Actualizado 10/12/2018 11:03

Isabel, Luisa y el drama emocional producto de verse obligadas a salir de Venezuela

Inmigrantes venezolanas en centro de Cáritas para mujeres
NOTIMÉRICA

"Venezuela es una mala escuela, pero te vuelve una persona más fuerte", afirma Luisa

   MADRID, 7 Nov. (Notimérica)

   2018 está siendo posiblemente el año más complicado de la última década para los venezolanos. La situación del país, de la que muchos culpan al mandatario Nicolás Maduro, está impulsando a los ciudadanos a abandonar sus casas y cruzar las fronteras hacia otros países de la región como Colombia, Perú o Brasil, entre otros. También en los últimos años España se ha convertido en receptor de más venezolanos de lo que acostumbraba. De hecho, Venezuela es, después de Siria, el país del que se registran más solicitudes de asilo.

   Entre quienes han llegado a España en busca de protección internacional se encuentran Isabel y Luisa, dos venezolanas cuyas vidas se cruzaron en la sede del Samur Social en Madrid, a donde ambas acudieron a pedir ayuda con cuatro días de diferencia. Sus historias tienen un denominador común: las dos se han visto obligadas a emigrar y a separarse de su familia para buscar un futuro en un tercer país. Ambas han sufrido las consecuencias de la falta de abastecimiento de alimentos y medicinas y han llegado aquí conscientes de que si les conceden la protección no podrán regresar a su país natal hasta que Maduro y/o su partido, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), abandonen el poder.

ISABEL, OBLIGADA A EMIGRAR PARA COSTEAR EL TRATAMIENTO MÉDICO DE SU PADRE

   Isabel es la mayor de tres hermanos. Tiene 38 años, un padre enfermo y un marido al que ha tenido que dejar en Miranda, el estado donde vivían, porque a él no le concedieron la cita para renovar su pasaporte. Aunque llevaban cerca de tres años planeando salir de Venezuela, fue en los últimos seis meses cuando la decisión fue irrevocable. El padre de Isabel necesita un tratamiento semestral que tiene un coste de 400 dólares y "es imposible de adquirir allí", relata a Notimérica en el Centro Abierto para Mujer que Cáritas ha habilitado en el corazón de Madrid para dar asistencia a mujeres con necesidades de diferentes tipos.

   Viene de una familia en la que todos tienen estudios superiores y ella administraba hasta el momento de salir del país cuatro empresas, pero la devaluación de la moneda ha hecho que los sueldos "no alcancen para nada". "La calidad de vida de los venezolanos ha tocado fondo en los dos últimos años", lamenta. Llegó a España el pasado 22 de septiembre tras conseguir la renovación de su pasaporte y con los pocos dólares logrados tras vender su coche, los electrodomésticos de su casa y todas sus pertenencias de valor.

   Quería ser madre, pero las circunstancias se lo han impedido y ahora, en España, cerca de cumplir los cuarenta y a 10.000 kilómetros de su marido, trata de asumir que ya no será posible. También intenta asimilar que la enfermedad de su padre avanza y que es posible que "no vuelva a verle con vida". Pese a eso, decidió venir porque allí no podía pagarle los medicamentos y pensó que quizás si encuentra un trabajo en España pueda hacerlo.

LUISA, PERSEGUIDA POR DENUNCIAR LA MUERTE DE SU HERMANO

   En una situación similar se encuentra Luisa. Tiene 43 años y llegó a Madrid cuatro días más tarde que Isabel, el 26 de septiembre. En su caso, lo hizo "con cinco dólares en el bolsillo" y sin saber a qué debería enfrentarse. Por suerte, una vez aquí, una amiga --también venezolana-- que vive en Bélgica le envió el dinero con el que sigue sobreviviendo un par de meses después.

