Actualizado 04/01/2015 17:12

El milagro del rugby en Venezuela: la prevención del delito y del consumo de droga

Proyecto Alcatraz
Foto: SANTA TERESA

CARACAS, 4 Ene. (Notimérica) -

   Todo comenzó un sábado de diciembre de 2003 en el estado de Aragua, al norte de Venezuela. Un oficial de seguridad acudió a apagar un incendio en los límites de la hacienda Santa Teresa. Allí recibió una brutal paliza, pero esta paliza cambió el destino de aquel valle y de todos sus habitantes.

   Cuando iba a apagar el fuego, tres asaltantes se abalanzaron sobre el oficial de seguridad, le desarmaron y lo golpearon hasta casi matarlo.

   Esta no era la primera emboscada que se hacía en la hacienda Santa Teresa, una hacienda de 3.000 hectáreas con 200 años de historia enclavadas en un valle y dedicadas, principalmente a la plantación de caña de azúcar para elaborar ron.

   En el año 2003, con el presidente Hugo Chávez en su quinto año de mandato, las bandas juveniles eran las encargadas de controlar los barrios del municipio de Revenga, donde está situada la hacienda. Además, la tasa de homicidios en el municipio por aquel año rondaba los 114 por cada 100.000 habitantes al año, el doble de la media en Venezuela, uno de los países con la tasa más alta de homicidios del mundo --solo por detrás de Honduras--.

   El presidente de Ron Santa Teresa y dueño de la hacienda, Alberto Vollmer, de 44 años, fue el encargado de cambiar toda aquella situación. Avisado del asalto de aquella noche, decidió no llamar a la Policía para que se ocupase de aquel suceso, sin embargo, Vollmer le pidió a su jefe de seguridad, Jimin Pérez, emprender la caza de los culpables, y en pocos días ya tenía a uno de ellos.

   Cuando lo encontró, Jimin se lo dijo a Vollmer, el cual le sugirió que se lo entregase a la Policía. El chico era un miembro de la banda La Placita. Los policías lo llevaban buscando un tiempo, por lo que lo metieron en un Jeep acostado, algo que no le gustó a Jimin. Este siguió al coche hasta la montaña donde vio que la Policía lo iba a ejecutar. Jimin intervino y llevó al chico a la hacienda.

   Alberto Vollmer comenzó una conversación con el chico, interesándose por los argumentos del asaltante y exponiéndole los suyos. Vollmer le dio dos opciones, la legal que ya habían hecho antes, o una más "creativa": trabajar para él en la hacienda durante tres meses para pagar su culpa, además de darle alojamiento y comida.

   El joven aceptó esta segunda opción y comenzó a trabajar para él. A los pocos días, Jimin capturó al segundo asaltante, el jefe de la banda. Vollmer le ofreció el mismo trato que al anterior, e igualmente aceptó. Tras pasar cuatro días, el jefe de la banda pidió audiencia con el jefe, diciéndole que cuatro o cinco amigos suyos estaban en la misma situación que él, pidiéndole que si podía reclutarlos. Vollmer le dijo que fueran a la hacienda y que ya se vería.

    Cuando llegó el día de la citación, no se presentaron cuatro o cinco amigos, sino 22. Toda la banda de La Placita al completo, ante lo que Vollmer vio algo que nunca antes había contemplado. Tenía sus identidades, sus nombres, sus caras. Decidió reclutar a la banda al completo, comenzando así 'El proyecto Alcatraz'.

   La misión de 'Proyecto Alcatraz' es erradicar la delincuencia sin violencia y transformar el liderazgo violento de jóvenes transgresores en liderazgo virtuoso. Desde su creación, 'Proyecto Alcatraz' se ha transformado en el programa de inversión comunitaria "bandera" de la Fundación Santa Teresa.

   Con este proyecto se reclutan a jóvenes con problemas de conducta del Municipio de Revenga los cuales, bajo el lema "delincuencia cero" durante una fase inicial de tres meses, participan en un programa que incluye trabajo intensivo, formación en valores, práctica del rugby, asistencia psicológica y trabajo comunitario.

JUGAR AL RUGBY CAMBIA LA VIDA

   Uno de los componentes del Proyecto Alcatraz es la práctica regular del rugby como mecanismo para la prevención del delito y el consumo de drogas en el Municipio Revenga.

   Por tratarse de un deporte de alto contacto, el rugby contribuye a canalizar la energía de los integrantes de Proyecto Alcatraz en acciones positivas para su beneficio y el de la comunidad. Además, la práctica de esta disciplina contribuye a fomentar el trabajo en equipo y el sentido de pertenencia de los miembros de Proyecto Alcatraz.

   Gracias al patrocinio de la Corporación Andina de Fomento (CAF), el equipo de rugby de Proyecto Alcatraz forma parte de la Liga de Aragua y participa en torneos nacionales e internacionales, incluyendo la Copa Seven-a-side que anualmente se disputa en la Hacienda Santa Teresa.

   El Proyecto Alcatraz ha sido reconocido con el Premio Beyond Sport Award (Reino Unido, 2009) como la mejor iniciativa de inclusión social por el uso del deporte como herramienta para promover el cambio social; y seleccionado por el Banco Mundial como modelo a replicar en otros países en su lucha contra la pobreza (Conferencia sobre Juventud, Paz y Desarrollo en Sarajevo, Bosnia, 2004).

HISTORIA DE ÉXITO

   Un jóven que no quiso desvelar su identidad contó su historia y cómo el 'Proyecto Alcatraz' le ha ayudado a llevar una mejor vida y a salir del narcotráfico.

   Nació en Caracas, pero se crió en La Victoria. De niño vendía empanadas en las calles para ayudar a su madre. Nunca llegó a conocer a su padre. Llegó hasta cuarto año de bachillerato y a los 18 años se alistó en la 'Escuela de Tropas Profesionales José Félix Ribas', de la que regresó cinco años más tarde como sargento.

   A los 20 años conoció la droga y dejó de interesarle lo demás. Llegaba armado a su casa e intimidaba a su propia familia. Su madre llegó a proponerle que alquilara una habitación en 'El Consejo' para que no lo mataran en La Victoria, donde lo andaban buscando.

   Y de verdad casi lo matan: 24 horas después de su primer contacto con 'Proyecto Alcatraz', salió a robar y la víctima se defendió. Varias balas le atravesaron la ropa pero, milagrosamente, a él no lo tocaron. Ese día se lo llevó la Policía y se creyó muerto. Lo soltaron y él, que siempre se acusó a sí mismo de no terminar las cosas, decidió que Alcatraz sería la excepción.

   Su compromiso fue dejar la droga. Entró con el primer grupo y después fue supervisor de los grupos 2 y 3. En Alcatraz encontró la oportunidad de ayudar a los demás: "Los perseguía, los levantaba y estuvieron a punto de lincharme, pero luego terminaron entendiendo para qué era todo esto".

   Para él, Alcatraz fue su oportunidad de ser mejor persona. Ya tiene tres años como empleado formal, primero en Inveca Pittsburg, empresa privada aliada de Proyecto Alcatraz y de la Fundación Santa Teresa, y desde hace dos años en una compañía que presta servicios de vigilancia y seguridad.

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