Publicado 06/06/2019 12:48

Las voces del "sufrimiento" por el veto al aborto en Honduras

Honduras instaura la Comisión Interinstitucional contra los Feminicidios
REUTERS / JORGE CABRERA - Archivo

   "Mi hija mayor es resultado de una violación y todavía me duele", afirma una de las mujeres entrevistadas

   MADRID, 6 Jun. (EUROPA PRESS) -

   La prohibición total de la interrupción voluntaria del embarazo en Honduras deriva en un "enorme sufrimiento" al que ponen voz mujeres que han vivido en propias carnes tener que recurrir a métodos clandestinos e inseguros que pueden costarles una larga pena de cárcel o incluso la vida, según un informe de Human Rights Watch (HRW).

   El estudio 'Decisiones de Vida o Muerte para las Mujeres que Viven bajo la Prohibición al Aborto en Honduras' recopila historias de mujeres víctimas de una ley que impide interrumpir el embarazo en todas las circunstancias, sin importar que haya habido incesto, violación o que la vida de la gestante corra peligro.

   Así, HRW ha podido hablar con una mujer que fue obligada a dar a luz al hijo de su violador, una mujer encarcelada por abortar, mujeres que han sufrido todo tipo de calvarios por interrumpir su embarazo, una activista amenazada de muerte por sus campañas en favor de una reforma legal o una encargada de un consultorio telefónico anónimo.

   Uno de estos testimonios es el de Lorena (nombre ficticio), de 22 años, que se arriesga a ir a la cárcel por un calvario que comenzó hace dos años, cuando llegó acompañada de su madre al hospital con un fuerte dolor abdominal. Los médicos descubrieron que estaba embarazada y, además de operarla de urgencia, alertaron a la Policía.

   Vieron marcas en su barriga y dieron por hecho que se había provocado el aborto, por lo que inmediatamente después de abandonar el hospital fue escoltada por la Policía y permaneció dos días entre rejas. A la espera de juicio, debe viajar todos los viernes dos horas hasta Tegucigalpa para comparecer ante las autoridades y seguir en libertad provisional.

   Verónica, madre de dos hijas, confiesa: "Mi hija mayor es resultado de una violación y todavía me duele". Tenía 21 años cuando se fue de viaje junto a su novio y, lo que inicialmente le pareció un buen plan, terminó con su entonces pareja forzándola para mantener relaciones bajo la amenaza de abandonarla en una zona inhóspita.

   Cinco o seis meses más tarde descubrió que se había quedado embarazada --"todo el mundo en el barrio me señalaba", dice-- y unos meses después dio a luz a su primera hija. Más tarde se casó y tuvo a su segunda hija, pero ella misma admite que "no puede comparar el amor" que siente por las dos, reconociendo una falta de afecto por la mayor que también se extiende a otros familiares.

   Su hija pequeña fue a la universidad y fue allí donde se quedó embarazada. "Me acordé de todo lo que me había pasado", afirma Verónica, que logró pastillas abortivas para su hija a sabiendas de que podría ir a la cárcel por ello.

LA VENGANZA DEL MÉDICO

   Estas mismas pastillas casi le cuestan la vida a Andrea, una estudiante universitaria que, tras descubrir que estaba embarazada, acudió una farmacia clandestina. Al tomar la medicación sufrió fiebre y vómitos, pero solo un sangrado menor, por lo que cuando acudió al día siguiente al hospital constató que seguía encinta.

   Tres días más tarde, tomó de nuevo las píldoras y, en esta ocasión, sangró durante horas. Una nueva ecografía demostró que seguía embarazada, aunque en esta ocasión el feto no era viable y que podría derivar una infección, según le explicó entonces el médico, que se percató de que todo era producto de un aborto fallido.

   Andrea cuenta que el médico le aplicó anestesia local antes de retirarle el tejido, pero la anestesia no funcionó y sintió el que describe como el mayor dolor de su vida. "Pensé que era su objetivo. 'No te denuncio, pero recordarás lo que duele'", asegura aún entre lágrimas.

UN "ENORME SUFRIMIENTO"

   La investigadora de HRW Margaret Wurth ha denunciado el "enorme sufrimiento" derivado de las leyes hondureñas, que castigan con hasta seis años de cárcel la interrupción voluntaria del embarazo e incluso vetan la píldora del día después. "Prohibir el aborto no lo frena, sino que fuerza a las mujeres y a las niñas a poner en peligro su salud y sus vidas para poner fin al embarazado a puerta cerrada, con miedo y desesperación y sin atención médica", ha señalado.

   Las estadísticas oficiales reflejan que al menos el 40 por ciento de los embarazos no son deseados o al menos planeados y casi una de cada cuatro mujeres han sufrido abusos físicos o sexuales por parte de su pareja. En 2017, más de 8.600 mujeres fueron hospitalizadas por complicaciones derivadas de un aborto.

   "Quería morirme", cuenta una de las mujeres entrevistadas por HRW al recordar el momento en que se enteró que estaba embarazada. "Quería destruirme", explica otra, dentro de unos testimonios que dan cuenta de cómo muchas de estas mujeres optan por medicación y clínicas clandestinas para concluir la gestación.

   Se calcula que los abortos inseguros provocan entre un 8 y un 11 por ciento de las muertes relacionadas con el embarazo en todo el mundo, si bien en el caso de Honduras el Gobierno solo reconoció que en 2017 uno de los 23 fallecimientos registrados entra dentro de esta categoría.

   La cifra podría ser mayor, en la medida en que sigue siendo un tema tabú y hasta criminal. Una ONG local estima que cada año hay entre 50.000 y 80.000 abortos en Honduras.

   Wurth ha insistido en que ilegalizar el aborto es "tan ineficaz como cruel", en la medida en que hay estudios que acreditan que la criminalización de esta práctica no reduce las cifras. Entre 2000 y 2017, 27 países han suavizado sus leyes sobre el aborto, pero en los últimos meses hay una ola legislativa en sentido contrario en varios estados de Estados Unidos.