MADRID, 1 Nov. (EUROPA PRESS) -
La toma de la capital de la región sudanesa de Darfur Norte, El Fasher, por parte de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) y las atrocidades cometidas por el grupo paramilitar han derivado en una cascada de condenas internacionales contra las acciones de la formación, fundada durante el régimen de Omar Hasán al Bashir como amalgama de las milicias 'yanyauid', ya implicadas en el conflicto desde 2003 en Darfur, escenario de crímenes de guerra y contra la humanidad, incluidos genocidio y limpieza étnica.
La irrupción de las RSF en la ciudad, principal bastión de las Fuerzas Armadas en Darfur y sometida a un cruento cerco durante cerca de 18 meses, se ha visto acompañada por ejecuciones sumarias, violaciones, saqueos y secuestros, entre otras violaciones del Derecho Internacional, algunos de ellos emitidos a través de Internet por los propios responsables.
El grupo fue creado en 2013 bajo el mando de los temidos Servicios de Inteligencia y Seguridad Nacional (NISS) de Al Bashir como una reestructuración de las citadas milicias 'yanyauid', integradas principalmente por nómadas árabes y empleadas por Jartum para reprimir un levantamiento armado iniciado una década antes por el Movimiento de Liberación de Sudán (SLM) y el Movimiento Justicia e Igualdad (JEM), que denunciaban la represión y discriminación contra las comunidades no árabes de la región.
El conflicto, que creció en escala durante los años posteriores, derivó en la imputación de Al Bashir por genocidio, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, por parte del Tribunal Penal Internacional (TPI), que presentó además cargos contra otros seis altos cargos sudaneses, entre ellos Alí Kushaib --antiguo alto cargo de los 'yanyauid'-- y el exsecretario del Interior y exgobernador Ahmed Harun.
Así, el poderío de las RSF fue aumentando debido a su peso en la guerra en Darfur y su importancia a la hora de apuntalar el régimen de Al Bashir, con sus miembros siendo usados para labores de control fronterizo e incluso siendo enviados a Yemen para respaldar la ofensiva encabezada por Arabia Saudí contra los rebeldes hutíes, que controlan la capital, Saná, y partes del norte y el oeste del país asiático.
En el marco de dicho conflicto en territorio yemení, estas unidades combatieron del lado de las fuerzas saudíes y emiratíes, otro de los principales elementos de la citada coalición internacional y uno de los principales apoyos internacionales de las RSF, con numerosas acusaciones de Sudán contra Emiratos Árabes Unidos (EAU) por financiar y armar al grupo.
Las autoridades formalizaron en 2015 a las RSF como una "fuerza regular", mientras que dos años después le concedieron una mayor autonomía, lo que permitió a su líder, Mohamed Hamdan Dagalo, conocido popularmente como 'Hemedti', seguir ganando peso en el aparato de seguridad del país africano e incluso intentar proyectar su peso hacia el campo político.
Las RSF tuvieron además el papel de 'guardia pretoriana' del entonces presidente sudanés, Al Bashir, quien llegó a describir a Dagalo como 'Himayti' --Mi protector-- debido al papel del grupo en su seguridad personal y como elemento que debía hacer frente a posibles intentos internos de sacarle del cargo, al que llegó en 1989 a través de un golpe de Estado que derrocó al primer ministro electo, Sadiq al Mahdi.
EL GOLPE CONTRA AL BASHIR Y LA TRANSICIÓN
Sin embargo, todo ello cambió con la caída de Al Bashir en un golpe militar en abril de 2019 tras semanas de manifestaciones, que derivó en el ascenso al poder de las Fuerzas Armadas, encabezadas por Abdelfatá al Burhan, a cuyo lado se posicionó el líder de las RSF de cara a una transición marcada por las tiranteces y las luchas de poder que finalmente derivó en abril de 2023 en una guerra civil.
