Actualizado 06/09/2018 12:41

La crueldad, el inseparable compañero de viaje en la vida de Ester

Esther
CEDIDA A NOTIMÉRICA

   MADRID, 26 Feb. (Notimérica)

   Cuando hace unas semanas una amiga me contó la historia de Ester pensé que me vendría bien para hacer un reportaje, pues en ella, por desgracia, se personalizaban todas las grandes lacras de América Latina: corrupción, abusos contra la mujer, asesinatos e impunidad. Todas ellas habían marcado pasajes terroríficos de su vida y me pareció sensato hacer visible cómo los problemas que azotan a la región siguen destruyendo demasiadas vidas con una enorme facilidad. Le mandé un mensaje para ver si podíamos pasar un día juntas y coincidió que era su cumpleaños. Su respuesta me heló por dentro: "Es solo un día más para mí; siempre digo que ya no tengo tiempo, solo sueños inconclusos y una bonita vida en mi mente que es muy distinta a mi realidad".

   Según se acercaba el día de vernos más me preguntaba a mí misma si tenía sentido; si era necesario hacer pública la desgracia de alguien para sumar unos cuantos cientos de visitas. Llegué a la entrevista casi convencida de que no lo publicaría, además de con un nudo en el estómago porque sabía que me iba a doler empatizar con alguien con esa historia, pero me bastaron treinta segundos para darme cuenta de que Ester se merecía ese artículo. No solo por ser una superviviente, sino por afrontar la vida de tal manera que al resto tiene que servirnos de lección.

   Sabía de ella que había sido violada de pequeña, maltratada por su marido durante veinte años y que un sicario había asesinado a su hijo en Paraguay porque le confundió con otra persona. Y sabía también que había otras muchas cosas pero que sería su decisión contármelas. Ilusa de mí pensé que iba a encontrar a una mujer rota, pero no fueron sus ojos perfectamente maquillados lo que llamaron mi atención, sino su belleza y su enorme sonrisa. ¿Cómo alguien con todos estos dramas aún puede sonreír? Ester tiene 47 años y un tono de voz muy bajo, como si la desgracia y el duelo le hubiesen ido enmudeciendo.

ABUSO SEXUAL

   A los cuatro años su madre les abandonó a ella y a sus hermanos cansada de las palizas que le pegaba su padre, que lejos de hacerse cargo de ellos decidió repartirlos entre los tíos y abuelos. A Ester le tocó vivir con su abuela y su tío "solterón", que la violaba sistemáticamente cada vez que tenía ganas. "Recuerdo perfectamente cuando me miraba desde lejos y con sus ojos me indicaba la habitación a la que tenía que ir. Yo ya sabía lo que pasaba ahí dentro, pero jamás me atreví a hablarlo con nadie", me relató con una entereza más propia de quien ya se ha resignado que de alguien con dolor. Desde aquel momento el sexo le da asco e incluso a día de hoy, cada vez que tiene relaciones con su actual pareja, corre a ducharse al terminar.

   Tres años después se reencontró con su madre y se mudó con ella a Asunción, la capital paraguaya. Las violaciones y el trabajo doméstico terminaron y pudo ir a la escuela, donde solo estudió hasta sexto grado, aunque es una mujer perfectamente formada y culta gracias a su pasión por la lectura y la filosofía. A los 16 conoció al que sería su marido, quien desde muy poco tiempo después de casarse comenzó a maltratarla. Se quedó embarazada de su hijo Luis con 17 años y fue en ese momento cuando se prometió a sí misma que en cuanto juntase el dinero necesario y Luis fuese un poco mayor huirían a cualquier parte. Pero las palizas seguían, las violaciones también, y se quedó embarazada de nuevo.

   Le costó querer a Charly porque durante todo el embarazo le vio como un impedimento para huir con Luis. Si ya era difícil escapar de su captor con un hijo, mucho más lo sería con dos. Cuando nació, me contó igual de entera, intentó asfixiarle. No profundizamos demasiado en aquello, me pareció demasiado personal. En ese momento, lejos de juzgarla, traté de ponerme en su piel, en cómo de agónica debe ser la vida de alguien que es capaz de pensar en asesinar a su propio hijo solo porque necesita huir y salvar al otro. Pero no lo hizo y eso le unió a Charly muchísimo más que a sus otros dos hijos, pues Evelyn nacería dos años después.

