MADRID, 10 Nov. (EUROPA PRESS) -
Las legislativas de este martes en Irak reflejarán en parte la realidad de un país todavía renqueante por la guerra y la amenaza del yihadismo, y no del todo resignado a desempeñarse como un peón regional entre Estados Unidos e Irán: aunque el sectarismo suní, chií y kurdo sigue dominando las tendencias de votación, los iraquíes persisten en demandar del Gobierno unas condiciones de vida mínimamente aceptables, un factor relevante en unos comicios en los que el bloque chií Marco de Coordinación, que puso en el poder al primer ministro, Mohamed Shia al Sudani, parte como favorito ante la ausencia del gran triunfador de las últimas elecciones, el clérigo Muqtada al Sadr.
La ascendencia sobre la política iraquí de Irán, la gran potencia chií de la región, representa el aspecto internacional más destacado de estos comicios. Se traduce por partida doble, primero a nivel político, a través de la mencionada alianza, y después en el plano de la seguridad, donde mejor se percibe la influencia de Washington, demostrada en la reciente conversación entre Al Sudani y el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, quien instó al mandatario a poner freno inmediatamente a la actuación de la coalición de milicias chiíes aglutinadas en las Fuerzas de Movilización Popular (FMP).
Bagdad considera a las milicias como esenciales para mantener el control interno del país a pesar de su tendencia al exceso de violencia a la hora de reprimir manifestaciones contra las autoridades, como ocurrió en 2019 con el aplastamiento del movimiento social 'Tishrin'. Estados Unidos las percibe directamente como una extensión armada de Irán. Varios de sus grupos se encuentran bajo sanciones norteamericanas, acusadas de organizar ataques contra las fuerzas militares estadounidenses que todavía quedan en Irak y Siria, por orden de Teherán.
Al Sudani ha intentado restringir su influencia con tímidos esfuerzos como la destitución de dos comandantes tras un atentado en julio contra una sede del Ministerio de Agricultura, pero tales decisiones contrastan, de puertas adentro, con los esfuerzos, hasta ahora infructuosos, que está llevando a cabo el Marco de Coordinación para multiplicar su poder a través de una iniciativa para convertir a las FMP en una fuerza de seguridad plenamente independiente.
UNA COALICIÓN DIVIDIDA
Sin embargo, existen profundas divisiones en el Marco de Coordinación, representadas en la guerra de poder entre Al Sudani y una subcoalición que lidera el ex primer ministro Nuri al Maliki, Estado de Derecho, tercera fuerza más votada en las últimas elecciones de 2021. Al Maliki ha asumido en cierto modo las críticas que argumentó el poderoso Al Sadr para boicotear estos comicios: la corrupción y el abuso de poder en el seno del Gobierno de Al Sudani se han convertido en un obstáculo insostenible para el progreso de Irak.
Además, recuerdan los expertos del Atlantic Council, Estado de Derecho ha criticado en numerosas ocasiones el deficiente estado de los servicios públicos durante el actual Gobierno, las relaciones de Al Sudani con el nuevo régimen suní en Siria y las cordiales relaciones entre el primer ministro y otros países árabes, que miembros influyentes de las Fuerzas Armadas consideran hostiles a la supremacía chií en Irak.
Al Sudani, consciente de las críticas, ha cimentado su campaña electoral en los logros prácticos que ha obtenido, reivindicando la creación de casi 700.000 empleos en el sector público desde que asumió el poder hace tres años, con el fin de ganar tiempo para impulsar un programa de reformas y evitar que se repitan las protestas y la violencia que estallaron en 2019. Este ambicioso programa está especialmente dedicado a los iraquíes menores de 25 años, que representan aproximadamente el 60 por ciento de la población del país (unos 47 millones), a los que desea reorientar hacia el sector privado.
También desea simplificar las regulaciones para atraer más inversión extranjera, sobre todo en sectores no petroleros como la manufactura, la agricultura y el turismo. Todo ello consciente de que es el jefe del Gobierno del segundo mayor productor de petróleo de la OPEP.
UN FUTURO DE ALIANZAS
La subcoalición Construcción y Desarrollo que lidera Al Sudani es favorita por poco para obtener la mayoría de los 329 escaños de la legislatura, pero bajo el sistema iraquí ningún partido puede formar Gobierno por sí solo, lo que implica un proceso de formación de alianzas complejo y a menudo prolongado.
Según un acuerdo de reparto de poder adoptado tras la invasión estadounidense de 2003 que derrocó el régimen de Sadam Husein, el primer ministro debe pertenecer a la mayoría chií del país, mientras que la presidencia del Parlamento debe ser suní y la Presidencia, un cargo en gran medida ceremonial, está reservada para los kurdos.
Este complejo panorama se verá aclarado, en parte, cuando hayan depositado su voto los casi 21 millones de iraquíes habilitados para votar el martes en 4.501 colegios electorales en todo el país para votar a más de 7.750 candidatos, casi un tercio de ellos mujeres. La participación inicial en la votación especial del domingo, reservada para las fuerzas de seguridad, ha sido alentadora: un 82,4 por ciento de los casi 1,3 millones de policías y militares habilitados para votar ha depositado su papeleta, récord histórico, pero la población civil, sin disciplina de voto, es otra cuestión.
En este sentido, los observadores no terminan de descartar que la asistencia acabe por debajo del mínimo histórico del 41 por ciento en 2021, en lo que supondría una verdadera derrota para las aspiraciones de Irak, al constituir el mejor ejemplo de la apatía y el escepticismo de los votantes ante el devenir del país.