Actualizado 03/09/2018 08:19

Los garifunas afrocaribeños defienden su modo de vida en Honduras

Garifunas perform at the National Autonomous University of Honduras (UNAH) in Te
REUTERS / JORGE CABRERA

   El Tribunal Interamericano de Derechos Humanos ha condenado al Estado hondureño por violar el derecho a la propiedad colectiva de la tierra

   LA CEIBA (HONDURAS), 2 Sep. (Fundación Thomson Reuters/EP) -

   Hace apenas seis años la comunidad garifuna de Vallecito estaba prácticamente abandonada, pero ahora bulle de vitalidad tras convertirse en un símbolo de la defensa de las tierras ancestrales de esta comunidad de descendientes de africanos e indios caribeños y de su resistencia frente a la industria turística y los terratenientes que se dedican al cultivo de palma para obtener su aceite.

   En Vallecito viven un centenar de personas en chozas de adobe levantadas en torno a dos grandiosos templos con tejados de paja. Ahora cuenta con una escuela y pronto empezará a emitir su propia radio comunitaria.

   La mayoría de los habitantes de Vallecito han llegado en los últimos años para defender el derecho a la tierra ancestral de los garifunas que había quedado abandonada como consecuencia de la violencia de los narcotraficantes y el avance de los cultivos de palma. Entre ellos está Francisca Arreola.

   "La gente viene a las comunidades garifunas de toda Hunduras para proteger este lugar", ha explicado la mujer, de 59 años, llegada desde una población cercana en 2012. "Esta tierra era de nuestros ancestros. No podemos dejar que vengan a quitárnosla", ha añadido en declaraciones a la Fundación Thomson Reuters.

   Los garifunas son descendientes de los esclavos africanos y los indios caribes y arahucos que vivían en la costa caribeña del noreste de Honduras desde finales del siglo XVIII. Su cultura recoge las tradiciones de pesca y agricultura caribeñas y la música, la danza y la espiritualidad africana. Está incluida en la Lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). La tierra, que se hereda por vía materna, es un elemento central de su cultura.

CORAZÓN DE LA RESISTENCIA

   Vallecito es uno de los enclaves garifunas más antiguos del continente americano. Desde 1997 tienen un título de propiedad de las 980 hectáreas que integran esta zona, pero durante años han tenido que hacer frente al acoso, la intimidación y las amenazas para que se marcharan, denuncia Amnistía Internacional.

   "Hubo una época en la que los hombres venían con armas casi a diario para intentar echarnos", relata Arreola mientras remueve un caldero de frijoles en la cocina comunal de Vallecito. "Parece que las cosas están tranquilas, por ahora", ha añadido.

   La activista Miriam Miranda destaca que Vallecito se ha convertido en el "corazón de la resistencia" en Honduras, un país que es el más mortífero del mundo para los ecologistas, según Global Witness. Miranda, coordinadora general de la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH), advierte de "amenazas persistentes" para la propia existencia de la comunidad de Vallecito. El pasado mes de abril muchas de las casas fueron pasto de las llamas en lo que se cree fue un incendio intencionado.

   Vallecito se encuentra en una de las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE) creadas por el Gobierno, una polémica iniciativa que busca atraer la inversión extranjera a Honduras en regiones "económicamente autónomas". Así han surgido grandes proyectos energéticos, mineros y de turismo que afectan a 20 de las 47 comunidades garifunas que trufan la costa caribeña de Honduras, según OFRANEH. "Nunca antes había habido tantas amenazas a la supervivencia cultural de los garifunas", ha destacado Miranda.

UNA HISTORIA DE AMENAZAS

   En otra comunidad garifuna, Triunfo de la Cruz, a unos 250 kilómetros al oeste de Vallecito, las casas destartaladas de tablas contrastan con el enclave de ecoturismo de la Bahía de Tela, un proyecto millonario patrocinado por el Estado para aprovechar las playas de arena blanca de la región. El buque insignia del proyecto es el Resort y Campo de Golf de Indura Beach.

   En 2014 policías y militares intentaron desalojar a 157 familias garifunas de esta zona para habilitar espacio para la ampliación del complejo hotelero de Indura Beach, denuncia Global Witness después de la venta ilegal de tierras por parte del Ayuntamiento. "Tras el perfecto folleto turístico (de Indura) hay amenazas, acoso y abusos contra los Derechos Humanos", apunta un informe de Global Witness.

   Al año siguiente el Tribunal Interamericano de Derechos Humanos condenó al Estado hondureño por la violación de los derechos a la propiedad colectiva de la tierra en Triunfo de la Cruz. En concreto, incumplió la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU al no pedir "un consentimiento libre, previo e informado".

   Un portavoz de la Presidencia, Ebal Diaz, no ha respondido a las múltiples peticiones de entrevista. Indura tampoco ha querido aclarar su postura, pero un comunicado de prensa posterior a la publicación del informe de Global Witness niega que intentase expulsar a los garifunas. "La empresa tiene todos los permisos necesarios para el desarrollo de este proyecto turístico conforme a la ley. El Resort y Campo de Golf Indura Beach desde la primera fase del proyecto busca colaborar con las comunidades garifunas", argumenta.

VOLUNTAD POLÍTICA

   El antropólogo Christopher Loperena, especialista en los garifunas, ha calificado de "gran victoria" la sentencia porque supone "un reconocimiento internacional de su derecho a la tierra". Sin embargo, "no parece que haya voluntad política para aplicar las reparaciones recomendadas", se ha lamentado.

   Una portavoz del Ayuntamiento de Tela, Lariza Calix, ha explicado que están esperando instrucciones del Gobierno central sobre cómo actuar, pero "en este punto no hemos tenido ninguna comunicación al respecto".

   Mientras, en Vallecito se concentran en la conservación mediante un jardín de verduras orgánicas, una plantación de coco y un proyecto de huerto de plantas medicinales que se suman al cultivo tradicional de arroz, maíz y frijoles.

   "Nuestro objetivo es ser totalmente autosuficientes", ha explicado Henry Norales, llegado de la capital, Tegucigalpa, para dirigir la ingeniería agraria para OFRANEH. "Esto es lo que espero dejar en herencia a las generaciones futuras, para que puedan seguir preservando nuestra cultura", ha destacado.