Actualizado 06/09/2018 11:48

La casa de acogida para mujeres embarazadas que sirve de refugio a cinco iberoamericanas

Hogar mujeres embarazadas Cáritas
EUROPA PRESS
       

   MADRID, 26 Jun. (Notimérica)

   Heidi llegó de Honduras hace cinco meses y en pocos días dará a luz. Es del mismo país que Carla, que sostiene en sus brazos a su bebé de ocho días. El niño de la ecuatoriana Cintia duerme mientras que el pequeño de Valentina, de Colombia, se prepara para salir a ver el partido de fútbol que enfrenta a su selección contra Japón. Mathias es el niño de Mari Luz, también colombiana y quien más tiempo lleva en este hogar de acogida para mujeres gestantes en el centro de Madrid.

   Entre las paredes de este primer piso de un edificio señorial de la calle San Lucas, se reparten las ocho habitaciones perfectamente equipadas en las que Cáritas acoge durante el embarazo, el parto y los primeros meses del nacimiento del bebé a mujeres en grave situación de vulnerabilidad. En este momento, las ocho habitaciones de la casa las ocupan mujeres nigerianas, marroquíes e iberoamericanas, las más numerosas en este momento.

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   Al marido de la hondureña Heidi le asesinaron las maras por lo que se conoce en Centroamérica como 'Impuesto de guerra', el cobro que las bandas pasan a los empresarios por el simple hecho de serlo. La compañía para la que trabajaba como taxista el marido de Heidi se negó a pagar y, como consecuencia, le asesinaron a él junto con dos compañeros más, dejando a su mujer sola y con tres hijos a los que sacar adelante.

   De esto han pasado ocho años y en cuanto su hija pequeña creció y encontró un buen momento, Heidi decidió venirse a vivir a Madrid. Llegó embarazada de tres meses y confiando en que el sacrificio que tendrá que hacer en los próximos años compense de algún modo el océano que se ha interpuesto entre ella y sus hijos, con los que además apenas puede hablar, ya que la zona en la que viven no dispone de cable telefónico. "Por un hijo se hacen todos los sacrificios", relata a Notimérica desde la sala de estar de la casa y rodeada de su nueva e improvisada familia.

   Llegó a Cáritas gracias a una amiga y sabe que aquí podrá estar hasta que su bebé cumpla seis meses, periodo tras el cuál deberá enfrentarse al mercado laboral. Para ello contará con el apoyo de Jaqueline, la trabajadora social que guía y acompaña a las chicas de esta residencia en la búsqueda activa de empleo.

   A su lado está Carla, compatriota con una historia completamente diferente. Sin familia de la que cuidar en Honduras, decidió venir a España para cumplir con su sueño de conocer mundo y con sus expectativas puestas en su propia superación. En su localidad tenía un pequeño puesto de ropa que apenas le daba para vivir en el día a día. Las cosas en España no salieron como desearía y, tras casi dos años trabajando como interna en diferentes casas, se quedó embarazada y sin apoyo.

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   Ahora, mientras le da el pecho a su bebé de ocho días, reconoce que ya tiene la mirada puesta en finales de este año, cuando pueda llevar al pequeño a la guardería y volver a encontrar un empleo. A partir de septiembre, fecha en la que cumpla tres años en territorio español (aunque en situación administrativa irregula), podrá solicitar la residencia temporal y comenzar a tramitar sus papeles por la vía del arraigo laboral.

   Todas las personas que pasan por el hogar, explica la responsable de Comunicación de Cáritas, María Blans, entran a formar parte de los programas de capacitación que la organización religiosa tiene en Madrid. "Si no saben un oficio tienen que aprenderlo, porque una vez que salgan de aquí tendrán que encontrar la manera de vivir de fórma autónoma con sus hijos", asegura.

   Con catorce años llegó Cintia de Ecuador a Madrid, sola y sin ningún miembro de su familia aquí. Y aunque sus primeros meses fueron todo lo complicados que cabe imaginar, poco tiempo después retomó sus estudios hasta terminar bachillerato. Hoy, a sus 18 años, ha dado a luz a un bebé que sabe que le dificultará por el momento continuar con sus estudios, aunque tiene claro que los retomará más adelante.

