Actualizado 02/05/2017 08:58

Las drogas en Iberoamérica, entre lo ancestral y lo ilegal

Coca
Coca - PIXABAY
FOTO COCA FOTO MARIHUANA FOTO TRÁFICO

   MADRID, 2 May. (Notimérica) -

   Si hay algo que predomina dentro de la región iberoamericana son los contrastes. La desigualdad entre los grupos sociales, las diversas y tan opuestas visiones políticas, la gran diversidad natural o los notables cambios culturales entre unas sociedades y otras, son solo algunos de los ejemplos del gran abanico de diferencias que el territorio posee.

   Entre ellas, ocupando uno de los puestos principales, está la visión y el tratamiento del mundo de las drogas y los estupefacientes. Al mismo tiempo que el cultivo y uso de narcóticos ilegales supone un tabú para gran parte de la sociedad de la región por las dinámicas que en ella se han venido desarrollando las últimas décadas, éstas también tienen un uso incluso ancestral.

   Un ejemplo con gran carga simbólica para Iberoamérica es la coca. Esta planta, con la que posteriormente se produce la cocaína y sus derivados, ha sido (y es) para algunas comunidades andinas un elemento de supervivencia física, ya que masticarla permite permanecer en zonas a gran altitud. Al mismo tiempo, es innegable que su cultivo supone el alimento de una de las peores lacras del territorio, el narcotráfico.

   Así, el choque de opiniones acapara parte del debate político y social en los países de la región, más cuando algunos de ellos han tomado ya medidas legales para su regulación con objetivos medicionales y lúdicos.

CULTIVO DE COCA

   En pasado mes de febrero, en la capital boliviana de La Paz tuvieron lugar una serie de manifestaciones en las que los cultivadores de coca mostraron su descontento, de forma violenta y con artefactos pirotécnicos como dinamita o petardos, respecto al proyecto de ley que preveía limitar los terrenos de cultivo de esta planta.

   Y es que, la coca ha sido cultivada desde tiempos precolombinos con el objetivo de ayudar a combatir el 'mal de altura' mediante infusiones o mascado, al mismo tiempo que como remedio para el cansancio y uso en diversos ritos indígenas, comunidad con importante presencia en el país. De hecho, la Constitución de Bolivia establece que la coca tiene un rango de patrimonio por 'factores culturales'.

   Sin embargo, Naciones Unidas (ONU) indicó en 2015 que Bolivia tiene en torno a 20.200 hectáreas de planta de coca cultivadas --siendo el tercer productor mundial después de Colombia y Perú--, algo que supera a las 14.705 hectáreas que un estudio de la Unión Europea de 2013 señala como suficientes para satisfacer la demanda local de la coca, por lo que se sospecha el desvio del sobrante al narcotráfico.

   Esto obligó al gobierno oficialista a poner en marcha un recurso que redujera el cultivo, pero ante las protestas de los cocaleros, el presidente Evo Morales anunció ampliar la extensión máxima de los cocales y modificar la ley que regía el cultivo desde 1988.

FOTO COCA

   La justificación de la medida pasó por la desactualización de los datos ofrecidos por la ONU y la Unión Europea (UE), así como la intención industrializar legalmente y exportar productos derivados de la coca, algo que al mismo tiempo está prohibido desde el año 1960 por la Convención de Viena. Así, la intención de Evo Morales es promulgar la despenalización de la coca para el mascado, o 'acullicu', a nivel internacional.

   Los hechos se postulan curiosos en un país cuya política anti-droga es considerada una de las más exitosas y eficientes de la región. Tal y como indican los monitoreos llevados a cabo por la Oficina de Naciones Unidos Contra la Droga y el Delito (UNODOC en sus siglas en inglés), Bolivia ha reducido y mantenido las extensiones de sus cultivos, a diferencia de la realidad de otros países, como Colombia.

MARIHUANA

   Similares controversias suceden con el cultivo y consumo de la marihuana, cuya legalización avanza paulatinamente por diversos puntos de la región con funciones recreativas (como sucede en Uruguay y México) y medicinales (como es el caso de Colombia), no sin crear controversias tanto a favor como en contra.

   Precisamente dicho debate se ha visto avivado en los últimos tiempos en Argentina. Progenitores de menores afectados por la epilepsia refractaria, una enfermedad para la cual los fármacos anti-epilépticos legales no tienen efecto, defienden el uso del aceite de cannabis para tratar las secuelas de la afección afirmando que su uso calma y mejora los 60 o 70 ataques que cada día puede llegar a sufrir el afectado.

   Realizado a partir de las flores de la marihuana y aceite de oliva, el uso de este tratamiento ha llevado al auto-cultivo de esta planta, algo que en el país sudamericano está perseguido y penado con condenas de entre 4 y 15 años. Así, hace un año Buenos Aires acogió la Marcha Mundial de la Marihuana, reuniendo a 150.000 personas que gritaron por la legalización de su uso medicinal.

   Se abrió de nuevo el debate sobre la legalización de esta planta para usos medicinales, surgiendo asociaciones como Mamá Cultiva Argentina, una agrupación de "grupo de cultivadores, madres y familias de niños con epilepsia refractaria y otras patologías a los cuales la medicina tradicional no les pudo brindar un tratamiento para disminuir su sufrimiento y el de toda la familia".

   La agrupación, liderada principalmente por "madres que durante largo tiempo fuimos esclavas de enfermedades denigrantes (...) que nos mantuvieron encerradas, devastadas y abatidas, hundidas en la más profunda de las depresiones", tal y como declaran en su página web, se han unido a otras como la Agrupación de Agricultores Cannábicos de Argentina, Agrupación Cogollos del Oeste o la Agrupación Cannabicultores del Oeste, para llevar hasta el Congreso argentino una propuesta que legalice el uso del cánnabis.

   El presidente argentino, Mauricio Macri, no ha tomado medidas al respecto por el momento, a diferencia de los países sudamericanos de Colombia, Ecuador, Perú o Uruguay, donde está permitida determinada cantidad de posesión. Este último, además, se convirtió en el primer país del mundo en regular legalmente la producción y comercio de la marihuana en el año 2013.

    Por otra parte, el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, presentó hace un año una iniciativa que elevaría la cantidad de marihuana permitida --de 5 a 28 gramos-- y el uso de fármacos cuya composición derive del cannabis, precisamente para el tratamiento de epilepsias u otras enfermedades.

   Sin embargo, la norma podría tener el objetivo de descongestionar y reducir el número elevado de detenciones y penas por posesión de drogas, una extendida problemática en el país con mayor tránsito y presencia de narcotráfico de la región, tal y como muestra el Informe Mundial sobre Drogas elaborado por la UNODC sobre el año 2016

FOTO TRÁFICO

   Y es que, queda claro, que la historia de Iberoamérica, así como su actualidad, no puede desligarse de las drogas, ya que también podría hablarse del cultivo de la amapola (de la que se produce el opio y la heroína), uno de los principales modos de vida de notables grupos de población mexicana, guatemalteca y andina (peruana y colombiana).

   Las drogas en Iberoamérica, una paradoja de lo ancestral y lo ilícito, lo reclamado y lo penado, el progreso y la lacra. Tal y como se indicaba al comienzo de este texto, el abanico de diferencias en la región iberoamericana es muy amplio.