Actualizado 21/11/2018 13:11

Hikari, el venezolano que habla sin tapujos del género no binario

Hikari
CEDIDA A NOTIMÉRICA
  

   MADRID, 19 Sep. (Notimérica)

   Spotify se ha colocado a la cabeza del compromiso LGTBI. Cuando uno accede por primera vez a la plataforma musical para abrir una cuenta, en las opciones de género se permite seleccionar entre mujer, hombre o no binario. Este último es el espectro que abarca a todas aquellas personas que no se sienten plenamente identificadas con ninguno de los dos géneros tradicionales. Es el caso del venezolano Hiraki.

   Su nombre de pila era diferente, sus padres le bautizaron con un nombre de mujer, pero él nunca se sintió como tal. Pero tampoco se siente plenamente hombre. Tardó varios años en empezar a referirse a sí mismo con pronombres masculinos, pero hoy, a sus 21 años, se siente así más cómodo. Aún en determinados espacios o ambientes socializa en femenino, reconoce a Notimérica, porque no le gusta dar explicaciones y porque en según qué entornos no se siente seguro. Eso, según el día, le genera más o menos molestias.

   Son casi las diez de la mañana cuando en una cafetería del centro de Madrid comienza a hablar con seguridad, sin pudor y sin mirar a su alrededor de sus dudas sobre si hormonarse o no, de que le gustaría tener barba pero no perder el pecho y de otro montón de asuntos que demuestran la madurez que tiene para su corta edad. Seguramente todos esos atributos los consolidó a lo largo de los más de dos años que pasó ingresado en un hospital de día a causa de una fuerte depresión.

   Su piel mestiza, su pelo afro y su ropa unisex le hacen un hombre atractivo, pero también una mujer atractiva. Está justo en el punto en el que quiere estar. Hikari nació en Venezuela, aunque a los cuatro años sus padres decidieron emigrar a España. Desde entonces solo ha vuelto al país caribeño para hacer la comunión. Además de saber desde pequeño que no se sentía mujer, también tenía clara su pasión por las artes de todo tipo. Es bailarín, estudió artes escénicas, practicó circo durante un año en una asociación sin ánimo de lucro, hizo teatro, karate y taekwondo. Todo ello mientras estudiaba japonés, su "cultura favorita" y la que le inspiró para cambiar el nombre con el que se le conoce en sociedad.

hikari

   Fue gracias a Internet y a la gente que conoció estudiando el bachillerato artístico cuando se empezó a sentir más segura y protegida, cuando descubrió que tenía una comunidad con la que ser completamente él mismo, donde la variedad de perfiles físicos y sexuales no es infinita pero casi. "Vi que no era el único en el mundo que me sentía de esta forma", cuenta mientras desayuna la opción vegana del menú.

EN JAPÓN EN DOS AÑOS

   El entusiasmo por el arte le viene de familia. Sus antepasados son haitianos que se vieron obligados a exiliarse cuando la dictadura de François Duvalier alcanzó el poder. El tatarabuelo de Hikari era Paul Magloire, presidente de Haití hasta el momento del Golpe, y las raíces culturales y musicales las ha heredado de esa familia materna.

   Atraído por esa pasión nipona, su sueño ahora es estudiar doblaje de películas de anime, la adaptación japonesa de la palabra 'animación'. Para lograrlo se ha visto obligado a abandonar todos esos hobbies que le quitaban tiempo y centrarse en el trabajo. Con su corta experiencia laboral, buscó los sitios en Madrid donde más japoneses pudiera conocer y envió el currículum al Museo del Prado. Allí trabaja desde hace siete meses. Entre encargo y encargo y mientras recorre los pasillos del museo, busca a japoneses con los que mantener una pequeña conversación y repasar el idioma. "Estoy contenta, ya tengo varios teléfonos de personas que se han ofrecido a ayudarme cuando llegue allí", dice sonriente.

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   Para lograr su sueño en Japón tiene varias opciones. La primera pasa por presentarse como voluntaria para la organización de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Si le seleccionan comenzará a buscar in situ oportunidades de trabajo. La segunda opción es estudiar doblaje en España con alguna beca y la última, "aunque la menos atractiva", es "trabajar mucho" para poder pagarse los estudios. "Voy a llegar seguro, no sé cuántos años me va a llevar pero llegaré seguro", afirma Hikari con la misma seguridad con la que habla de todos los aspectos de su personalidad.

   Pese a que tiene la vista puesta en su carrera profesional, a muy corto plazo solo piensa en reencontrarse con su familia venezolana. Tras años de innumerables gestiones los padres de Hikari han logrado traer a toda la familia. Su abuela, sus tías y el resto de la familia llegarán el próximo lunes tras 17 años separados.

"HONESTA Y PRÁCTICA"

   La depresión ha sido tradicionalmente un tema tabú aunque, según los expertos, una de cada seis personas sufrirá esta enfermedad a lo largo de su vida. Los detonantes, en ocasiones, son complicados de explicar. Para Hikari fueron "un cúmulo de cosas que estaban conectadas entre sí aunque yo no era consciente". Recuerda, aunque no lo hace como un drama, que siempre tuvo la presión de ser perfecta y que eso, sumado a su miedo a expresar debilidad, "me llevó a formar un colapso que acabó explotando".

   A los 17 ingresó en un hospital de día donde estuvo dos años y tuvo que abandonar los estudios, así como todas las actividades extraescolares que hacía. Pese a todo, repite, no lo recuerda como una época dramática: "perdí tiempo, pero fue tiempo de buscarme a mí, así que se podría decir que en realidad lo invertí en lo que necesitaba".

   En su antebrazo izquierdo se tatuó cuando terminó la terapia 'Beloved. Honesta y Práctica'. Beloved, amado, porque por primera vez se había permitido sentirse querido. Y honesta y práctica porque así fue como su terapeuta le dijo que tratara de vivir su vida una vez fuera del hospital. Aunque dice que la mayoría de los pacientes cambian de número de teléfono cuando reciben el alta, él no quiso hacerlo. La gente del hospital se convirtió en su "nueva familia".