamérica, donde cuentan con unos 54.000 miembros, mayoritariamente concentrados en los tres países del Triángulo Norte: El Salvador, Honduras y Guatemala.

   Los jóvenes tatuados que conforman las maras son responsables de decenas de muertes, cientos de desplazamientos forzados, robos, abusos, violaciones y otros actos de violencia. Estos grupos criminales, considerados un peligro a escala internacional, han conseguido multiplicar la tasa de homicidios en la región.

   El sustento principal de toda esta violencia, protagonizada por las maras, es la extorsión. El 'modus operandi' de las estos grupos está basado en sobornar y acosar a comercios y negocios locales, a los que ofrecen protección a cambio de dinero, con lo que no solo consiguen sustento económico, sino también mantener el control sobre una zona.

   La necesidad de terminar con las maras se ha hecho palpable en la tregua declarada en El Salvador, momento en el que el número de asesinatos se redujo a la mitad de la noche a la mañana, según ha publicado 'Esglobal'.

PRIMERAS RESPUESTAS

   Este tipo de violencia organizada extrema comenzó a visibilizarse a principios de los años 2000, momento en el que los países del Triángulo Norte comenzaron a desarrollar estrategias punitivas para combatir sus crímenes.

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   Con programas como 'Mano dura' en El Salvador, 'Tolerancia cero' en Honduras y 'Plan escoba' en Guatemala, se intentó terminar con estas redes de violencia mediante el encarcelamiento masivo, el endurecimiento de la ley penitenciaria o ejecuciones extrajudiciales mediante las que se aplicaban diferentes castigos.

   La repercusión real de estas medidas ha sido muy escasa, ya que factores básicos para erradicar al violencia de las maras, como las raíces sociales del colectivo, se han ignorado. Estos grupos violentos no solo aportan a al juventud una salida económica, sino que conforman una familia entorno al sujeto al que le otorgan una identidad y un estatus social, sobre todo en casos en los que los objetivos se sienten excluidos de la sociedad.

   La encarcelación masiva de miembros de las maras, por otro lado, no ha servido más que para conformar redes dentro de las cárceles, donde se organizan y se reafirman en su condición de 'parias' y excluidos de la sociedad.

COLABORACIÓN

   Ante la ineficacia de todas estas medidas, los países del Triángulo Norte están intentando poner en marcha políticas coordinadas y dar una respuesta colectiva a un problema que siempre ha sido colectivo.

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   En el caso de Guatemala han comenzado a aplicar medidas contra la extorsión, la financiación principal de las maras, así como la modificación de los regímenes penitenciarios y medias punitivas diferentes a la cárcel. Por su parte, tras la tregua, El Salvador se encuentra estudiando una posible negociación con las maras, iniciativa propuesta por parte de las pandillas. Además, con el fin de combatirla con armas más eficaces, las maras han sido catalogadas como grupos terroristas en Honduras y El Salvador.

   La negociación es un vía que los tres países se encuentran explorando, sobre todo mediante líderes religiosos que puedan promover cierta confianza entre las partes.

   Por otro lado, la lucha contra la pobreza, la inclusión social de los sectores de la población más desfavorecidos, la promoción de la educación y las campañas en contra de la violencia son políticas indispensables para terminar con un problema enraizado en la sociedad y con la justificación del aislamiento para la violencia, sin olvidar que los jóvenes miembros de las maras son, además de verdugos, víctimas de una deficiencia social.

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