Actualizado 07/06/2014 19:21

Mundial de Brasil, de la algarabía a las protestas

Protestas en contra del Mundial en las favelas
Foto: REUTERS

BRASILIA, 7 Jun. (Notimérica/EP) -

   En 2004 y respetando la recién instaurada norma de rotación, la FIFA eligió a la Federación Sudamericana (Conmebol) para albergar la XX edición de la Copa del Mundo. La norma que aseguró la Copa del Mundo en sede africana hacía que el Mundial se organizase en Sudamérica por 5º ocasión. Mientras, Brasil se postulaba como la candidatura oficialista desde los despachos del presidente de la Conmebol, Nicolás Leoz.

   Pese al reiterado interés del presidente de Colombia, Álvaro Uribe, en organizar el evento, Brasil confirmó su respaldo mayoritario en la región y consagró su favoritismo convirtiéndose en la única candidatura en abril de 2007 tras la renuncia de Colombia.

   Se confirmaba la noticia, el Mundial volvería 64 años después a disputarse en el país del fútbol. El júbilo inundaba una nación que ya había sido designada sede de los Juegos Panamericanos de 2007, lo que sería antesala del premio gordo: la elección como primer país olímpico sudamericano en 2009.

   Brasil sonreía y el carismático presidente Luis Inácio (Lula) da Silva aseguraba que la designación mundialista no era exclusivamente una victoria de Brasil, sino del fútbol en su conjunto. "Lo digo porque estoy convencido de que Brasil organizará un gran campeonato. Hace bastante tiempo que teníamos este sueño. El fútbol es una pasión nacional, y los brasileños estarán listos para recibir al mundo", declaraba uno de los lideres mas influyentes del planeta. Un discurso que transmitía ilusión e inclusión social en una economía emergente que reclamaba su espacio en el concierto internacional.

LA ÉPOCA DE LAS SONRISAS

   Asegura la web de la FIFA que la magnitud de la fiesta vivida en Brasil el 30 de octubre de 2007 a raíz del anuncio oficial habría pensado que la Canarinha había ganado la Copa del Mundo. Una algarabía que en junio de 2009 se extendió por cada una de las 12 localidades brasileñas elegidas sede del Mundial en un evento seguido desde estadios y lugares públicos. Ciudades donde los festejos se sucedían a la par que la ilusión de la ciudadanía por el evento se disparaba.

   En Maracanã casi 70.000 cariocas empezaron a festejar la elección de Río de Janeiro como sede antes de un partido del Flamengo. No faltó la consabida exaltación nacional con banderas brasileñas, los hinchas formaron un mosaico verde y amarillo, mientras la cantante Sandra de Sá entonó el Himno Nacional Brasileño.

   Espectáculos musicales y de fuegos artificiales fueron la expresión de felicidad en numerosas ciudades. Eventos organizados por las autoridades locales en las que los aficionados se congregaron por miles. 20.000 personas se concentraron delante del estadio Vivaldão en Manaos para seguir la conferencia del presidente de la FIFA, Joseph Blatter. Alrededor de 10.000 ciudadanos de Recife dieron la bienvenida al Mundial en una jornada amenizada por el artista local Alceu Valença.

   "Ha ganado todo Brasil. Convoco a todos para desarrollar proyectos que permitan la participación de todo el país, y no sólo de las ciudades sede", aseguraba el ex dirigente de la Federación brasileña de fútbol  Ricardo Teixeira, que ocupó el cargo durante 23 años, considerado otro de los artífices de la elección.

   El éxito de la candidatura se presentaba como un logro social, y como tal se celebró en lugares como Cuiabá, una ciudad con mucha involucración en el proyecto mundialista. Cuando se confirmó que serían sede las autoridades locales organizaron distintos escenarios por toda la ciudad, donde más de 500 artistas regionales animaron los festejos de los cuiabanos.

2013, EL AÑO DE LAS PROTESTAS

   A principio de 2013, y con la euforia mundialista en descenso el alcalde de São Paulo, Fernando Haddad, anunciaba el incremento en la tarifa del transporte público para el mes de junio. A modo de semana trágica, las protestas juveniles se fueron sucediendo en los principales focos de la ciudad paulistana. Millares de manifestantes que reclamaban la bajada de la tarifa y los primeros encontronazos con las autoridades policiales hicieron que la tensión social fuera en aumento.

   En las mayor concentración se llegaron a dar cita 5.000 manifestantes y los choques con la Policía se saldaron con 232 personas detenidas y numerosos heridos de ambos lados. La brutalidad de las autoridades fue denunciada por el propio alcalde, y se abrieron investigaciones ante la hostil intervención policial.

   La simpatía por la causa paulistana ya se había extendido por todo el país con manifestaciones en numerosas urbes. Especialmente sintomático resultó el desencanto en Brasilia. Los miles de ciudadanos festejando la consecución del Mundial se tornaron en manifestantes indignados con el cuantioso desembolso mundialista.

   En Brasilia, donde se organizó el partido inaugural la Copa Confederaciones en Junio de 2013, evento antesala de la Copa del Mundo, las riadas de personas marchando en los adelaños del estadio se contaban por miles así como la presencia policial se cifró en 3.200 efectivos.

   Los gases lacrimógenos y balas de goma empleadas por la autoridad describían crudamente el desencuentro existente entre los organizadores y unos protestantes solidarizados con la lucha social en São Paulo y que reclamaban mayor inversión en educación y salud a nivel nacional.

EN VÍSPERAS DEL MUNDIAL

   Aunque las protestas callejeras han perdido algo de fuelle en los últimos meses, en el país reina un clima de crispación y repulsa al Mundial. El reciente sondeo elaborado por el Pew Research Center cifraba en el 72 por ciento el índice de insatisfacción popular. Los trabajadores del Metro de São Paulo mantienen una huelga ante la negativa a aceptar un aumento salarial que podría afectar al partido inaugural del Mundial. Y la pasada semana, miles de "sin techo" marcharon pacíficamente hasta el estadio Arena Corinthias de Sao Paulo.

   Las autoridades policiales esperan "protestas menores pero más violentas", a tiempo que parece que el desencanto se ha diversificado en la sociedad brasileña tomando cuerpo distintas protestas sociales.

   Una realidad que el expresidente, Da Silva, gran defensor y artífice del evento, ha analizado en clave social asegurando que capas sociales han descubierto que además de ganar copas del fútbol "pueden superar el hambre, la pobreza, la falta de productividad y la desigualdad social".