Actualizado 06/09/2018 12:18

El periodista brasileño al que el trabajo con refugiados en Europa le cambió la vida

El periodista brasileño André Naddeo
ANDRÉ NADDEO (CEDIDA)
  

   ROMA, 25 Abr. (Notimérica)

   Los dioses en Brasil tienen nombres propios: Pelé, Ronaldinho, Neymar, Rivaldo, Roberto Carlos... Los templos son estadios de fútbol y la religión lleva el nombre de los diferentes clubes. Nacido en el país que más vive la pasión por el deporte rey, cuando el brasileño André Naddeo se licenció en periodismo tuvo claro cuál quería que fuese su especialidad. Durante siete años se dedicó al periodismo deportivo, hasta que se saturó y se trasladó a vivir desde Sao Paolo a Río de Janeiro.

   Había encontrado un trabajo como corresponsal de un medio de Sao Paolo con el que viajaba frecuentemente, hacía reportajes que al menos en aquel momento le parecían apasionantes y tenía un nivel de vida que ya lo querrían muchos para sí. Aquello estaba bien, pero en la ciudad de los contrastes sociales a lo bestia, de las favelas hacinadas sobre urbanizaciones de lujo, entendió que esa vida superficial no quería que fuese la suya. Las dudas le entraron en octubre de 2015, justo cuando a las islas griegas del Egeo comenzaban a llegar oleadas de refugiados que cruzaban desde Turquía huyendo de las guerras en Oriente Medio.

   Para estar allí tenía que cruzar medio mundo. En concreto, 9.713 kilómetros para trasladarse desde Río a Atenas, la capital griega. Allí llegó sin saber cómo cambiaría su vida. Dejaría de ser periodista para convertirse primero en voluntario y para combinar ambas facetas después. Desde aquel final de año de 2015 no ha dejado de trabajar por la población refugiada tanto en Europa como en Sudamérica.

   Se mudó a la ciudad de los dioses --esta vez a la de verdad--, al improvisado campo de refugiados del puerto del Pireo, por el que pasaron más de 2.000 personas en los primeros meses. "¿Sabes que aquí todos odian a los periodistas, no?". Fue lo primero que escuchó al llegar. Aquellas palabras se las dijo un chico marroquí, su primer amigo en aquel mar de tiendas de campaña y familias haciendo cola para conseguir comida. Aunque su idea era pasar unas semanas en Grecia y moverse después por todos los Balcanes, acompañando a los refugiados en su recorrido por Europa hasta llegar a sus países de destino, Pireos y la gente que conoció allí le atraparon.

   Pese a haber recorrido medio mundo con su trabajo anterior, aquella situación, relata a Notimérica con una energía envidiable tras tanto tiempo sin descanso, le dio la sensación de haberse tomado la píldora roja de Matrix, la que te hace permanecer en el país para descubrir hasta el último rincón de la madriguera. Trabajaba sin descanso repartiendo ropa, mantas y comida, pero en el tiempo que le quedaba libre comenzó a desarrollar proyectos audiovisuales con el objetivo de dar voz a todos los migrantes; que fueran ellos mismos quienes contaran sus historias en lugar de los tradicionales periodistas occidentales.

   Abrió su micro a todo el que quisiera contar su historia y lo transformó en un proyecto llamado 'I am Inmigrant' que terminó convirtiéndose en material escolar para distintos centros de Brasil. Para lograr esa confianza fue fundamental involucrarse al cien por cien con las personas demandantes de asilo. No podrían verle como un periodista más, por lo que decidió vivir en el campo, comer con ellos, dormir con ellos y lavarse los dientes con ellos. Allí surgió un nuevo cambio. Ya no era solo periodista, ni tampoco voluntario, sin darse cuenta se había convertido en un activista plenamente convencido de la defensa de los derechos humanos.

ANDRÉ NADDEO

JJOO DE RÍO 2016

   Con esta experiencia, el Comité de los Juegos Olímpicos de Río 2016 le llamó para proponerle acompañar al Equipo Olímpico de Atletas Refugiados, que participó en aquellos Juegos. Pese a todo el marketing, 'buenismo' y lavado de cara que supuso llevar a los JJOO a un equipo de personas refugiadas, André ya no era el mismo. "Fue imposible contaminarme", relata el brasileño de 36 años.

   Dejó de sentirse representado como periodista de los grandes medios, manejados por "capos", según sus palabras, y tras rechazar varios contratos volvió a Atenas en octubre de ese año, una vez concluidos los JJOO. El desalojo del campo del Pireo supuso el caos total en Atenas. Las organizaciones comenzaron a ocupar naves y edificios vacíos para dar garantías a miles de personas y familias que esperaban --muchos de ellos aún esperan-- a que se resolviese su situación burocrática y fueran enviados a algún país de la Unión.

VUELTA A ATENAS

   Los adolescentes que había dejado en el puerto seis meses después se habían convertido en adultos, con las caras más cansadas pero la misma inocencia con la que tenían que luchar para sobrevivir en barrios de la capital helena como Omonia o Exarchia, cuna del anarquismo griego y europeo. Las mafias sin escrúpulos se estaban haciendo con el control de toda la situación. Tras largas conversaciones con aquellos anarquistas, consiguió implementar sus talleres de fotografía con demandantes de asilo en un barrio en el que las cámaras dan alergia. Ese ambiente acabó por convertirse en muy tóxico, pero reconoce André que de eso no se dio cuenta hasta que volvió a Brasil muchos meses después.

