Actualizado 27/07/2015 13:43

Tentaciones orientales

Autor: Jesús Andreu. Director de la Fundación Carolina.

   MADRID, 27 Jul. (Notimérica) -

   El desplazamiento del centro de gravedad geopolítico del Atlántico al Pacífico parece un hecho consumado, al menos en el terreno económico. El grado de innovación de las empresas tecnológicas californianas, unido al imparable, aunque veleidoso, crecimiento chino y al dinamismo del sudeste asiático -incluyendo India y Australia- deja poco lugar a dudas. Por supuesto, a ello hay que agregar el empuje de los países iberoamericanos con salida a la costa oeste que han constituido la Alianza del Pacífico.

   En este contexto, no conviene pasar por alto la gira del primer ministro chino, Li Keqiang, que tuvo lugar durante la segunda quincena del pasado mes de mayo y que le llevó a Brasil, Colombia, Chile y Perú con el propósito de ahondar en los ya robustos vínculos comerciales. Las informaciones hablan de una inversión en el subcontinente de más de 220.000 millones de euros (243.000 millones de dólares) para los próximos 10 años, destinados a innovación, logística, formación o infraestructuras.

   Ahí está, a modo de ejemplo, el proyecto de construir una línea férrea que conecte los dos océanos, desde Perú a Brasil, financiada con capital chino. O las obras emprendidas del canal interoceánico en Nicaragua. Por no hablar del tratado de libre comercio que la potencia asiática tiene suscrito con Chile, del que en la actualidad está negociando con Colombia o del alineamiento estratégico entre Brasil y China bajo la Cumbre de los BRICS.

   La prosperidad de las naciones iberoamericanas no puede contemplarse sino con simpatía desde España, primera nación europea interesada en participar en toda iniciativa económica marcada por el signo de la libertad y con acento latino. Ahora bien, del mismo modo hemos de demostrar idéntico interés -junto con Europa, Estados Unidos y los ciudadanos de la región- en que tal crecimiento quede ajustado a un respeto total hacia la democracia y las libertades cívicas.

   No constituye ningún secreto la indiferencia que los gobernantes chinos o rusos manifiestan hacia el imperio de la ley o el pluralismo político. Tampoco lo es la deriva que, aún legitimada por las urnas, ha conducido a varios países iberoamericanos a distanciarse de la democracia, aunque no -afortunadamente- a los bañados por el Pacífico. En consecuencia, no podemos subestimar la "tentación oriental" en la que podrían caer, erradicando la libertad de expresión o la división de poderes en nombre del pueblo, y dando lugar a una especie de siniestra convergencia entre populismo bolivariano y comunismo asiático.

   Ningún gesto, como los realizados con valentía ante la situación de Venezuela por los presidentes Pastrana, Piñera, Aznar y González, o por Vargas Llosa, resulta vano. No obstante, ello debe ir acompañado por movimientos inteligentes sobre el plano global. Así, en un momento de aparente des-occidentalización, los líderes europeos (con independencia de su ideología) deberían calibrar con mayor perspicacia las implicaciones normativas del acuerdo de libre-comercio con Estados Unidos. Y es que no se trata solo de un asunto mercantil, sino también y quizá más que nada de proyectar nuestros valores y principios, llamémosles atlánticos -tales como la seguridad jurídica o la defensa de los Derechos Humanos- en un mundo en el que de lo contrario contarán cada vez menos. Solo de esta forma la libertad y la justicia ganarán fuerza internacional, también en Iberoamérica.