Publicado 24/09/2016 09:29

La magia de René Lavand, el ilusionista de una sola mano

René Lavand, ilusionista
FACEBOOK PAULO ABRANTES

   BUENOS AIRES, 24 Sep. (Notimérica) -

   Fue en Buenos Aires donde surgió la magia. Un 24 de septiembre de 1928, la capital argentina vería nacer a René Lavand, su ilusionista más ilustre.

   Lavand creía en la perfección, persiguiendo número tras número una quimera que, como él mismo reconoció al diario español 'La Nueva España', "no existe".

   Sin embargo, si acaso sus actuaciones no eran impecables, estaban cerca de serlo. "La palabra magia la dejo para el amor y, últimamente, para la tecnología", declaró en una ocasión. Porque todo mago tiene sus trucos, pero los de Lavand siempre pasaron desapercibidos.

   Su romance con el ilusionismo comenzó muy pronto. Cuando tenía siete años, su tía Juana lo llevó a la presentación de un mago llamado 'Chang', donde quedó asombrado. Desde entonces, este argentino se apegó a una baraja de cartas con la que aprendería a hacer pequeños trucos.

   Dos años más tarde, su sueño estuvo a punto de truncarse. Debido a un accidente de tráfico, Lavand --quien era diestro-- perdió su mano derecha. Un joven de 17 años que conducía el coche de su padre lo atropelló y le aplastó su brazo derecho, por lo que los médicos sólo pudieron salvar 11 centímetros de este.

   El incidente no paró al reconocido mago, muy admirado por la leyenda viva David Copperfield. Así, Lavand realizaba sus ilusiones con la única ayuda de su mano izquierda. Practicó obsesivamente la cartomagia hasta alcanzar un completo dominio de la baraja, un duro trabajo de autodidacta, ya que "todos los libros y técnicas son para magos de dos manos".

   Con esfuerzo y sacrificio, Lavand hizo de sus espectáculos toda una oda al ilusionismo. No obstante, lo llamativo de estos no radicaba exclusivamente en su habilidad con las cartas, sino en las historias con las que vestía sus números y su característico manejo de la pausa y el silencio.

   En este sentido, su truco más famoso era la versión de 'Agua y aceite'. Fue en este juego donde popularizó la frase "no se puede hacer más lento", una afirmación que estaría de telón de fondo en cada uno de sus 'shows'.

   "La cámara implacable no me deja mentir", decía también el argentino cuando transmitía su magia a través de la pequeña pantalla, donde el dramatismo y la interpretación eran también una pieza clave de su espectáculo.

   "Lavand medía sus sesiones de magia con una copa de vino. Empezaba con una llena y se la iba bebiendo con cada juego. Y cuando acababa la función, coincidía con la copa vacía. Es una forma fantástica de medir el tiempo de una actuación", relató el ilusionista Ricardo Sánchez a 'Verne', con motivo de su muerte, el 7 de febrero del pasado 2015.