Sálvador Sánchez junto a óscar Ortiz, del FMLN
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MADRID, 1 Feb. (EUROPA PRESS) -

   Los salvadoreños decidirán en las elecciones presidenciales de este domingo apostar por la continuidad de la izquierda con las políticas sociales como prioridad y el ex guerrillero Salvador Sánchez como candidato, o aplastar la criminalidad con la vuelta de la extrema derecha de la mano de Norman Quijano.

   Los sondeos sobre intención de voto apuntan a que Sánchez, candidato del gobernante Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) se impondrá a Quijano, de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), pero no sumará el 50 por ciento de los votos necesarios para proclamarse vencedor, por lo que habrá una segunda vuelta el próximo 9 de marzo.

   La novedad de estos comicios es que, por primera vez en la historia del país centroamericano, a los cinco millones de salvadoreños que están llamados a las urnas se sumarán los 10.000 residentes en Estados Unidos, principal destino de los emigrantes, cuyas remesas aportaron el 16 por ciento del PIB en 2013.

   La campaña electoral ha estado marcada por la frágil tregua pactada en 2012 por las principales pandillas salvadoreñas: Mara Salvatrucha y Barrio 18. Desde el final de sus enfrentamientos, los homicidios se han reducido desde los 66 cada 100.000 habitantes a 44.

   La oposición ha acusado al Gobierno de Mauricio Funes de negociar directamente con los pandilleros para que cesaran los homicidios a cambio, supuestamente, de que las fuerzas de seguridad pasaran por alto la comisión de otros delitos que permitirían financiarse a las bandas criminales.

  "Niego categóricamente que el Gobierno haya estado detrás de la tregua. Estar detrás de la tregua significa que el Gobierno la haya propuesto, que surgió del Gobierno,  que la haya financiado", ha dicho Funes recientemente, atribuyendo el mérito de la mediación a la Iglesia Católica.

   El otro eje de la campaña electoral ha sido, sin duda, los escándalos de corrupción que han salpicado a ARENA. El más grave es el que implica al ex presidente Francisco Flores, acusado de apoderarse de los 10 millones de dólares que Taiwán entregó a su Gobierno para paliar las consecuencias de los dos terremotos que el país centroamericano sufrió en 2010.

   Flores, que está siendo investigado por una comisión parlamentaria, ha denunciado que es víctima de un "juicio político" y, aunque ha reconocido que obtuvo ese dinero irregularmente, porque no tramitó la solicitud por los cauces legales, ha negado tajantemente que lo ingresara en cuentas personales.

   Quijano también está en el ojo del huracán por un supuesto caso de corrupción. Esta semana, Funes le ha acusado directamente de utilizar la maquinaria de una empresa pública y los fondos de cooperación entregados por el Gobierno de Japón, con el fin de promover el desarrollo de las comunidades rurales de El Salvador para construir un pozo en una finca de su propiedad.

LA SOMBRA DE LA GUERRILLA

   Aunque Sánchez acude a las urnas con una ligera ventaja, de acuerdo con las encuestas, su principal obstáculo hacia la Presidencia es su pasado como comandante de la guerrilla que en la década de 1980 se enfrentó al Gobierno desangrando al país con una guerra civil de 12 años que dejó 75.000 muertos y 8.000 desaparecidos.

   Sánchez, conocido durante esa época con el alias de 'Comandante Leonel', era el jefe de las Fuerzas Populares de Liberación, el más importante de los cinco grupos que formaban la guerrilla del FMLN, al que la Comisión de la Verdad ha acusado de ejecuciones y secuestros contra militares.

   El otro punto débil del hasta ahora vicepresidente es la falta de carisma, que contrasta con el enorme encanto de su principal valedor: Funes, un periodista que, aunque vinculado a la guerrilla, nunca fue combatiente, lo que le catapultó a la Jefatura del Estado hace cinco años.

   Sánchez pretende combatir esta "campaña del miedo" lanzada por la derecha con una fuerte apuesta por las políticas sociales. Ha confesado que sus modelos a seguir son los presidentes de Uruguay, José Mujica, y de Brasil, Dilma Rousseff, dos ex guerrilleros que han combinado "el desarrollo y la inversión social".

   Así, ha prometido profundizar los programas sociales puestos en marcha por el Gobierno de Funes con el objetivo prioritario de acabar con la pobreza que, a pesar de que en los últimos cinco años se ha reducido once puntos, todavía se sitúa en el 29 por ciento.

GUERRA CONTRA EL CRIMEN

   Quijano, en cambio, ha basado su programa electoral en la seguridad. "Tenemos un país tomado por la criminalidad y es inviable si no llega un presidente con carácter, con determinación", ha dicho recientemente en una entrevista concedida a la agencia de noticias Reuters.

   El que fuera alcalde de San Salvador ha adelantado que, siguiendo el modelo mexicano, sacará a las fuerzas de seguridad a las calles para luchar contra la delincuencia común y el crimen organizado y que juzgará a sus miembros en tribunales militares para evitar sobornos a jueces y fiscales civiles, a los que considera más corruptibles.

   Una de las propuestas más polémicas es la de sumar a las filas de las Fuerzas Armadas a jóvenes de entre 18 y 30 años que no estudien ni trabajen al considerar que "son carne de cañón" para las pandillas.

   Su obsesión con la seguridad es a la vez su mayor virtud y su mayor defecto. Aunque los salvadoreños admiten la necesidad de afrontar con severidad este problema, temen que con Quijano vuelvan los grupos paramilitares que tanto daño causaron durante la guerra civil.

   En este sentido, juega en su contra su reconocida admiración por líderes de ultraderecha como el general Roberto D'Aubuisson, al que la Comisión de la Verdad ha responsabilizado de la creación de los llamados escuadrones de la muerte.  "Fui un fiel admirador suyo y de su lucha por no dejar que el país cayera en manos del comunismo", ha admitido.

   En la misma línea, Quijano ha advertido de que, de ganar Sánchez, El Salvador seguirá bajo la influencia bolivariana. "Acá, la ideología del FMLN la pone Cuba y la chequera la aporta Venezuela", señaló, subrayando que "eso no puede durar mucho" por la crisis económica que atraviesan ambos países.