Publicado 25/01/2019 18:45

Frente a Venezuela, el Ejército de Nicaragua se mantiene al margen de la crisis sociopolítica del país

Soldiers march during a military parade to commemorate the 38th anniversary of t
REUTERS / OSWALDO RIVAS - Archivo

   MANAGUA, 25 Ene. (Notimérica) -

   Como consecuecia de la situación política por la que atraviesa Venezuela estos días, es inevitable pensar en Nicaragua, país gobernado por un Ejecutivo de similar ideología y, además, también está sufriendo una crisis sociopolítica de riesgo.

   Una de las diferencias que, por el momento, se puede entrever entre ambos países, es la respuesta que las instituciones y miembros militares han dado, un factor de importante relevancia a considerar. Mientras los cuerpos militares han jurado lealtad a Nicolás Maduro en Venezuela, el Ejército de Nicaragua guarda silencio desde el pasado mes de abril.

   Algunos expertos apuntan a esta postura como un gesto de complicidad, mientras que otros aseguran que pueden ser el garante de un proceso de transición ante el Gobierno del presidente Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidenta nicaragüense Rosario Murillo.

   "Los militares no han dicho nada de los asesinados, heridos, capturados ilegalmente, los desaparecidos y los exiliados. Tampoco han dicho una sola palabra sobre el supuesto 'intento de golpe de Estado' que ha esgrimido Ortega para justificar el baño de sangre. Se muestran insensibles. Ese silencio los ha convertido en cómplices silenciosos de Ortega", ha argumentado el consultor civil en seguridad Roberto Cajina al diario 'El País'.

   El Ejército de Nicaragua siempre había sido muy respetado en el país, pero el último Latinobarómetro --encuesta realizada anualmente en todos los países de América Latina sobre la situación y valoración de las democracias, economías y sociedades de dichos Estados--, publicado el pasado mes de septiembre, indicaba que solo el 22 por ciento de la población confía en dicha institución militar.

   "Es muy probable que el silencio que el Ejército ha guardado a lo largo de la crisis, pero en especial sobre la masacre, haya sido el disparador de la pérdida de legitimidad de la institución ante la población y que, a la vez, le consideren cómplice, cómplice silencioso del régimen Ortega-Murillo", ha interpretado Cajina.

   Asimismo, el presidente Ortega ha ido reformando las leyes del país referentes al Ejército a lo largo de esta última década, obteniendo paulatinamente un mayor control sobre él.

   En 2013 Ortega impulsó una reforma constitucional, después apoyada por la jefatura militar, por la que se garantizaba la reelección indefinida. También, en 2014, reformó el Código Militar mediante un decreto para permitir la reelección del jefe militar y que el general Julio César Avilés se mantuviese al frente de la institución.

   El Ejército se mantuvo al margen de las movilizaciones sociales y la respuesta del Ejecutivo de Ortega a las mismas en abril del año pasado. Cajina argumenta que esta decisión se debe a una motivación económica y de supervivencia en caso de que el país cambie de signo político.

   "Hay que hacer un llamado a la jefatura del Ejército para que evalúe bien su papel como una institución que se debe a la nación y sobre el papel futuro que deben jugar en una época democrática nueva", ha argumentado la socióloga e investigadora en temas de seguridad, Elvira Cuadra.