El cónclave comenzará el 7 de mayo y, tras cada votación, saldrá humo por la chimenea: negro si no hay acuerdo y blanco en caso contrario
MADRID, 5 May. (EUROPA PRESS) -
El nuevo Papa que saldrá elegido del próximo cónclave que se celebrará este 7 de mayo necesitará una mayoría cualificada de dos tercios, es decir, un total de 89 votos, ya que el número de cardenales electores se sitúa en 133.
Tanto si se elige al Papa como si no, los auditores deben proceder a comprobar tanto las papeletas como las anotaciones realizadas por los escrutadores, para asegurarse de que han llevado a cabo su tarea con exactitud y fidelidad.
Inmediatamente después de la auditoría, antes de que los cardenales electores abandonen la Capilla Sixtina, todas las papeletas son quemadas por los escrutadores, con la ayuda del secretario del Colegio y del maestro de ceremonias, llamado entretanto por el último cardenal diácono. Por el contrario, si debe celebrarse inmediatamente una segunda votación, las papeletas de la primera sólo se queman al final, junto con las de la segunda votación, según detalla Vatican News.
Las votaciones tendrán lugar todos los días: dos por la mañana y dos por la tarde. En el caso de que los cardenales electores tengan dificultades para ponerse de acuerdo sobre la persona elegida, después de tres días sin resultado, las votaciones se suspenderán durante un máximo de un día, para una pausa de oración, libre discusión entre los electores y una breve exhortación espiritual, pronunciada por el cardenal decano de la orden de los diáconos.
A continuación, se reanudará la votación. Si después de siete votaciones, la elección no ha tenido lugar, se celebrará otra pausa para la oración, la conversación y la exhortación, impartida por el cardenal mayor de la orden de los presbíteros; y se realizará otra serie de siete votaciones. En caso de que no se produzca la elección, habrá una nueva pausa, a cargo del cardenal mayor de la orden de los obispos y se reanuda la votación, con un máximo de siete papeletas.
Si de nuevo no hay elección, se volverá a reservar un día para la oración, la reflexión y el diálogo, y en la siguiente votación se deberá elegir entre los dos nombres que hayan recibido más votos en la votación anterior. En el caso de que se llegue a esta votación, también se necesita una mayoría cualificada de al menos dos tercios de los cardenales presentes y votantes, aunque en estas votaciones no pueden votar los dos cardenales sobre los que se requiere una votación.
LA VOTACIÓN, PASO A PASO
Los 133 cardenales electores llamados a elegir al 267º Romano Pontífice tendrán en sus manos una tarjeta de forma rectangular que lleva escrito en la mitad superior "Eligo in Summum Pontificem" y el lugar para escribir el nombre del elegido en la mitad inferior. La tarjeta está hecha de manera que se pueda doblar en dos, como describe la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis.
Una vez preparadas y distribuidas las papeletas (al menos dos o tres a cada cardenal elector) por el maestro de ceremonias, el último cardenal diácono sortea, entre todos los cardenales electores, tres escrutadores, tres encargados de recoger los votos de los enfermos (infirmarii) y tres auditores. Si en este sorteo se extraen los nombres de cardenales electores que, por enfermedad u otra razón, no pueden desempeñar estas funciones, se extraen en su lugar los nombres de otros cardenales.
Esta es la fase previa a la votación y, antes de que los electores comiencen a escribir, el Secretario del Colegio Cardenalicio, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias y los Maestros de Ceremonias deben abandonar la Capilla Sixtina. Después, el último Cardenal Diácono cierra la puerta, abriéndola y cerrándola tantas veces como sea necesario.
Cada cardenal elector, por orden de precedencia, tras haber escrito y doblado su papeleta, sosteniéndola en alto para que sea visible, la llevará al altar, donde se encuentran los escrutadores y sobre el cual está colocado un receptáculo cubierto con un plato para recoger las papeletas.
A continuación, en voz alta, cada cardenal pronunciará las siguientes palabras: "Pongo por testigo a Cristo Señor, que me juzgará, de que mi voto es dado a aquel que, según Dios, creo que debe ser elegido". Después, depositará la papeleta en el plato y la introducirá en el receptáculo, para inclinarse ante el altar y volver a su asiento.
Los cardenales electores presentes en la Capilla Sixtina que no puedan ir al altar por estar enfermos, tendrán la ayuda del último de los escrutadores que se acercará a ellos por lo que, pronunciado el juramento, entregarán la papeleta doblada al escrutador que la llevará visiblemente al altar y, sin pronunciar el juramento, la colocará en el plato y la introducirá en el receptáculo.
En caso de que haya cardenales electores enfermos en sus habitaciones, los tres infirmarii (asistentes de enfermería) llevarán el número apropiado de papeletas en una pequeña bandeja y una caja entregada por los escrutadores y abierta públicamente por ellos, para que los otros electores puedan ver que está vacía, y luego cerrada con una llave colocada en el altar. Esta caja tiene un agujero en la parte superior por el que se puede introducir una papeleta doblada.
A continuación, los enfermeros llevarán la urna a la Capilla Sixtina, que es abierta por los escrutadores después de que los cardenales presentes hayan depositado su papeleta. Los escrutadores contarán las papeletas de la urna y, tras cerciorarse de que su número coincide con el de los infirmarii, las colocarán una a una en el plato y las introducirán todas juntas en el receptáculo.
FUMATA BLANCA O NEGRA
Una vez que todos los electores cardinales depositen sus papeletas en la urna, el primer escrutador sacudirá la urna varias veces para barajar las papeletas e, inmediatamente después, el último escrutador procederá al recuento de las papeletas, sacándolas visiblemente una a una de la urna y depositándolas en otro recipiente vacío.
Si el número de papeletas no corresponde al número de votantes, deberán quemarse todas y se procederá inmediatamente a una segunda votación. Por el contrario, si coincide con el número de votantes, se procederá al recuento.
Los tres escrutadores se sentarán en una mesa frente al altar: el primero tomará una papeleta, la abrirá, anotará el nombre del elector y se la pasará al segundo, quien, una vez comprobado el nombre del elector, se la pasará al tercero, que la leerá en voz alta (para que todos los electores presentes puedan marcar su voto en una hoja especial) y anotará el nombre leído.
Si durante el recuento, los escrutadores encuentran dos papeletas dobladas de forma que parezcan haber sido rellenadas por un mismo votante, si llevan el mismo nombre se contabilizarán como un solo vot pero si llevan dos nombres diferentes, ninguno de los dos votos será válido, pero en ninguno de los casos se anulará el voto.
Una vez terminado el recuento de las papeletas, los escrutadores sumarán los votos obtenidos por los distintos nombres y los anotarán en una hoja aparte. El último de los escrutadores, al leer las papeletas, las pinchará con una aguja en el punto donde se encuentra la palabra 'Eligo' y las introducirá en un hilo, para que se conserven con mayor seguridad.
Una vez terminada la lectura de los nombres, los extremos del hilo se atan con un nudo y las papeletas se depositan en un receptáculo o a un lado de la cantina. En ese momento, se cuentan los votos y, tras comprobarlos, se queman en una estufa de hierro fundido usada por primera vez durante el Cónclave de 1939. Una segunda estufa, de 2005, conectada, se utiliza para los productos químicos que deben dar el color negro, en caso de no elección, y el color blanco, en caso de elección.