   Su salida de Venezuela está ligada directamente a un asunto político. Durante las manifestaciones que se produjeron en 2016, que el Gobierno de Maduro bautizó como 'guarimbas' o desórdenes, el hermano de Luisa falleció "a manos de la policía". Comenzó entonces "un calvario" para esta familia al que había que sumar el propio duelo por la pérdida de un familiar. Decidieron denunciar y a partir de ese momento "todo se complicó". Por las amenazas que asegura haber recibido por parte de la policía, varios miembros de su familia tuvieron que salir del país.

   Incluso ella, mucho antes de tomar la decisión, tuvo que tomar una aún más dolorosa. La de sacar a sus hijos y separarse de ellos. A sus niños los envió hace ahora un año a Congo, al centro de África que es donde vive la hija que tuvo su marido fruto de un matrimonio anterior. Hace un año que no los ve, sabiendo que viven en un país en el que también se registran altos niveles de violencia. "Todos tenemos derecho a una vida digna, pero con la familia dispersa no se puede", lamenta Luisa.

   "No podíamos ir contra el Gobierno", asegura a Notimérica entre lágrimas. Las amenazas comenzaron cuando un fiscal solicitó que se abriera una investigación por el caso. "Vinieron a casa, nos cortaron la luz, nos quemaron el coche... y así durante meses", confiesa. Cuando acudió a la comisaría a denunciar estos hechos, "me patearon y se rieron de mí". Ahora, el miedo a seguir sufriendo represalias les ha hecho retirar la denuncia y solicitar que se paralice la investigación.

   La falta de alimentos fue "la gota que colmó el vaso" para decidir salir. "Crecí en un hogar pensando que era humilde, pero nunca nos faltó una arepa o un pan, pero ahora he conocido la pobreza realmente", advierte. Igual que Isabel, llegó al Samur Social nada más poner los pies en territorio español. Allí, aunque fuentes del servicio de atención social aseguran "estar desbordados", los venezolanos están siendo atendidos en la práctica totalidad de los casos. Les ofrecen alojamiento y comida, así como asesoría legal para que puedan tramitar sus solicitudes de asilo.

   Ambas comparten ahora habitación con cerca de veinte hombres y muejres de distintas nacionalidades. Duermen en sofás, ni siquiera en colchones por la falta de espacio, pero aún así están agradecidas. "Es mejor esto a estar en una cama en nuestro país muertas de hambre esperando a que venga cualquier delincuente o muertos de frío como nuestros compatriotas", dice Isabel en referencia a los 17 venezolanos que el pasado 4 de septiembre fueron hallados muertos por hipotermia cuando atravesaban un páramo colombiano. La semana pasada las dos tuvieron su primera entrevista para poder conseguir el estatus de asiladas. Ya han obtenido la conocida como 'tarjeta roja', un documento que les permite la permanencia en España durante los próximos seis meses con derecho a trabajar mientras se resuelve si finalmente se les concede el asilo o no.

   Y, "por supuesto", el sueño de las dos es trabajar lo antes posible. En primer lugar para que Isabel pueda comprar los medicamentos para su padre y para que Luisa pueda enviar dinero a su marido a Venezuela y a sus hijos a Congo. "Sé que la vida se gana con esfuerzo, no hemos venido aquí a vivir de lo social, somos mujeres trabajadoras y eso es lo que queremos hacer", confiesa Luisa, licenciada en Recursos Humanos. Su siguiente sueño es poder reunirse con su familia. Luisa tiene la esperanza de que una vez concedido el permiso para residir en España pueda traer a sus hijos mediante la reagrupación familiar.

   Aunque están llenas de rabia por no entender qué necesidad tenían de acabar en esta situación, y aunque lamentan que la consecuencia de todo este proceso migratorio está siendo "una salud mental débil", las dos están convencidas del paso que han dado, pues ha sido meditado durante meses o incluso años, y ahora toca sacar a sus familias adelante. Luisa resume bien todo lo hablado con una última frase: "Venezuela es una mala escuela, pero te vuelve una persona más fuerte".