Actualizado 06/11/2017 08:29

Los habitantes de Mariana luchan por recuperar lo perdido dos años después del vertido tóxico

Vertido tóxico en las comunidades de Mariana
ROGÉRIO ALVES/TV SENADO
  

   El mayor desastre ecológico en la historia de Brasil sigue sin tener culpables

   MADRID, 5 Nov. (EUROPA PRESS/Notimérica) -

   El barro sigue siendo la principal constante en Mariana (Minas Gerais), dos años después de que un alud de minerales tóxicos arrasara por completo esta pintoresca ciudad y las comunidades cercanas, en el peor desastre ecológico de la historia de Brasil. El agua y las tierras han quedado prácticamente inservibles y la vida de sus habitantes ya no ha vuelto a ser la misma.

   "¡La presa se ha roto!". Esa fue la única alarma que los vecinos de Bento Rodrigues, a 35 kilómetros de Mariana, escucharon el 5 de noviembre de 2015, cuando una de las presas de la compañía minera Samarco, una 'joint venture' creada por la angloaustraliana BHP y la brasileña Vale, reventó por razones que aún se desconocen liberando gran parte de los 56 millones de metros cúbicos que contenía, lo suficiente para llenar 24.800 piscinas olímpicas.

   Era Paula Geralda, una de las residentes en Bento Rodrigues, que oyó la noticia en la radio de un compañero de trabajo y se lanzó con su moto por las calles del pueblo para avisar a sus vecinos. "La bocina es muy floja, pero, ese día, no sé por qué, estaba alta", cuenta en un informe elaborado por Manos Unidas y su red internacional CIDSE, con motivo de este segundo aniversario.

   En apenas once minutos una lengua de barro tóxico hizo desaparecer Bento Rodrigues. "En el momento en que sucedió, salí corriendo, cogiendo a un niño y a un anciano para colocarlos encima de la camioneta, ayudé a una vecina a cargar a su padre, que no anda. Solo después de eso subí a una colina y miré abajo. Desde ahí vi que estaba todo invadido por el barro. Bento ya no existía", dice Geralda.

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   La escena se repitió en todos los lugares ubicados a las faldas de Fundao, donde se levanta la presa de Samarco, a 1.200 metros sobre el nivel del mar. En once horas, la destrucción alcanzó 680 kilómetros a través de los cauces de los ríos Gualaxo del Norte, Carmo y Doce, que exportaron el desastre ecológico al vecino estado de Espírito Santo y a la desembocadura del Atlántico. Diecinueve personas murieron, 350 familias perdieron sus hogares y millones se vieron afectadas.

   La consultora estadounidense Bowker Associates estima que el valor económico de los daños causados por el torrente contaminado es de entre 5 y 55 billones de dólares, pero para los habitantes de la zona son incalculables. "Ha matado todo", lamenta Juliano, una de las personas que vive a orillas del río Doce. Los pueblos quedaron literalmente enterrados y los medios de vida se esfumaron.

SIN AGUA, SIN SUSTENTO

   Los minerales atrapados en Fundao se vertieron en las aguas de estos tres ríos. Por ejemplo, en el municipio de Baixo Guando, que depende del río Doce para su suministro, el Servicio Autónomo de Agua y Alcantarillado (SAAE) detectó varios metales pesados --aluminio, mercurio, hierro, bario, cobre, plomo y boro--. "Parece que arrojaron la tabla periódica entera", ironiza Luciano Magalhães, director del SAAE.

   "La situación se puede resumir en dos palabras: río muerto", lamenta. Según Magalhães, "ya no sirve para nada, ni para riego, ni para los animales, ni mucho menos para el consumo humano". El agua potable dejó de llegar por las vías habituales en doce ciudades afectando a 424.000 personas, de acuerdo con la valoración que hizo en su momento el Ministerio Público. Sin embargo, Terra Brasis Resseguros habla de hasta 3,5 millones de damnificados.