Tras la asonada, 'Hemedti' fue nombrado como 'número dos' del Consejo Militar de Transición, puesto desde el que pasó a ser vicepresidente del Consejo Soberano de Transición --encabezado por Al Burhan-- creado en agosto de 2019 para poner en marcha una transición liderada por Abdalá Hamdok, un civil que debía liderar los esfuerzos para la celebración de elecciones.
Las labores de Hamdok se fueron al traste en 2021, cuando Al Burhan lideró un nuevo golpe de Estado, apoyado por el líder de las RSF, para sacarle del cargo entre las constantes tensiones por las críticas a la labor del Ejército y las RSF a nivel político, especialmente a raíz de la sangrienta represión de las protestas de la población, principalmente por parte del grupo paramilitar.
Las tensiones internas llegaron a su máximo por las diferencias en torno a la integración de las RSF en el seno de las Fuerzas Armadas, algo rechazado por 'Hemedti', que no quería perder poder, en medio de un intercambio de acusaciones sobre la responsabilidad de los enfrentamientos, que rápidamente se convirtieron en una guerra a gran escala.
Los paramilitares se hicieron con la capital y otras zonas del oeste, forzando a las autoridades a asentarse en Puerto Sudán (este), sin que las conversaciones desde entonces --actualmente inexistentes-- permitieran lograr un acuerdo de paz, con ambas partes apostando por la vía militar para intentar lograr una victoria total en el campo de batalla.
NUEVO EPICENTRO DE LA GUERRA EN DARFUR
Desde entonces, el Ejército de Sudán logró diversos avances territoriales, especialmente a principios de 2025, un empuje que se tradujo en la recuperación en marzo de Jartum y su aeropuerto internacional y en el retorno de las autoridades a la capital, con la formación de un nuevo Gobierno con el objetivo de intentar encauzar un proceso de pacificación, siempre con la negativa de Al Burhan a negociar con Dagalo.
Ante estos varapalos, las RSF respondieron encabezando una coalición político-militar que en agosto designó un gobierno paralelo encabezado por Mohamed Osman al Taishi como primer ministro, lo que elevó los temores sobre una fragmentación del país africano, especialmente ante el creciente control de los paramilitares en Darfur y su ofensiva contra El Fasher, en un aparente intento de hacerse con la zona occidental del país.
La ofensiva contra El Fasher convirtió la ciudad durante los últimos meses en el principal epicentro del conflicto --especialmente después de que los paramilitares tomaran en junio el territorio en la frontera con Libia y Egipto--, marcado por su creciente internacionalización y las acusaciones contra 'Hemedti' sobre el uso de minas de oro bajo su control para entregar parte de la producción a EAU a cambio de su apoyo en la guerra.
Así, las RSF atacaron durante semanas con artillería y drones la ciudad y los campamentos de desplazados de los alrededores, matando a cientos de personas y destruyendo hospitales, cocinas comunitarias, refugios y mercados, entre otros, en medio del ahondamiento de la crisis humanitaria en el país, una de las más graves a nivel internacional.
Finalmente, los paramilitares se hicieron con el control de la ciudad durante el fin de semana pasado ante la retirada de las Fuerzas Armadas, tras lo que la localidad quedó sumida en un bloqueo de las telecomunicaciones que dificulta saber qué está pasando sobre el terreno, si bien ya se han sucedido las denuncias sobre atrocidades por parte de las RSF, algunas de ellas reconocidas por sus propios milicianos.
Naciones Unidas ha denunciado que entre estas atrocidades figuran "ejecuciones sumarias, asesinatos en masa, violaciones, ataques contra trabajadores humanitarios, saqueos, secuestros y desplazamientos forzosos", antes de afirmar que habría "cientos" de víctimas. Además, ha pedido investigar estos abusos para que haya una rendición de cuentas, algo que ya ha prometido 'Hemedti', sin que en el pasado hubiera procesos contra los responsables de este tipo de abusos.