Actualizado 10/03/2015 20:06

Colombia asiste al final de la fiesta del petróleo

A worker prepares to fill a car at a gas station close to Copacabana beach in Ri
Foto: RICARDO MORAES / REUTERS

BOGOTÁ, 10 Mar. (Reuters/Notimérica) -

   Si el precio del crudo no se recupera o las compañías petroleras reactivan sus inversiones en Colombia, la sucursal que dirige en el país latinoamericano Mario Romero, la petrolera canadiense Pacific Rubiales, quebrará pronto. Romero no es el único que ajusta sus números para evitar este final, sino que el país está viviendo el final de la fiesta del petróleo.

   Aunque Colombia no es una potencia petrolera, el crudo genera en el país el 21 por ciento de los ingresos con casi 13.000 millones de dólares anuales. El problema del país es que se acostumbró a depender del petróleo y ha retrasado el desarrollo de otros sectores de la economía.

   Por eso, los nubarrones en el sector petrolero están amenazando las cuentas fiscales y el dinamismo de la cuarta economía de América Latina. Un ejemplo revelador es la reducción de la flota de camiones que empleaba Pacific Rubiales, que pasó de los 320 vehículos hace seis meses a los 16 en la actualidad.

   "Ya le comenté a mi personal que vamos a resistir dos meses pagándoles sus salarios, si no, me tocará entrar a despedirlos también", ha explicado Romero en su oficina en Puerto Gaitán, el municipio más cercano a varios campos petroleros que opera, entre otras firmas, Pacific Rubiales. "No aguantaría más realmente esta situación", ha sentenciado el empresario de 49 años.

   Todos los sectores que dependen de la actividad petrolera en Colombia -desde catering hasta ingenieros, pasando por trabajadores no calificados, geólogos, ejecutivos, dueños de hoteles y bares- están atravesando problemas por la caída del 50 por ciento en el precio del crudo en el último semestre.

   La crisis del petróleo llega justo en un momento en que Colombia se enfrentará a grandes retos si se firma la paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La financiación del postconflicto, que incluye programas de asistencia a víctimas, reinserción, desminado y compra de tierras, podría costar unos 40.000 millones de dólares.

UNA ECONOMÍA TAMBALEANTE

   Aunque la ofensiva de casi 15 años del Gobierno contra la guerrilla ha mejorado la seguridad y atraído a muchas petroleras a Colombia, un reciente informe de la Asociación Colombiana del Petróleo (ACP) ha revelado que la mitad de las empresas que operan en el país reducirán o cancelarán sus inversiones entre 2015 y 2016, y una quinta parte bajará su producción.

   A la lenta burocracia del país para entregar permisos y los conflictos en comunidades locales se suma la situación de los precios del crudo, que rondan los 58 dólares. Tras años de auge en los que ganaron salarios más altos que el promedio, los trabajadores petroleros, desde ejecutivos hasta los de más bajo rango, se están ajustando el cinturón pagando anticipadamente préstamos, vendiendo propiedades y cancelando vacaciones.

   A pesar de todo, el Gobierno ha asegurado estar preparado y considera que el Producto Interior Bruto (PIB) del país crecerá por encima del 4 por ciento los próximos años porque la crisis puede ser contrarrestada con inversión en infraestructura vial y en construcción de viviendas.

   Pero los expertos no son tan optimistas y proyectan que la economía se desacelerará hasta un 3,3 por ciento este año, lejos del 4,7 por ciento alcanzado en el 2014. El pronóstico para 2016 es aún peor, con una expansión inferior al 3 por ciento, lo que obligará al Gobierno a tramitar al menos una reforma tributaria durante este año y otra de carácter más estructural el próximo año para ajustar sus finanzas en el largo plazo.

   Mientras tanto, los colombianos ven cómo los trabajos de exploración se reducen y caen los empleos y el consumo en todo el país. Los expertos coinciden en que es el momento de diversificar y de implementar reformas que alienten a los inversores a desarrollar proyectos en sectores como el minero o el agrícola. En el municipio de Puerto Gaitán, que triplicó su número de habitantes en la última década, sólo se ven negocios cerrados y calles vacías.