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   SANTIAGO DE CHILE, 28 Sep. (Notimérica) -

   La música es objeto de cambio frente a los diferentes acontecimientos de la historia en la que, de un modo u otro, han reflejado la situación social y política en la que se ve sumida cualquier país del mundo.

   Es así como Chile es uno de los países que reflejan en mayor medida esta idea, la de la música con la función humanizadora y transformadora. Y precisamente por querer romper las reglas y salirse de lo establecido, el cantante chileno Víctor Jara fue asesinado el 16 de septiembre de 1973.

   El artista nació el 28 de septiembre de 1932 en la actual provincia de Ñuble, en el seno de una familia humilde, donde el arraigo del folclore fue especialmente notorio. Pronto, recogió de su madre, Amanda Martínez, un especial interés por la música, que siguió conservando en su llegada a la capital del país, donde se estableció en Los Nogales, en la comuna de Estación Central.

   Con tan solo 15 años, el cantante sufrió la pérdida de su madre, su primera mentora que le dio el impulso para interesarse por las melodías. Así, con cierta ruptura del círculo familiar, pasó a ingresar a la Congregación del Santísimo Redentor, en San Bernardo, donde comenzó sus estudios en canto gregoriano.

   Esto no pareció entusiasmarle demasiado, ya que lo abandonó a los dos años para declinarse por el servicio militar. La Universidad de Chile fue su destino siguiente, donde ingresó a los 21 años y participó en el coro del centro. Su interés por las artes, el folclore y el teatro lo llevaron a unirse a la compañía teatral de 'Mimos de Noisvander', algo que le serviría para llegar a dirigir la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile.

   En 1957 conoció a su segunda mentora, Violeta Parra, una especial influencia musical cuya importancia a nivel nacional le llevó a ser conmemorada por su nacimiento el 4 de octubre como 'El día de la música y los músicos chilenos'. Esta le animó a seguir con su carrera musical que, en cierta manera, la plasmó en el teatro.

   Unos años más tarde, cuando Jara tenía 27 años, dirigió por primera vez una obra de teatro basada en una obra de Alejandro Sieveking, cuya gira le llevó a conocer otros países de Latinoamérica y, más tarde, viajó con el grupo Cuncumén a Europa, la Unión Soviética, Polonia, Bulgaria y Rumanía.

   Con 29 años compuso su primer tema 'Paloma quiero contarte' y continuó trabajando como asistente de dirección de Sieveking en 'La madre de los conejos', una relación que mantuvo para dirigir la obra del dramaturgo 'Ánimas de día claro'. Sin embargo, su especial interés por la música se vio reflejado en la Academia del Folclore de la Casa de Ñuñoa, de la que fue el director.

   Víctor Jara compaginó de manera efectiva su actividad teatral con la composición musical que es, al fin y al cabo, su principal papel en la historia de Chile. Así, mientras recibía diferentes premios como director por 'La maña', una obra escrita por Anna Jellicoe y trasladada a los escenarios por el cantautor, actuaba como solista en la Peña de los Parra.

   De este modo, a finales de la década de los 60, grabó su primer LP como solista, que se denominó 'Víctor Jara', a la vez que participaba en actos de protesta, como la campaña contra la Guerra de Vietnam y se convirtió en un la personificación de la denuncia en el movimiento 'Nueva Canción Chilena'.

   Esta, que se desarrolló formalmente durante los años 1960, buscaba recuperar las raíces de la música folclórica tradicional del país para fundirlo con una lírica de fuerte contenido social. Esta nueva concepción de la música como símbolo de libertad y de expresión llegó a someterse al 'apagón cultural' con el Golpe de Estado de 1973 y el inicio del régimen militar de Augusto Pinochet.

   Lo cierto es que Jara tuvo especial repunte en su país y en el resto del mundo por su empeño en trabajar por la autodeterminación y el libertinaje. Por eso, se le vio en su país apostando por la campaña electoral de Unidad Popular e, incluso, fue nombrado embajador cultural cuando Salvador Allende asumió su cargo.

   En 1971 se encargó de componer --junto a Celso Garrido Lecca-- la música de un ballet de Patricio Bunster llamada 'Los siete estados'. Ese mismo año presentó 'El derecho de vivir en paz' bajo el sello DICAP, con el que consiguió el premio Laurel de Oro a la mejor composición.

   Jara también le puso música a la Televisión Nacional de Chile y realizó diferentes ciclos de programas de televisión contra la guerra y el fascismo. Su entusiasmo por la cultura nunca tuvo ninguna pausa y se expandió a todos los rincones susceptibles de demostrar la iconografía que representa en el país que lo vio nacer.

   Sin embargo, el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 irrumpió en el país andino con Pinochet a la cabeza contra el presidente Salvador Allende. Víctor Jara fue interceptado en la Universidad Técnica del Estado, desde donde fue trasladado al Estadio de Chile, que lleva su nombre desde el año 2003.

   En dicho lugar fue amenazado, torturado y, finalmente, asesinado tras cuatro días de reclusión. Su cuerpo fue encontrado con 44 impactos de bala tres días después de su muerte. Mientras estuvo preso, escribió un testimonio llamado 'Somos cinco mil':

   Somos cinco milen esta pequeña parte de la ciudad.

   Somos cinco mil¿Cuántos seremos en totalen las ciudades y en todo el país?Solo aquídiez mil manos siembrany hacen andar las fábricas.

   ¡Cuánta humanidadcon hambre, frío, pánico, dolor,presión moral, terror, locura!

ASESINATO Y JUICIO

   En 1990, la Comisión de Verdad y Reconciliación determinó que el cantante fue arrojado en los alrededores del Cementerio Metropolitano, cercano a la Carretera 5 Sur. Sus restos, lugar de peregrinación para muchos, fueron enterrados en el Cementerio General de Santiago de Chile.

   Ya en mayo de 2009, la Corte de Apelaciones de Santiago de Chile determinó el encarcelamiento del exsolado José Paredes Márquez, que había sido acusado por el asesinato del cantante. Este había confesado la coautoría de los métodos por los que Jara falleció, ya que aseguró que recibió los balazos una vez que había muerto.

   Por tanto, se le practicó una segunda autopsia, que determinó que el cantautor había fenecido por diferentes fracturas óseas al haber sido golpeado con diferentes objetos pesados, aunque el juicio que concluyó con los militares que participaron en el homicidio se llevó a cabo en 2012.

   Fueron siete militares los condenados por estar a cargo de los prisioneros del Estadio de Chile durante esa época. Sin embargo, uno de ellos, Pedro Barrientos, no fue condenado en 1990, ya que se encontraba viviendo en Estados Unidos durante el proceso de enjuiciamiento.

   A finales de junio de este año, el tribunal federal de Orlando (EEUU) determinó que Barrientos había participado en la tortura y asesinato de Jara, teniendo que compensar a su familia con 28 millones de dólares (unos 19 mil millones de pesos chilenos).