Actualizado 30/11/2018 11:16

Helen López, la venezolana que se ha propuesto convertir a los madrileños en expertos chocolateros

HELEN CHOCOLATES
CEDIDA
   

   MADRID, 16 Oct. (Notimérica)

   Quizá haya quien todavía recuerde el envoltorio de las tabletas de chocolate Matías López. Una pareja delgada antes de tomar chocolate, otra gorda después de haber comido mucho y otra en su peso perfecto y feliz tras consumir dos onzas del preciado alimento al día. Fue el primer anuncio de España. También habrá a quien el nombre de esta fábrica le suene porque sus trabajadores fueron los primeros en gozar de seguridad social en este país. En caso de enfermedad, la empresa aportaba el 50% del salario íntegro, y la diferencia la complementaba un fondo salarial constituido por los trabajadores, que lo mantenían con parte de su nómina. Es decir, al chocolate le debemos los españoles tanto la publicidad como la Seguridad Social.

   Esto es lo primero que cuenta la venezolana Helen López en las catas que organiza mensualmente en Madrid. Esta apasionada del chocolate sabe tanto del producto que aunque ha pasado años duros, hoy vive de él en un país como España, en el que los miles de planes de ocio y el buen tiempo dificultan el interés por este alimento que está demostrado científicamente que influye en la felicidad de las personas.

   En el sótano de una floristería situada en el barrio de Salamanca ha montado su despacho. Una pequeña moledora de cacao, una mesa llena hasta reventar de los chocolates más extraños del mundo y libros, decenas de libros sobre el mismo producto son todo lo que necesita para llevar a cabo su trabajo. Tiene una empresa de comunicación especializada en marcas de chocolate y una empresa de asesoría a empresas cacaoteras y chocolateras. Pero además, lleva un lustro haciendo catas de este "manjar" que si bien todavía no tienen la solera de otras pruebas de alimentos como el vino, el queso o el aceite, va ganando adeptos a pasos agigantados.

HELEN CHOCOLATES

   Cuando en 2007 la periodista llegó a España gracias a una beca para jóvenes iberoamericanos el plan era estar seis meses, pero ella siempre tuvo claro que si encontraba un sustento se quedaría. Ya había intentado emigrar de Venezuela anteriormente tras sufrir tres atracos seguidos y tras comprobar que "los medios de comunicación empezaban a tener restricciones muy evidentes a la libertad de expresión", tal y como relata a Notimérica desde ese sótano en el que los aromas a flores y cacao se fusionan y combinan bien.

   Como Caracas había sido tradicionalmente una ciudad de acogida de extranjeros, sus calles durante años estuvieron repletas de restaurantes con comida de todo el mundo. Por aquel entonces Helen escribía un blog gastronómico que mantuvo en España "hasta que llegó la moda de los 'influencers' y las personas que se dedicaban a intentar comer gratis en los restaurantes". Fue entonces cuando vio que debía especializarse y lo hizo en el producto que mejor conocía: el chocolate.

CATAS BENÉFICAS

   Ya vivía en España cuando comenzaron a saltar las alertas sobre la escasez de medicamentos en su Venezuela natal y comenzó a hacer catas de chocolate con carácter benéfico. La gente asistía y como medio de pago llevaba medicinas que después se enviarían al país caribeño. Como casi todo lo benéfico en España --país famoso por su solidaridad--, aquella idea funcionó bien, pero las dificultades llegaron cuando quiso dar el salto a la empresa y convertirlo en su propio negocio.

   España es el país que menos chocolate consume de Europa. Dos kilos al año frente a los más de diez que consumen por ejemplo los británicos. Aquí la cultura del chocolate es "muy escasa" y no va más allá de las pocas tabletas que pueden colarse en el carro del supermercado al hacer la compra. Los europeos, dice Helen, viven esta industria de otro modo: el francés considera que fue primero que moldeó el chocolate; el británico el primero que lo hizo tabletas; el suizo dice que fueron ellos quienes agregaron la leche y que ese es el auténtico chocolate y los holandeses, que a ellos se debe la tecnología para sacar la manteca del cacao y permitir a la industria avanzar.

HELEN CHOCOLATES

   Todo esto a Helen le pone "de mal humor". Tras leer las infinitas teorías que hay sobre quién inventó la fórmula de este alimento, ella está convencida de que quienes dieron con la simple tecla de mezclar cacao y azúcar fueron los monjes españoles que habitaban el Monasterio de Piedra de Calatayud. Y por eso confía tanto en sus catas, porque cree que son una manera de que los españoles aprendan y se encuentren con parte de su cultura.

   Las primeras las organizaba en locales que le exigían un número mínimo de asistentes. Al principio era fácil llenarlas con familiares y amigos, pero llegó un momento en el que eso ya no funcionaba y tuvo que asumir que si no lograba completar el aforo tendría que poner ella dinero de su bolsillo. No era fácil, recuerda, competir con las terrazas, con los "miles de planes" que ofrece la capital española ni con el clima, que si bien en países más grises incita a consumir este alimento, "en España no lo hace de la misma manera". Las catas comenzaron entonces a tener dos o tres asistentes, pero aquello no frenó sus ganas por enseñar todo lo que sabía.

   Impresiona, de hecho, oírle hablar de que el chocolate blanco es un lienzo que se puede combinar con azafrán o sobrasada mallorquina; o de cómo una etiqueta de un chocolate peruano es poco menos que una obra de arte. Igual de impactante es ver cómo nada más meterse un pedazo de chocolate en la boca sabe sacar tres o cuatro ingredientes mientras quien está enfrente todavía intenta sacarlo del envoltorio.

MÁS QUE CHOCOLATE

   En su despacho, como en sus catas, hay chocolates de todos los tipos, colores y sabores. Venidos, por supuesto, de todas las partes del mundo. Uno puede probar chocolate hecho con leche de camello, otro con camarones o incluso con anchoas. Porque en las catas "comemos chocolate, sí, pero también aprendemos de cultura, de ciencia, de economía o de botánica", destaca Helen. "Da la sensación de que el mundo es más pequeño; hablamos de África y de Holanda a la vez", añade.

   Aunque en España la tendencia de los chocolates finos ha tardado en llegar, lo cierto, dice, es que las marcas están comenzando a reinventarse. Y ahí está Helen para asesorarlas, porque ese es el objetivo fundamental de su empresa, Helen Chocolates. Desde ella ofrece asesoría a las marcas que le contactan y el servicio de publicidad mediante su empresa de comunicación.

   Además, participa en decenas de eventos en los que la reclaman. Tan pronto está en el rosal del jardín botánico maridando chocolate con rosas, como en el herbolario haciendo lo propio con el romero, como se inventa en Mallorca una sobrasada de chocolate. Ahora se ha propuesto montar para los madrileños un Salón del Chocolate similar al que tienen los parisinos. La industria chocolatera se está renovando y considera que es "la oportunidad perfecta para inculcárselo a los madrileños".

   Mientras tanto la venezolana seguirá con sus empresas, ambas ligadas al chocolate, y con sus catas mensuales, que han pasado de contar con dos o tres personas a colgar el cartel de aforo completo con meses de antelación, algo que atribuye a la recuperación económica. "Con la crisis solo venían a las catas las personas que ya tenían todas sus necesidades cubiertas", asegura. Todo lo que ha logrado es producto del esfuerzo, pero también de la actitud con la que se toma su trabajo, sabiéndose afortunada por poder vivir de su pasión.