FAVELA BRASIL
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   RÍO DE JANEIRO, 24 Oct. (Notimérica) -

   La muerte este lunes de una turista española que visitaba una de las favelas más conocidas y grandes de Río de Janeiro, la favela de Rocinha, ha despertado nuevamente la polémica sobre la inseguridad y la violencia que se vive en dichos lugares, los cuales se presentan paradójicamente como un atractivo turístico muy importante.

   Según publica el portal 'Imagina Río de Janeiro', actualmente existen aproximadamente unas 1.000 favelas en Río de Janeiro y la gran mayoría están instaladas en la cuesta de los cerros y morros, desde donde pueden verse una bonita panorámica de la ciudad.

   Los vivos colores con los que aparecen pintados los edificios, escalonados y superpuestos, llaman la atención de todas las cámaras de los turistas que ven dichos lugares con un gran atractivo por lo 'desconocido' de sus entrañas.

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   El citado portal indica que hoy en día "un 20 por ciento de la población carioca vive en una favela, pero siguen siendo lugares desconocidos y lejanos para las personas que no viven allí", especialmente por la peligrosidad del acceso a las mismas, invadidas mayoritariamente por el negocio del narcotráfico y la violencia.

   En el año 2016 el Gobierno decidió introducir las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) en las favelas de Río de Janeiro con la intención de paliar la problemática. Sin embargo, un informe publicado por la agencia argentina 'Télam' del Instituto de Seguridad Público (ISP) carioca, publicado a principios del mes de octubre de 2017, indicaba que el número de muertos en acciones policiales un 30 por ciento mayor de lo registrado en el año 2016.

   Y es que los índices de muertes por tiroteos con las fuerzas de seguridad comenzaron a aumentar gradualmente desde 2015, año en que el estado de Río entró en una crisis que provocó su virtual bancarrota, dice el citado medio, agravándose tras el Mundial de Fútbol de 2014 y de los Juegos Olímpicos de 2016, momentos en los que fue muy crítica la actuación y a las acciones llevadas a cabo por el Gobierno brasileño para dar 'la imagen' adecuada del país.

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   Ahora, este tipo de visitas pretenden cambiar las ideas preconcebidas acerca de las favelas y su gente, dice el portal digital, haciendo que los turistas se acerquen a la realidad local de estas comunidades y generen una comprensión más profunda de la ciudad de Río y de la estructura social brasileña. Así, la exposición de la pobreza como entretenimiento turístico supone para muchos de los habitantes de las favelas un trato ofensivo e irrespetuoso, de la misma manera que contribuiría a la cosificación de la marginación por las clases altas y pudientes, capaces económicamente de costearse el viaje vacacional.

   Una vez más, y como también ha podido verse en México con el intento de erradicación del narcotráfico, las medidas punitivas en contra de la violencia y la ilegalidad --más en un escenario de crisis económica, institucional y social, con altos índices de elitismo, homofobia y racismo, y una estructura estatal invadida por la corrupción-- no representarían sino la continuidad y agravamiento de la situación de todas las inseguridades que se viven en las favelas y, de nuevo, la condena de las clases más desfavorecidas de Brasil.

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Por ello, si bien el acercamiento de población extranjera y carioca a las favelas de Río es lícito e, incluso, beneficioso, y no solo por la no total 'marginanción' de sus gentes y lugares, también debería serlo a nivel integracional y social, dejando así de caer de nuevo en lo lucrativo de unos pocos a costa del resto. La inversión económica y social, más allá de los colores de las edificaciones y de la visita al lugar de manera pautada y guiada, favorecería al turismo en general y hasta a sus vecinos, quienes un día podrían dejar de ver el lugar como atractivo turístico por su desconocimiento y sí por su disponibilidad, apertura y bienestar.

 

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