   Entre todas ellas, la convivencia es "excelente". "Somos una familia", relata Felicia, una de las tres monjas que gestionan el proyecto y que están siempre cerca de las chicas, aunque procuran darles toda la autonomía posible. Llegó hace casi ocho años, muy poco después de que se creara la iniciativa, y en ese tiempo ha visto nacer a más de cien bebés. "Las chicas llegan con mucho miedo, pero cuando ves que tras su paso por aquí las mujeres se han empoderado y han salido adelante entiendes que todo merece la pena", explica.

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   Valentina también siente que el hogar ha sido un refugio y una salida a la difícil situación de la que venía. A sus veinte años decidió dejar Colombia porque encontró trabajo como 'au pair' en Francia, pero nada más llegar supo que estaba embarazada. Lejos de obtener alguna ayuda, la empresa que le había contratado le dio quince días para dejar la casa en la que estaba.

   Sin dinero para volver a Colombia, decidió que España era la opción más viable para rehacer su vida. Hasta que a los ocho meses de embarazo que llegó a la vivienda gestionada por Cáritas estuvo viviendo en casa de un amigo, pero sin acceso a la seguridad social al estar indocumentada y sin nadie que siguiese su gestación.

   Aunque es técnico en Cocina, la hostelería ahora ya no es una opción para ella por los horarios que tiene, incompatibles con el cuidado de un recién nacido. Su hijo es español, por lo que una vez que tenga la cartilla de nacimiento en su poder, ella podrá solicitar la residencia por arraigo familiar, ya que entre España y Colombia existe el convenio 'ius solis' por el que a los familiares de niños nacidos en España se les reconoce la posibilidad de obtener una residencia en España.

   Es la misma situación en la que se encuentra Mari Luz, también colombiana y madre primeriza a sus 37 años. Abandonó Colombia cuando falleció su madre y vino a vivir a España, donde tiene una hermana. Trabajó de interna hasta que se quedó embarazada de Mathias, con hache intercalada para que su nombre y el de su bebé tuviese exactamente las mismas letras, explica sonriente.

   Dentro de un mes irá a recoger el acta de nacimiento del bebé de cuatro meses y podrá sacarle el DNI. A partir de ese momento podrá comenzar a tramitar su residencia. Es madre soltera porque el padre de Mathias se desentendió de ellos "desde el primer momento", pero pese al esfuerzo está "deseando" volver a trabajar. "No me gusta depender de nadie", explica, aunque agradece la acogida que Cáritas le ha brindado. Estudió Administración y Finanzas y una vez que obtenga los papeles de la residencia podrá convalidar sus estudios y salir del empleo de hogar.

   Acaba de empezar el proceso de búsqueda activa de empleo en el que le acompaña Jaqueline. La trabajadora social elabora con ella un plan de intervención con unos objetivos concretos y la atención personalizada que en esta ocasión requiera su caso; lo mismo que hace con cada una de las chicas que llega a esta fase.

   Ella es una de las encargadas de seleccionar a las mujeres que llegan al hogar y reconoce que en los últimos años se han disparado las peticiones de ayuda por parte de mujeres hondureñas y venezolanas. El único requisito, cuenta, es que sean mujeres en estado de gestación. Aquí no importan la nacionalidad, ni la situación administrativa y si se tienen o no papeles. Servicios Sociales o la propia red interna de Cáritas son quienes emiten los informes sobre el grado de vulnerabilidad de las solicitantes y en función de ello selecciona a quienes comienzan a formar parte del programa.

Durante el tiempo en el que se realizan las entrevistas a algunas de las chicas, cada una de las huéspedes de la casa realiza las tareas que tiene asignadas para ese día. De la cocina industrial comienza a llegar el olor del pollo que una de ellas ha preparado y poco después suena el timbre. Carmen, que dejó el hogar hace pocas semanas puesto que ya había cumplido los seis meses desde el nacimiento del bebé, llega a comer. No es excepcional, muchas de las chicas siguen yendo por allí frecuentemente para visitar al resto, o se reúnen para celebrar cumpleaños o fiestas como la Navidad.

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   Pese a tener que enfrentarse a la soledad de llevar el embarazo o el parto sin nada ni nadie aquí, han encontrado en este hogar de Cáritas no solo la compañía de otras mujeres en su misma situación, sino también la posibilidad de empoderarse y salir reforzadas tanto en el plano psicológico como en el laboral de ese hogar del madrileño barrio de Justicia.