   Entonces comenzó la procesión de camiones cisterna y las largas colas para conseguir bidones de agua mineral. "Había filas kilométricas", recuerda Mario Pinto, concejal de Colatina, una de las comunidades en torno a Mariana. "La gente acabó riñendo, incluso peleando" para conseguir este preciado recurso, añade. En algunos lugares, a día de hoy, sus habitantes siguen comprando agua embotellada.

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   Ya no se fían. Aunque han pasado dos años desde el vertido tóxico no ha habido un seguimiento continuado de la calidad del agua y solo tienen la versión parcial de Samarco y un puñado de estudios independientes que arrojan conclusiones distintas. "La gente no maneja informes especializados que les ayuden a comprobar que esta agua es realmente buena", explica el obispo Joaquim Wladimir Lopes Dias, de la diócesis de Colatina.

   Samarco asegura que "la fase crítica ya pasó" y la concentración de minerales pesados en el agua ha vuelto a los parámetros anteriores. En cambio, El Grupo Independiente de Evaluación del Impacto Ambiental sostiene que "el hierro y el aluminio están en concentraciones extremadamente altas" y un estudio de la Universidad Federal de Río de Janeiro, en cooperación con Río de Gente y Greenpeace, revela que las aguas subterráneas también han quedado contaminadas perjudicando a la tierra en superficie y, por tanto, a los cultivos.

¿ACCIDENTE O NEGLIGENCIA?

   A pesar de que se han quedado sin casa, sin ríos en los que pescar, sin tierras que cultivar y sin alimentos para el ganado, los vecinos de Mariana siguen sin respuestas y sin reparación. Ninguna investigación ha determinado por qué reventó la presa de Fundao y todas las causas judiciales han descarrilado por problemas procesales, no de fondo.

   Lucas Bolado, Responsable de Proyectos de Manos Unidas en Brasil, recalca que "no se trató de una ola provocada por las lluvias, los vientos o por cualquier otro fenómeno natural. "Ese día, la presa de Fundao no pudo soportar el peso de los millones de metros cúbicos de residuos de mineral de hierro generados por las minas de Samarco" y "triplicó el récord mundial de vertidos tóxicos asociados a la minería", subraya, en declaraciones a Europa Press.

   "A diferencia de las catástrofes naturales, el colapso de la presa de Fundao era previsible y evitable", porque la Fiscalía de Minas Gerais advirtió en 2013 del riesgo de que la inestabilidad del terreno hiciera que la estructura se viniera abajo. Roger Lima de Moura, de la Policía Federal, denuncia que se trataba de "una presa enferma". Se construyó con "material que no fue recomendado", con el método menos seguro y hubo "problemas de monitoreo". De hecho, el Tribunal de Cuentas concluyó que el control fue "frágil y deficiente".

   Para Bolado, está claro que "la indiferencia --cuando no el afán desmedido de lucro-- de la empresa y la pasividad de las autoridades ante los claros riesgos determinaron la magnitud de la tragedia", que sitúa en el contexto de "la explotación desmedida de los recursos naturales, el desprecio por las formas de vida de las comunidades, la connivencia de las autoridades con las grandes corporaciones y la falta de escrúpulos en la búsqueda de mayores beneficios".

   La responsabilidad por estos hechos se ha plasmado solo en dos acuerdos "para la rehabilitación y compensación de los impactos", que se negociaron entre Samarco y las empresas vinculadas, por un lado, y las autoridades brasileñas, por otro, uno de 2016 y otro de 2017, que han sido suspendidos por los tribunales y que los damnificados rechazan porque no se les ha tenido en cuenta.

   Lo peor, para muchos, es que los errores que inundaron sus hogares de lodo envenenado no se han corregido. Aparecida de Barra, residente en uno de los pueblos afectados en el estado de Minas Gerais, todavía tiene que tomar pastillas para dormir. "La gente nunca sabe cuando puede volver a pasar, si va a pasar de nuevo", explica.