ASESINATO

   Aguantó veinte años de malos tratos y humillaciones. Siempre se decía que en cuanto los niños terminasen los estudios se marcharían por fin, pero no les dio tiempo. Hace ahora doce años, cuando Charly tenía 17, un sicario le apuñaló por la espalda al confundirlo con el 'encargo' que alguien le había realizado. Estuvimos juntas más de tres horas, y aunque de Charly no hablamos demasiado, volvió a darme alguna lección. Su consuelo era que a su hijo le habían asesinado por error y no porque él fuese una mala persona. Imagino que de algún modo, era la paz que había encontrado para superar, o al menos convivir, con su ausencia.

   Aquello también fue un punto de inflexión. El día después de enterrarle, recogió sus cosas y se marchó a España. Gracias a una amiga paraguaya que trabajaba aquí como prostituta encontró un trabajo de interna en casa de una mujer mayor. Trabajó allí durante dos años hasta que pudo terminar sus estudios de auxiliar de geriatría, traerse a su hija menor y salir de esa casa. La imagen de ver cómo sepultaban a Charly y cómo le encerraban de por vida en el panteón familiar le provocó una claustrofobia que se manifestó varias veces durante su trabajo de interna, donde tenía esa misma sensación de encierro que aún a día de hoy le impiden hacer una vida normal en muchas ocasiones.

   Dejó el trabajo de interna cuando comenzó a trabajar de asistente de geriatría y se trajo a su hija Evelyn, por quien ahora está extremadamente peocupada porque en su novio ve patrones de malos tratos que le recuerdan mucho a los que ella vivió. Tuvo que dejar el trabajo porque "la tristeza se convirtió en enfermedad". A su pena achaca las distintas enfermedades que ha sufrido desde que llegó a España y que ahora le han obligado a dejar el trabajo porque no puede realizar prácticamente ningún tipo de esfuerzo físico.

   Ester me decía que solo las personas muy observadoras son capaces de ver tristeza en su mirada. Me sorprendió, porque yo solo veía fuerza y ganas de seguir viviendo. Hasta que hablamos de su actual vida sentimental. Hace ocho años conoció a un "hombre bueno" con quien ahora comparte su día a día. Cuando me dijo que nunca se había enamorado y que a veces sonreía solo por el hecho de imaginarse cómo sería tener una ilusión, vi en su mirada la pena de la que hablaba.

CORRUPCIÓN E IMPUNIDAD

   La vida ya le había dado demasiados reveses en forma de violencia cuando llegó el último gran palo. En el verano de 2016 decidió que pasaría las navidades en Paraguay con su hijo Luis, al que llevaba sin ver diez años, y con su nieta. Juntó el dinero necesario y sacó un billete para diciembre de ese año, pero en noviembre recibió la que sería la peor llamada que había recibido nunca a excepción de la que confirmaba la muerte de Charly. A su hijo le habían metido en la cárcel acusado de ser el autor de un atraco contra un empresario. Adelantó su vuelo y en noviembre se presentó en su país para ir a visitar cada día durante tres meses a su hijo en la cárcel.

   El empresario, en dos ruedas de reconocimiento diferentes, declaró que Luis no estaba involucrado en el atraco e implicó a tres policías. Más tarde se supo que alguno de ellos tenía una relación sentimental con la mujer de Luis y que decidieron utlilizarle a él como cabeza de turco. Luis salió de la cárcel en abril de 2017 en libertad condicional. Cada quince días durante dos años tiene que acudir al penal a firmar y tiene prohibido abandonar el país.

   Ester sueña hoy con que ese tiempo pase rápido y poder traerse a Luis a España. Su nieta ya está aquí y también su hija Evelyn, por lo que aquella bonita vida de la que me habló en su primer mensaje quizá se pueda hacer realidad pronto. "Sueño con que tengamos una casa en la que vivamos los cuatro y poder cocinar para mis hijos. A Luis le gusta mucho mi cocina, ¿sabes?". Es ese sueño el que le hace fuerte. Me definió su vida muy gráficamente: "Yo estoy sola en un desierto y mi manantial son mis hijos. Cuando uno está en el desierto y tiene sed, seguro que saca fuerzas de donde sea para llegar al manatial, ¿verdad?".

   Durante toda la conversación siguió llamando mi atención que en ningún momento llorase, pero también comprendí que puede ser verdad que tras tanto malo vivido las lágrimas se sequen.

   - Ojalá tus próximas lágrimas sean de felicidad.

   - Las lágrimas marcaron mi vida y son una señal terrible de tristeza para mí. El día que tenga una alegría solamente sonreiré, pero esta vez será de verdad.