Actualizado 26/11/2018 13:54

Boca vs. River, la 'archifinal' de la Copa Libertadores que ha ensuciado la imagen de Argentina para la Cumbre del G-20

Soccer Football - Copa Libertadores Final - Second leg - River Plate v Boca Juni
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   BUENOS AIRES, 26 Nov. (Notimérica) -

   Solo la afición argentina podría provocar la situación que se vive actualmente en con la final de la Copa Libertadores entre el River Plate el Boca Juniors. Los dos principales equipos del país, rivales eternos de la misma ciudad, Buenos Aires, continúan sin tener fecha para el partido que dará la victoria final a uno de los dos.

   La que han denominado como la final más larga del mundo acumula a día de hoy cuatro jornadas. La primera tuvo lugar en la Bombonera del Boca, o iba a tener lugar, ya que fue suspendida por la lluvia. Pasadas 24 horas pudo llevarse a cabo la esperada jornada de partido, el cual acabó en un empate a 2-2 y puso el ojo de todo el mundo en el día 24 de noviembre en el estadio del Monumental.

   Llegado el día, la expectación era máxima. Un clásico, la final de las finales, una final pospuesta, atención mediática mundial. Sin embargo, un hecho frecuente en el mundo del fútbol argentino volvió a suceder: la violencia de los ultras. Los hinchas locales atacaron salvajemente el autobús en el que trasladaban hasta el lugar a los jugadores del Boca, dos de los cuales tuvieron que se trasladados a un hospital cercano al Monumental.

   De hecho, a las 17.00 horas de ese día, cuando debía dar inicio el juego, el capitán del Boca, Pablo Pérez, y el jugador Gonzalo Lamardo, ingresaban en un centro hospitalario para recuperarse de los cortes sufridos ante el ataque. Y no fueron los únicos afectados, pues varios cristales del autobús se rompieron o astillaron mientras los deportistas estaban en su interior.

   Ante los hechos, la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) retrasó en un primer momento el inicio del partido. El balón debía comenzar a rodar a las 19.15 horas, pero los alrededores del estadio parecían un campo de batalla. Simpatizantes del River y seguidores del Boca --que habían acudido al lugar para apoyar a su equipo aunque no estuviera autorizada su entrada al campo, precisamente por motivos de seguridad--, recibían con violencia golpes por parte de agentes argentinos que trataban de despejar la zona a base de más violencia.

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   Palos y gases lacrimógenos desplegados por los más de 2.000 efectivos policiales desplegados, acompañaron la entrada de aquellos que habían conseguido hacerse con un pase para el partido, algunos turistas internacionales, venidos desde Europa y Asia, que se habían desplazado hasta Argentina únicamente para ver el clásico. Mientras, las mismas autoridades del lugar no conseguían proteger a los jugadores del Boca, los que no estaban heridos.

   El tiempo transcurría, las bebidas se agotaban, y el partido no se iniciaba.

   Mientras, los representantes de ambos clubes y la Conmebol estaban reunidos debatiendo la disputa o no del partido. Y finalmente, ganó el 'no'. La Conmebol anunció un nuevo aplazamiento, en esta ocasión para el domingo 25 de noviembre, a las 17:00 hora local, las 21.00 española. El desalojo del estadio, tras una batalla campal llena de caos e histeria, volvió a dar lugar a nuevos incidentes en los alrededores.

   Y llegó la cuarta jornada, el esperado domingo 25 de noviembre. El Boca reclamó que dos de sus jugadores continuaban heridos y que el resto de ellos no se encontraban seguros ante los hechos acontecidos días antes. Ante ello, y de nuevo, la Conmebol decidió a última hora suspender el partido, esta vez sin poner fecha para su celebración. Sin embargo, sí ha convocado una reunión en la capital paraguaya, Asunción, donde se encuentra la sede de la institución, para que las autoridades futbolísticas lleguen a un acuerdo sobre la celebración de esta final.

   Tal y como recuerda el diario español 'El País', el juego definitivo, de haberlo, no se disputará de forma inminente, pues a partir del jueves a mediodía Buenos Aires se cierra para albergar la cumbre del G-20. Las imágenes dadas las últimas semanas respecto al clásico argentino han ensuciado los planes del presidente, Mauricio Macri, quien además enfrenta horas bajas por la crisis económica por la que atraviesa el país y el préstamo realizado al Fondo Monetario Internacional (FMI) para paliar la situación. El agujero en la seguridad de la capital que ha dado muestra la final de la Copa Libertadores es la gota que colma el vaso argentino, un vaso en el que el fútbol tiene como ingrediente tanto lo deportivo, como lo político y lo social.

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   De hecho, cuenta la leyenda que el River Plate es el equipo de la elite argentina, por lo que los llaman 'los millonarios', mientras que el Boca es el del pueblo, llamándolos despectivamente como 'los bosteros' (excremento de caballo). Sin embargo, como recuerda 'BBC Mundo', el denominativo de 'los millonarios' de los jugadores del River responde al alto coste de uno de sus jugadores en los años 30, mientras que 'los bosteros' deriva de que, cerca de su cancha, se encontraba una fábrica de ladrillo en la que se usaba abono de caballo como combustible.

   Sí es cierto que los barrios en los que se encuentras sus respectivos estadios son diferentes: mientras que el estadio Alberto J. Armando --conocido como La Bombonera--, está en una zona más popular y ruidosa, en el barrio porteño de La Boca, el de River, el Estadio Antonio Vespucio Liberti --conocido como Estadio Monumental--, se encuentra en un barrio de clase media alta, en Belgrano. Por el contrario, el presidente Macri --procedente de una familia de empresarios de renombre en todo el país y miembro de la burguesía-- fue presidente de Boca Juniors, y llevó al actual presidente del club, Daniel Angelici, al cargo, al tiempo que este apoyó notablemente a Macri en la judicatura bonaerense.