Actualizado 10/01/2019 13:15

Mate Gómez, la 'cónsul' en España de la República 'No' Bolivariana de Venezuela

Mate Gómez, activista de CEAR
NOTIMÉRICA

   MADRID, 23 Nov. (Notimérica)

   Mate Gómez era una cara conocida en contra del Gobierno venezolano, de Hugo Chávez primero y de Nicolás Maduro después. Trabajó durante años para visibilizar el rechazo de parte de la población a ambos Ejecutivos hasta que hace dieciocho meses decidió poner rumbo a España porque en su Carabobo natal ya no se sentía segura. Aunque estudió Museología --una rama de las humanidades que estudia los museos, su historia y cómo han influido en la sociedad--, jamás ha ejercido de ello. Toda su trayectoria personal y profesional la ha vivido ligada al ámbito social y a la defensa de los Derechos Humanos. Y hoy, en España, se ha convertido en la compatriota a la que todos los venezolanos llaman cuando llegan a este lado del Atlántico.

   Tiene 55 años y durante dos décadas formó parte de la Fundación Súmate, formada en origen por la opositora Maria Corina Machado. Desde la misma, en la que trabajaba como voluntaria, hacía incidencia política hasta que en algún momento su rostro comenzó a ser más mediático. Fruto de ello, los partidos de la oposición al 'chavismo' comenzaron a contactarle para que se convirtiera en su representante cuando había que hacer algún proceso de mediación con el Gobierno. Así, de la mano de la hoy llamada Mesa de Unidad Democrática (MUD), fue la coordinadora de varios procesos electorales.

   A partir de ese momento, denuncia Mate a Notimérica ahora con la "tranquilidad" de saber que tiene todos sus documentos legales en España, comenzó a temer por su vida. Recibió amenazas directas, le 'hackearon' sus cuentas de correo electrónico y cree que la encarcelación de dos de sus sobrinos estuvo directamente relacionada con que eran sus familiares. Alejandro y Carlos Gómez, a quienes ella se refiere como "presos políticos", pasaron una larga temporada en prisión acusados de delitos de desorden público. Ambos fueron fundadores de los conocidos como 'Mochilas verdes', un grupo de paramédicos voluntarios que asistían a los estudiantes heridos durante las 'guarimbas' o protestas que se sucedieron en el país en 2014.

   El miedo "por ser una persona marcada" y el hecho de no poder salir a la calle sola, sumados a que la mayoría de su familia estaba emigrando, le hizo tomar la decisión de huir hacia España. "Tengo 55 años, no quince, y no quería entregarme a una dictadura cuando mi voz y mis actos podían seguir siendo útiles si salía del país", asegura. Así que así hizo. En mayo de 2017 partió rumbo a Madrid, donde ya vivía una de sus hermanas con sus sobrinos. Nada más llegar la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) se encargó de su caso y a las pocas semanas ya tenía los papeles que le acreditan como demandante de asilo y la tarjeta roja que le permite trabajar.

   Durante el tiempo que ha pasado en España ha tenido varios trabajos temporales, fundamentalmente de cuidadora de niños y ancianos, pero su pasión por el voluntariado es lo que ha regido también este tiempo en Madrid. Cuando escuchaba a los trabajadores de CEAR hablar sobre los proyectos que llevaban a cabo, decidió enviar un email con su currículum y una nota en la que decía que le "encantaría" formar parte del programa de voluntariado de la organización. Coincidió con que CEAR estaba abriendo un proyecto de activismo en la calle, algo con lo que se sentía cómoda, y comenzó a colaborar.

TELÉFONO 'SALVADOR'

   Aunque los demandantes de asilo venezolanos en España llevan varios años ocupando el primer puesto --seguidos de colombianos, sirios y hondureños según el último informe de ACNUR--, este 2018 las llegadas se han disparado. Del mismo modo que cientos de miles de venezolanos han salido hacia sus países vecinos, más de 47.000 han solicitado asilo en España en lo que va de año. Y puesto que las relaciones de los venezolanos exiliados con el consulado y la embajada "no son precisamente cordiales", ninguno de los recién llegados acude a ellos.

   En cambio, sí acuden a la persona que se ha convertido en una especie de asesora consular para todos los que llegan perdidos y necesitan empezar los trámites de solicitud de protección internacional. Todo ha sido por el boca a boca, ella nunca se ofreció como esta figura, pero la realidad es que a lo largo del día su teléfono recibe un par de llamadas personales y el resto, decenas de ellas, son de personas desconocidas que llaman porque algún conocido les ha dicho que al otro lado de la línea está la persona que les puede asesorar mejor. "Yo fui descubriendo por mí misma cómo era ese caminar de ser migrante y ahora cuando aconsejo a alguien que acuda a algún sitio, o que contacte con determinada asociación, es porque yo ya lo he vivido y estoy segura de los pasos que van a dar", relata.

   Su día a día transcurre "apagando fuegos". Siempre con unas monedas en el bolsillo para no negarle a nadie un café. Lo mismo acompaña a una mujer embarazada al Samur Social que acude a llevar mantas a una familia que duerme en la calle. En cualquiera de sus acciones es imposible acompañarle, pues su filosofía --que aplica a rajatabla-- consiste en garantizar el anonimato, y con ello la protección, de todos los solicitantes de asilo que pueden estar huyendo por diferentes causas.

   Durante estos días pasa las noches frente a la comisaría de policía que hay en el madrileño barrio de Aluche donde ahora se han centralizado todas las solicitudes de asilo, lo que provoca enormes colas de migrantes de varias partes del mundo --incluidos niños y enfermos-- que pasan horas y horas esperando a que les den la citación necesaria para comenzar sus trámites.

   En la última semana, diferentes organizaciones han denunciado que dichas citaciones se están dando para diciembre de 2020, lo que supone, lamenta Mate, que durante esos más de dos años los inmigrantes se encontrarán "completamente desamparados", sin tan siquiera un papel que les acredite como solicitantes de protección e impida su deportación a sus países de origen. Para la activista esta situación "genera tristeza e intranquilidad", pero reconoce que "es ahora cuando los venezolanos debemos pasar de la emoción a la organización y tejer una gran red".

FUNDACIÓN ATARRAYA

   Precisamente para ello, para organizarse y tener respaldo jurídico, Mate ha fundado, junto con otros compañeros, la Fundación Atarraya, que entre otras actividades para la comunidad caribeña incluirá un programa, al que han llamado 'Más Gente', cuyo objetivo será el de "acompañar a los venezolanos en su acción migratoria".

   Pero Atarraya no será solamente para Mate la materialización del tiempo que ha invertido en esto, sino que también supondrá su sustento económico. Cuando abandonó Venezuela vendió todo lo que tenía y hasta ahora sobrevivía con esos ahorros y lo que ingresaba por las contadas ocasiones en las que realizaba algún trabajo de cuidadora, pero una vez que Atarraya esté en marcha ella recibirá un sueldo fijo por su trabajo como responsable del área de solidaridad.

   Aunque su sueño es "volver para reconstruir Venezuela", sabe que por el momento tendrá que hacerlo desde aquí. Pese a ello, su entusiasmo es el que consigue hacer partícipes al resto de compatriotas para tejer una red de "venezolanos honestos y capaces que hemos superado mucho y ahora debemos resaltar nuestros valores positivos". Con su Fundación espera ser ese paliativo para todos cuantos han huido a la espera de que Venezuela "vuelva a nacer".