Actualizado 06/06/2016 10:37

México recuerda a Rafael Guízar y Valencia, el primer obispo hispanoamericano santo

 Rafael Guízar Y Valencia
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   CIUDAD DE MÉXICO, 6 Jun. (Notimérica) -

   Considerado como toda una leyenda para los mexicanos, Rafael Guízar y Valencia es el primer obispo hispanoamericano en ser canonizado por la Iglesia Católica. Este lunes 6 de junio, se cumplen 60 años de su fallecimiento.

   Nacido en el seno de una familia católica en Cotija (Michoacán), el 26 de abril de 1878, Guízar y Valencia comenzó su formación en la escuela parroquial de su ciudad natal y más tarde, en el colegio jesuita de la Hacienda de San Simón de Cotija.

   Con una temprana vocación religiosa, el mexicano inició sus estudios eclesiásticos en la diócesis de Zamora (Michoacán), en 1894 y, finalmente, fue ordenado sacerdote en la catedral de Zamora, en 1901.

   Su cercanía con el pueblo, que cristalizó en sus diferentes visitas pastorales, quedó patente durante la Revolución Mexicana, en la que, disfrazado de vendedor, ayudó a los soldados moribundos, dándoles auxilio espiritual.

La persecución religiosa, que se produjo entre 1913 y 1919 en México, le llevó a exiliarse como misionero en Cuba, Guatemala, Colombia y el sur de Estados Unidos, hasta que finalmente pudo regresar al país.

EPISCOPADO

 Rafael Guízar y Valencia

   Mientras que se encontraba en Cuba, en agosto de 1919, fue nombrado quinto obispo de Veracruz por el Papa Benedicto XV. Durante este período, Guízar y Valencia luchó de manera constante por su seminario, que defendió en contra de las leyes que suprimían las congregaciones religiosas en México.

   Sus fricciones con el Gobierno del país y las continuas persecuciones le llevaron a exiliarse nuevamente, durante el período comprendido entre 1926 a 1929.

   Afectado por numerosas enfermedades, dadas las malas condiciones sanitarias de la época, el obispo murió el 6 de junio de 1938 en Ciudad de México y su cuerpo fue trasladado a Veracruz.

BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN

   A Guízar y Valencia se le atribuye la cura de la enfermedad del labio leporino y el paladar hendido de un niño, que se encontraba todavía dentro del vientre de su madre. Por este motivo, el papa Juan Pablo II le beatificó en 1995, por el caso que, más tarde, fue conocido como "el niño milagro".

   Su canonización no llegó hasta 2006, de manos del papa Benedicto XVI, convirtiéndose en el primer obispo hispanoamericano en ser declarado santo.

   El milagro por el que se canonizó al mexicano se produjo en el año 2002, después de que a la mujer embarazada Valentina Santiago se le detectara una malformación en su embarazo. Al conocer la noticia, la mujer pidió al santo mexicano ayuda. Dos meses después, el niño nació sano y sin ninguna complicación.

   Una comisión médica estableció que se trataba de una "cura milagrosa". Finalmente, un Congreso de Teólogos Consultores confirmó el milagro, por el que concedió el "juicio resolutivo de curación completa y milagrosa, inexplicable científicamente".