Actualizado 17/12/2013 21:40

Cuatro años después del golpe que derrocó a Zelaya, su esposa puede recuperar el poder en Honduras

Manuel Zelaya y  Xiomara Castro
REUTERS

TEGUCIGALPA, 15 Oct. (Reuters/EP) -

Cuatro años después de aquella madrugada de junio en que los militares sacaron al presidente hondureño Manuel Zelaya de la cama a punta de pistola y lo expulsaron del país en pijamas, su esposa intentará recuperar el poder.

Catapultada accidentalmente a la política tras el golpe del 2009, Xiomara Castro es una de las favoritas para las elecciones del 24 de noviembre en esta empobrecida nación centroamericana con algunos de los mayores índices de violencia del mundo.

Castro, una aguerrida mujer de 54 años que encabezó las protestas tras el derrocamiento de Zelaya, buscará la presidencia con un programa igual de populista pero de tono más moderado.

En sus mítines de campaña promete "refundar" Honduras, pues los partidos tradicionales que se alternan hace un siglo en el poder y apoyaron el golpe contra su marido, dice, fracasaron.

"No pudieron alcanzar el desarrollo de Honduras, ni organizar el Estado. Todo lo contrario: convirtieron al país en un santuario de paramilitares y narcotraficantes", dijo hace unos días ante miles de sus partidarios en Tegucigalpa.

"¿Qué significa @XiomaraCastroZ para Honduras?", escribió recientemente en su cuenta de Twitter. "Una mujer fuerte y valiente que va a cambiar nuestra historia".

Pero cambiar la historia de la nación de 8,5 millones de habitantes no será fácil. Azotada por las operaciones de cárteles mexicanos del narcotráfico, Honduras es hoy el país con mayor índice de homicidios en el mundo: 92 por cada 100.000 habitantes en el 2011, según las Naciones Unidas.

Y por si fuera poco, enfrenta serios problemas económicos. La deuda interna más que se cuadruplicó en los últimos seis años hasta 2.900 millones de dólares y el déficit fiscal de un 6 por ciento del Producto Interno Bruto previsto para este año se está volviendo difícil de financiar.

MODELO KIRCHNER

Aunque es considerada una seria contendiente, la ex primera dama es una recién llegada a la política hondureña dominada por los hombres. Su única experiencia como dirigente se limita a la "Asociación de Esposas de Miembros Rotary Club de Catacamas", la ciudad en el departamento oriental de Olancho donde su esposo comenzó su carrera política.

Y Castro tendrá además un duro rival en el candidato del oficialista Partido Nacional, Juan Orlando Hernández. La última encuesta de la empresa CID-Gallup dio a fines de septiembre un 29 por ciento de las intenciones de voto a Castro y un 27 por ciento a Hernández.

Muchos ven a Zelaya como el ideólogo de la candidatura de Xiomara Castro, algo parecido a lo que pasó en Argentina cuando Néstor Kirchner agotó sus dos mandatos presidenciales y catapultó a su esposa Cristina Fernández a la presidencia.

El corpulento Zelaya, de espeso bigote, botas y sombrero de ranchero, creó el Partido Libertad y Refundación (Libre) para impulsar la candidatura de Xiomara y a menudo es más ovacionado que ella en los mítines de campaña.

Zelaya está postulándose a diputado. Pero Castro reconoció que, en la práctica, su papel será mucho mayor.

"Será beneficioso para mí tener una persona a mi lado que me pueda asesorar", dijo recientemente a periodistas en un hotel de Tegucigalpa. "El en su Gobierno me consultó sobre asuntos públicos y él tomó la decisión, ahora me va tocar a mí tomar la decisión sobre lo que conviene al pueblo hondureño".

GOLPE QUEDÓ ATRAS

Aunque la crisis institucional quedó atrás, persisten dudas acerca de si la derecha, los militares y los empresarios que bendijeron el golpe del 2009 permitirían a Castro llegar al poder de la mano de Zelaya.

La clave para la estabilidad estará en los pactos políticos en el Congreso, pues ningún partido parece capaz de lograr una holgada mayoría para gobernar.

"Cualquiera que llegue al poder (...) va tener que impulsar consensos", dijo Adolfo Facussé, el presidente de la poderosa Asociación Nacional de Industriales que apoyó el derrocamiento de Zelaya. "Si no va por el camino del consenso político no va poder gobernar".

Zelaya llegó a la presidencia en el 2006 con el tradicional Partido Liberal, pero dio un súbito viraje a la izquierda que alarmó a Facussé y otros miembros de la cúpula política y empresarial hondureña.

Influenciado por el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez, propuso un referéndum para reformar la Constitución e incluir la reelección que sus oponentes interpretaron como un intento por perpetuarse en el poder. Horas antes de la consulta los militares lo sacaron de casa, lo metieron a la fuerza en un avión y lo expulsaron a la vecina Costa Rica.

El golpe fue condenado por la comunidad internacional, alarmada por el quiebre institucional en una región que parecía haber superado décadas por brutales dictaduras militares.

Y con su marido primero exiliado y luego refugiado en la embajada de Brasil, Castro emergió como una de las caras del movimiento pro democracia. Conocida hasta entonces apenas por el trabajo de beneficencia, la ex primera dama salió a las calles para organizar marchas y desafiar pacíficamente a los militares.

La Organización de Estados Americanos, que tras el golpe intentó mediar una salida a la crisis, no ve riesgo de otro golpe.

"Yo no detecto al día de hoy ninguna intención, ningún apetito de parte de ningún actor político de embarcarse en una aventura tan destructiva como la del 2009", dijo a Reuters el secretario de Asuntos Políticos de la OEA, Kevin Casas-Zamora.

Y Facussé dijo a Reuters que los empresarios hondureños ya no ven a Zelaya y su entorno como una amenaza.

POBREZA Y DESESPERACIÓN

Castro, quien no ha renunciado al sueño de su marido de reformar la Constitución, subraya la necesidad de un consenso político.

De llegar al Gobierno su posición podría ser más moderada, entre otras cosas porque la muerte del líder venezolano Chávez debilitó a los movimientos y gobiernos de izquierda de América Latina, dejándolos sin apoyo político y petróleo barato.

En un país acosado por la violencia y con siete de cada 10 personas viviendo en la pobreza, muchos creen que Castro podría mejorar las cosas con nuevos programas de asistencia y créditos rurales y urbanos que ella bautizó "economía social de mercado".

"El país tiene que cambiar, es una necesidad. En Honduras no se encuentra trabajo aunque uno esté calificado, educado. Los salarios son insuficientes y la violencia es aterradora", dijo Arlen Padilla, una licenciada en turismo de 28 años, durante un mitin en Tegucigalpa donde cientos de simpatizantes de Castro ondeaban banderas rojas.