   Quien ha trabajado en esta llamada "crisis de los refugiados" sabe de la vulnerabilidad de las más de 60.000 personas que aún se encuentran en Grecia según cifras oficiales. Por razones lógicas, se protege más a mujeres y niños, pero eso también entraña peligros. Al final, por ser considerados hombres, fuertes e independientes, los jóvenes --muchos de ellos menores-- no acompañados, para quienes no hay apenas programas de apoyo o protección, terminan por convertirse en los más vulnerables.

   Junto con su compañera de la ONG española Holes in the Borders Laila Ben Chaouat, que es traductora jurada de árabe-español, asistió a chicos atrapados hasta el momento por redes de prostitución que se están haciendo de oro gracias a la explotación de todos esos chavales obligados a vivir en la calle y vender su cuerpo.

BOAVISTA

   Tras todo el trabajo en Atenas, del que salió "muy quemado", volvió a Brasil con la sensación de que el conocimiento adquirido quizás podría ser de utilidad en la frontera entre su país natal y Venezuela, donde se cuentan por miles los refugiados que huyen del hambre en el país chavista. Aterrizó en Boavista, una ciudad de poco más de trescientos mil habitantes en el extremo norte de Brasil. Era una oportunidad única para hacer voluntariado en su tierra, ya que hay más de cuarenta mil venezolanos viviendo allí en condiciones de "tremenda penuria".

   Allí, recuerda, vio más desnutrición de la que había visto jamás. "Estaban por todas partes, famélicos. Había tanta gente a las puertas de los restaurantes sin tener nada que llevarse a la boca que no fui capaz de entrar a ni uno solo. No, sabiendo que en la puerta la gente se moría de hambre". Comenzó a darles clases de portugués, a acompañar a los enfermos a los hospitales y a las oficinas de la Policía Federal para que presentasen su documentación y solicitasen permisos de estancia en el país.

ANDRÉ NADDEO

   André, de ideología claramente de izquierdas, reconoce que "la idea del socialismo se perdió en Venezuela" y que lo que ganó fue "la corrupción, el poder y la delincuencia". En Boavista constató que el sueldo mínimo del país que dirige Nicolás Maduro no alcanza ni para una cena completa. Que no hay medicamentos en las farmacias y que usar el teléfono móvil del periodista para llamar a sus familias en Venezuela era literalmente un lujo porque "la mayoría no tenía móvil", a diferencia de los refugiados de Oriente Medio, que huyen del horror de la guerra pero generalmente con situaciones económicas más próximas a las de Occidente.

   En Boavista conoció lo que implica como mujer verte reducida a un mero objeto, en este caso lleno de huesos. "Conocí abogadas, enfermeras, todo tipo de mujeres que ahora solo pueden ejercer la prostitución por apenas ochenta reales --unos 20 dólares--. Al norte de Brasil también floreció el negocio de las mafias, pero André, junto con otros voluntarios independientes, que es con quien el periodista se siente más cómodo trabajando, crearon un refugio que en este momento ofrece asistencia y talleres a más de doscientas personas.

ROMA

   De vuelta a Europa se trasladó a principios de este 2018 a Roma, donde ya había estado unos meses entre Atenas y Boavista, y ahora trata de entender lo que ocurre en esta otra frontera sur de Europa a la que llegan fundamentalmente migrantes del Magreb y el África Subsahariana. La mala suerte, o la falta de voluntad política, quisieron que la crisis de los refugiados azote a los países más castigados por la crisis económica en Europa.

   A los acuerdos que cierra la Unión Europea de manera completamente opaca con Libia para el control de la frontera terrestre y marítima André se refiere como el "Holocausto del siglo XXI". "¿Cómo puede Europa aliarse con un país sin control y dejar que grupos armados sean soberanos en el control de las fronteras? ¿Cómo puede, además, permitir que se criminalice a quienes intentan salvar vidas en el mar?". Con esta última pregunta se refiere a las decenas de casos de oenegés que se han visto acusadas de tráfico de personas por realizar labores de rescate y salvamento, como el caso de la ONG sevillana Proem-Aid, de la que tres de sus miembros se enfrentarán el próximo 7 de mayo a un juicio por el que podrían pasar diez años encarcelados, o a las detenciones de barcos que operaban frente a las aguas libias como los de la española Proactiva Open Arms o la alemana Jugend Rettet.

   Su objetivo ahora pasa por seguir en Roma desarrollando el mismo proyecto que Holes ya tiene en Atenas, que lleva por nombre Alternativa Habitacional y que consiste en sacar de la calle a jóvenes no acompañados para darles una nueva oportunidad de reinsertarse en la sociedad. Tras mucho esfuerzo han logrado que "la Italia fascista que no quiere alquilar sus pisos a chicos africanos" abra las puertas de uno de ellos para los primeros huéspedes del proyecto de André.

ANDRÉ NADDEO

   Además, junto con No Name Kitchen --una organización española que nació de la necesidad de dar comida a los solicitantes de asilo que se encontraban en Belgrado (Serbia) y que tiempo después se trasladó a la frontera del país balcánico con Croacia-- empezarán a trabajar en una nueva cocina comunitaria gracias a la que esperan asistir a las necesidades alimenticias del mayor número posible de migrantes en Roma.

   Al preguntarle para terminar por el análisis que hace de toda esta situación, en un mundo en el que los refugiados han aumentado en un 65 por ciento en los últimos cinco años según un informe de ACNUR de 2017, André lo tiene claro: "El mundo se volvió loco. Y lo que es peor, el odio está triunfando".