Publicado 08/12/2019 18:24

Etiopía.- Los refugiados piden al Gobierno etíope un último esfuerzo para concretar su integración en el país

El éxito inicial de la Proclamación para los Refugiados quedará a medio camino si el Gobierno no facilita la incorporación laboral

ADÍS ABEBA, 8 Dic. (Thomson Reuters Foundation/EP) -

Etiopía, el tercer país con mayor número de refugiados del mundo, todavía tiene camino que recorrer, a pesar de los avances logrados, a la hora de incorporar definitivamente en su sociedad a los cientos de miles de personas que han atravesado sus fronteras huyendo de la guerra y del hambre.

El país africano anunció en enero su Proclamación para los Refugiados, una aplaudida normativa que concedía a estas personas la posibilidad de de trabajar, abrir cuentas bancarias, registrar a sus hijos y sus matrimonios, así como acudir a la escuela.

Sin embargo, esta legislación todavía sigue siendo demasiado imprecisa y necesita tanto de anexos que permitan su aplicación en la vida cotidiana, como de una mayor exactitud en sus prohibiciones. Como explica la joven Bethelihem Tesfatsion, refugiada eritrea que está intentando levantar un negocio en la capital, Adís Abeba, "siempre parece que estás haciendo algo que no debes".

Bethelihem todavía no ha recibido el permiso de trabajo dos años después de recibirlo para montar su negocio de ropa. La burocracia es lenta y los recursos, extremadamente limitados. "La verdad es que estoy bastante decepcionada. Siempre me da la sensación de que el Gobierno va a ir a por mí en cualquier momento, no me parece que la marca que vendo sea enteramente mía", ha lamentado.

La actual situación política de Etiopía no contribuye en absoluto a facilitar una solución. El flamante ganador del premio Nobel de la Paz, el primer ministro Abiy Ahmed, lucha ahora en múltiples frentes contra los históricos conflictos étnicos del país y cierta oposición interna a su programa de reformas. Como dice un cooperante humanitario: "El Gobierno no se ha olvidado de la integración de los refugiados, pero está claro que ha dejado de ser una prioridad: tienen demasiadas cosas que hacer".

APRETANDO LOS DIENTES

Muchos de los 20.000 refugiados eritreos en Etiopía -- un país que acoge a cerca de 700.000 personas, más si se cuentan los refugiados que todavía no están en el registro -- apenas tienen para sobrevivir y los que trabajan corren el peligro de acabar explotados, según un estudio del Centro de Estudios para Refugiados de la Universidad de Oxford.

Bethelihem confirma que "muchos de ellos lo están pasando realmente mal y llegan incluso a facilitar la explotación infantil, prostituyendo a sus propios hijos para llegar a final de mes".

Encima de todo ello, hay que recordar que conforman una diáspora obligada a ayudar económicamente a sus familiares o allegados en Eritrea, con lo que sus problemas económicos se multiplican exponencialmente.

Solo los eritreos que llegan a Estados Unidos, Europa o Australia gozan de la capacidad adquisitiva suficiente como para enviar dinero a su país, un método no especialmente seguro.

INTEGRACIÓN

El subdirector de la Agencia para Asuntos de los Refugiados del Gobierno de Etiopía, Adissu Kebenessa, defiende que la mayoría de las prerrogativas que la mencionada proclamación concede a los refugiados ya están en vigor, pero reconoce que los permisos de trabajo todavía son una tarea pendiente.

El Gobierno etíope recuerda ocasionalmente que este plan es una estrategia a largo plazo que espera culminar en 2030, el año que se ha marcado para desmantelar unos campamentos de refugiados que, esperan las autoridades, sean innecesarios a esas alturas.

Para ello, las autoridades están centrando ahora sus esfuerzos en la educación, con la apertura de clases de formación profesional para extranjeros con la ayuda de instituciones europeas como la agencia de Alemania para el Desarrollo o GAZ, que ha colaborado en la creación del primer centro especializado de aprendizaje para refugiados de Etiopía.

"A veces me olvido de que he llegado del extranjero", considera Ayda Gebremichael, refugiada de 28 años, llegada hace cinco meses de Eritrea con su marido y sus tres hijos. Ayda tiene la intención de aprender un oficio y, de ser posible, emigrar a Canadá en cuanto termine su formación.

Menos atrayentes son las perspectivas de empleo dentro de Etiopía. El programa de incentivos desarrollado por el Gobierno etíope no está dando buenos resultados porque las condiciones laborales nunca fueron buenas en un primer momento.

"A mí no me interesa meterme en una fábrica a cobrar 26 dólares al mes", explica Bethelihem, que llega a ganar incluso diez veces más algunos meses cuando los eritreos residentes en Norteamérica o Europa deciden darse un capricho y comprar alguno de sus vestidos a través de Internet.

"Nadie va a ir a esas fábricas, porque tenemos la capacidad de ser autosuficientes y de contribuir al desarrollo en el país del que salimos", concluye la joven.