Publicado 26/12/2015 16:41

Brasil busca en las favelas a futuros campeones olímpicos de boxeo


RÍO DE JANEIRO, 26 Dic. (Notimex/Notimérica) -

Apenas suena la campana, Patrick Lourenço desliza su cuerpo entre las cuerdas y sale disparado del cuadrilátero para hidratarse, pues un nuevo contrincante le espera para el próximo combate de entrenamiento.

No transcurre un minuto y, de nuevo, el menudo boxeador de la categoría peso mosca (49 kilogramos, 164 centímetros de estatura) ya se esconde entre sus guantes, protegiéndose de los ganchos que le propicia su rival, también alumno del gimnasio Raff Giglio, un modesto centro de entrenamiento en la favela de Vidigal.

"Es muy rápido, apenas ves los golpes", explica Joao, un boxeador de 19 años que ha hecho de sparring de Lourenço minutos antes, y quien se aplica una toalla mojada en un coágulo en el ojo derecho que ha aparecido como consecuencia de los golpes.

A cada directo de derecha que Patrick suelta le acompaña, como el trueno al relámpago, un intenso suspiro que emerge de sus entrañas en forma de ruido, casi metálico, que se expande por el pequeño gimnasio de unos 100 metros cuadrados y que en esta mañana de lluvia presenta varias goteras.

"La derrota te enseña mucho, probablemente mucho más que la victoria, porque te motivas para mejorar. La victoria te relaja, y eso no es bueno", indica.

"Siempre tienes que pensar que del otro lado del mundo, en China o en Kazajastán, hay otro deportista que está entrenando el doble que tú", explica la gran promesa del peso pluma para los Juegos Olímpicos de 2016.

De raza negra, nacido en la favela de Vidigal hace 22 años y huérfano de padre desde los tres a causa de la violencia en la comunidad, el perfil de Lourenço no es el de un deportista de élite cualquiera: él es un luchador casi nato, en la vida y sobre la lona, y ambas experiencias se retroalimentan.

"Estuve cerca de ir hacia el lado oscuro, hacia el crimen y el narcotráfico, porque aquí en la comunidad, en la favela, no tenemos las mismas oportunidades que en los barrios ricos", señala.

Asegura que su madre y el deporte lograron que fuera por el buen camino, con la mirada fija y determinada, sentado en el centro del cuadrilátero mientras las gotas de sudor no cesan de resbalar por su sien.

Actual número dos del mundo en su categoría, según la AIBA Pro Boxing (APB), y titular de la selección brasileña de boxeo, Lourenço le debe mucho a su primer entrenador, Raff Giglio, fundador del gimnasio y mentor de decenas de deportistas que acuden a ese centro como válvula de escape a los problemas y, a la vez, como tentativa de ascensión social.

"Raff es para mí como un padre, no sólo en el tema deportivo, sino también por el calor que me ha dado", explica Lourenço, uno de los más sólidos aspirantes del deporte brasileño a conseguir medalla en los próximos Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016.

Giglio -a quien todos llaman "Raff" en el gimnasio- apadrina desde hace años el proyecto "Todos en la Lucha", que se encarga de formar "primero humanamente y luego deportivamente" a los jóvenes de la favela de Vidigal, situada en el sur de Río de Janeiro.

"El Estado ha abandonado la favela y a sus habitantes, por eso yo me encargo con mis propios recursos de ayudarles a salir adelante", critica "Raff", mientras a su alrededor dos pequeños boxeadores de apenas tres y cuatro años comienzan a dar sus primeros golpes.

A unos meses del inicio de los Juegos de Río, cuando el deporte brasileño quiere consagrarse en otras disciplinas que no sea el omnipresente fútbol, Lourenço admite que comienza a sentir la presión, pero encara el desafío con el sueño de convertirse en un héroe en su favela.

"Empiezo a sentir la presión, pero eso es bueno. Estoy convencido de que voy a ganar el oro y ese día, en la final, espero que todo Vidigal vibre conmigo porque soy de aquí y siempre seré de aquí", expone.