Actualizado 15/07/2016 09:14

Juana de América, ministra de la poesía uruguaya contemporánea

JUANA IBARBOUROU
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   MADRID, 15 Jul. (Notimérica) -

   Se cumplen 37 años de la desaparición de uno de los referentes poéticos más importantes de la historia de Uruguay, Juana de Ibarbourou. También denominada popularmente como 'Juana de América', se dio a conocer con el apellido de su marido, con quien se casó a los 20 años.

   La historia de la poetisa estuvo marcada desde su mismo nacimiento. Hija de padre españoles, nació el 8 de marzo de 1892 en la ciudad de Melo, Uruguay, fecha en la que actualmente se celebra el Día Internacional de la Mujer.

   Su apellido real era Fernández Morales pero fue a partir de su enlace matrimonial con el capitán Lucas Ibarbourou cuando se daba a conocer con dicho apellido aunque también se le añadió el título "de América" en el año 1929 en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo por el doctor Juan Zorrilla de San Martín. Con un anillo que simbolizaba su "casamiento" con el continente, Juana fue conmemorada por sus logros y extensión por todo el territorio.

   Vivió en su ciudad natal hasta los 18 años y allí comenzó a interesarse por la escritura. La que fue su casa en el departamento de Cerro Largo, en Melo, ahora es un museo. Así, abandonó la tranquilidad por el descubrimiento de la vida acelerada en la capital, donde vivió cerca de tres años.

   Al principio, la ciudad no era el lugar preferido por la poetisa pero con el tiempo se interesó por sus cualidades. Montevideo vio la gestación de sus primeros trabajos: 'Las lenguas de diamante' (1919), 'El cántaro fresco' (1920) y 'Raíz salvaje' (1922). Esta primera etapa estuvo muy marcada por la corriente artística modernista, con inspiraciones exóticas y constantes referencias a la naturaleza.

   Esta tendencia suave y realista fue ganando sinceridad y vanguardismo, tal y como se muestra en la publicación de 'La rosa de los vientos' (1930), con ciertos toques surrealistas y exaltación de la metáfora. Sus influencias no se quedaron ahí sino que se tornaron hacia el misticismo en 'Estampas de la Biblia', 'Loores de Nuestra Señora' e 'Invocación de San Isidro', donde se empeñó en demostrar las reticencias religiosas.

   Su trabajo, tanto en poesía como en prosa, donde se dedicó más a la temática infantil, siempre estuvo marcado por un exquisito toque singular y abundancia de imágenes sensoriales que evocan al cromatismo más perenne. Sin embargo, este carácter vitalista y natural pasó a tener un aspecto más melancólico y solemne, una temática que estuvo muy acorde a su personalidad en diferentes momentos de su vida.

   En la década de 1950, ocupó la presidencia de la Sociedad Uruguaya de Escritores. Además, recogió sus versos en 'Perdida' (1950), 'Azor' (1953), 'Romances del destino' (1955) y 'Oro y Tormenta' (1956). Así, al fin de esta época dorada se le concedió el Gran Premio Nacional de literatura, donde encabezó la lista de este novedoso galardón.

   Juana de Ibarbourou compartió escenario literario con las poetisas uruguayas Delmira Agustini y María Eugenia Vaz Ferreira, pero fue con la reconocida escritora chilena Gabriela Mistral con quien mantuvo un parentesco más directo en relación a su celebridad. Ambas mantenían un talento innato por el desarrollo del detallismo y la pasión pero se diferenciaban en su enfoque y materia.

   Por un lado, Mistral tenía especial interés en el espiritualismo cristiano. Por otro, Ibarbourou destacaba, al menos en su segunda etapa, cierto interés por la vitalidad, sensualidad, paganismo y erotismo.

   A pesar de su inabarcable reconocimiento por parte de la sociedad pero no siempre por sus compañeros de profesión, la protagonista de este aniversario no tuvo un desenlace feliz. Durante sus últimos años de vida, se encerró en su casa sin ningún contacto con el mundo exterior. Así se puede leer estos últimos momentos en la primera biografía de la poetisa escrita por Diego Fischer, titulada 'Al Encuentro de las Tres Marías'.

   La belleza física de la escritora junto con la riqueza que poseía su marido era objeto de envidias y habladurías. Tal fue este destierro social cuando tuvo su primer contacto con el medicamento que la llevó al final de sus días: la morfina. Víctima de violencia doméstica por parte de su hijo Julio César, Ibarbourou se sumió en una tremenda depresión que había empezado poco después de ser nombrada como titula este artículo.

   Al morir, fue velada en el Salón de los Pasos Perdidos en el que casi 40 años antes había sido titulada 'Juana de América'. Se impuso duelo nacional y fue enterrada con honores de Ministro de Estado, una distinción de la que no había gozado nunca antes una mujer en la historia de Uruguay.

   En la actualidad, su rostro circula por las calles de Uruguay impreso en los billetes de mil pesos. Además, su nombre figura en la biblioteca municipal de Lugo, en Galicia, España, ciudad de la que fue originario su padre.